Decía el filósofo francés Michel de Montaigne que «la conciencia hace que nos descubramos, que nos denunciemos o nos acusemos a nosotros mismos, y a falta de testigos declara contra nosotros«, y yo añadiría que suele ser la responsable de que por las noches no podamos descansar en paz. Lógicamente, si nuestra conciencia no está tranquila es porque directamente hemos causado algún daño a terceros o hemos sido, con nuestros actos o nuestras decisiones, responsables de alguna injusticia. Aunque hay daños irreparables o pérdidas imposibles de reponer o sustituir, parece lógico pensar que si nos arrepentimos y logramos reparar el daño causado o minimizar las pérdidas sufridas, lavaremos en la medida de lo posible nuestra conciencia y podremos continuar con nuestras vidas. Pues algo así debieron pensar Gran Bretaña y los EEUU con la esclavitud, y decidieron lavar su conciencia… pero sin contar con las víctimas.

esclavitud

En el último tercio del siglo XVIII los abolicionistas británicos, encabezados por Granville Sharp, comienzan a remover las conciencias y se producen los primeros casos de esclavos liberados tras procesos judiciales relativos a la «propiedad». Sería el comienzo de un proceso que, tras la aprobación en 1807 del Acta del Comercio de Esclavos que prohibía la trata de esclavos en los barcos británicos, culminaría con la Ley de la Abolición de la Esclavitud en 1833. Como resultado de este proceso, el número de esclavos liberados en Londres crecía y Granville Sharp pensó que sería una buena idea devolverlos al continente del que fueron arrancados (por lo menos al sus antepasados porque muchos habían nacido en cautividad y nunca habían estado en África). Sería mezquino cuestionar la intención de Sharp, un hombre que consagró su vida a la lucha por erradicar la esclavitud, pero la realidad es que el resultado final distó mucho de ser lo que él pensó.

Se firmó un acuerdo con el jefe de la tribu temne, el rey Tom para los amigos británicos, para cederlos una franja de terreno en la desembocadura de río Sierra Leona. En 1787, un buque de guerra partía de Inglaterra con 331 esclavos liberados, 41 de ellos mujeres, y 60 prostitutas (así aprovechaban el viaje y limpiaban las calles de Londres)… lo mismo que si nos hubiesen dejado a alguno de nosotros allí (con o sin prostitutas). El primer año la mitad de los nuevos colonos habían fallecido por enfermedades o por «accidentes» propios del lugar (serpiente, león, enfrentamientos con los nativos del lugar…); otros se buscaron la vida uniéndose a los comerciantes de esclavos que operaban en la zona, y lo poco quedó del asentamiento lo arrasó el rey Jemmy, sucesor de Tom. Pero los británicos habían llegado para quedarse… o para aparcar allí a los esclavos liberados. Nuevas remesas de colonos fueron llegando desde Inglaterra, Nueva Escocia (Canadá) o Jamaica y con el tiempo, y muchos muertos después, consiguieron establecer un asentamiento que llamaron Freetown (Ciudad Libre, nombre muy significativo). En 1807, con la aprobación del Acta del Comercio de Esclavos, los británicos establecen en Freetown una base militar para controlar los barcos esclavistas que «faenaban» en la costa occidental de África. Además, todos los esclavos rescatados de barcos esclavistas, independientemente de su procedencia, pasaban directamente a Freetown, por lo que aquel lugar se convirtió en un batiburrillo de lenguas, etnias y costumbres que los británicos trataron de encajar con una biblia en la mano, un palo en la otra y un perfecto inglés de la Gran Bretaña. E incluso trataron de llevar la palabra de Dios hacia el interior de la selva entre las tribus nativas.

A finales del siglo XIX, cuando las potencias europeas comienzan a repartirse el pastel africano, los británicos deciden convertir aquel asentamiento que servía para lavar sus conciencias en un protectorado para crear una zona de influencia en la región y frenar el empuje de los franceses. Si aquella decisión no sentó bien entre los jefes de las tribus nativas, todavía les gustó menos que en el Consejo local que administraba el territorio fuesen mayoría los descendientes de los colonos (éstos se consideraban menos negros y más europeos que los africanos). Todo se arregló reconociéndoles a los jefes tribales cierto grado de autonomía y autoridad a cambio de la explotación de los ingentes recursos naturales. En 1961, Sierra Leona -capital Freetown– consiguió su independiente y, desde aquel momento, aquel estado artificial, creado para limpiar la conciencia de los británicos, se convirtió en un avispero de corrupción, golpes de Estado y matanzas, entre los mende, los temne y los colonos. Como dice Gary Brecher en su libro «Hazañas y chapuzas bélicas«, en África lo que más miedo da son los grupos autodenominados con acrónimos del estilo FLN (Frente de Liberación Nacional) o FRU (Frente Revolucionario Unido). Su forma de actuar es la siguiente: asaltan el poder y matan a todo el gobierno y sus seguidores; convocan unas elecciones «democráticas» en la que ganan por mayoría absoluta; crean una policía secreta para controlar/eliminar a los opositores durante su gobierno… y siempre aparecen otros «acrónimos» que harán buenos a los anteriores.

Sierra Leona

Liberia fue el «lavadero de conciencia» de los EEUU… pero más hipócrita.

A imagen y semejanza de lo que hicieron los británicos en Sierra Leona, los EEUU también tuvieron la idea de reasentar sus esclavos liberados en la costa oeste de África, justo al sur de Sierra Leona. En este caso fue la American Colonization Society la encargada de lavar la conciencia estadounidense… y quitarse el «problema» de la creciente cantidad de negros libres. Esta sociedad privada, fundada en 1816, estaba formada y financiada por respetables miembros abolicionistas de la sociedad estadounidense y, también, por esclavistas… que no soportaban ver por la calle a negros en libertad. Tras recibir el beneplácito del presidente de los EEUU e incluso financiación, en 1820 partió el primer barco con 88 esclavos libres (negros y mulatos) y 3 miembros de la Sociedad hacia África (esa tierra que a muchos les sonaba por las historias que les contaban sus antepasados). Como los estadounidenses son muy legalistas, cuando quieren, llevaban incluso su propia Constitución. Igual que ocurrió con los esclavos llegados a Sierra Leona, muchos de ellos fallecieron por malaria y, además, los miembros de la Sociedad no consiguieron firmar ningún acuerdo de venta donde colocar a los colonos. Así que, no les quedó más remedio que refugiarse en Freetown. Al año siguiente volvieron a la carga, pero en este ocasión llegaron con más argumentos para convencer a los nativos… un buque de guerra. Ante tales argumentos, el oficial al mando, teniente Robert Stockton, no tuvo problemas en llegar a un acuerdo para conseguir una franja de terreno al sur de Sierra Leona donde establecer el «jardín del Edén». A pesar de los continuos enfrentamientos con las tribus indígenas, siguieron llegando nuevos colonos, todos directamente de los EEUU, y en 1824, en honor del presidente James Monroe por su apoyo incondicional a la causa, se fundó Monrovia, la capital de la Tierra de la Libertad (Liberia)

Durante las dos siguientes décadas, la población de colonos llegados a Liberia creció de manera constante gracias a la migración continua de esclavos libres (negros y mulatos) llegados desde los EEUU. A medida que su población aumentó, y aún siendo minoría, los américo-liberianos, que así se hacían llamar, comenzaron a gestionar la administración del territorio convirtiéndose, en muchas ocasiones, en opresores de la nativos africanos -como los llegados a Sierra Leona, se consideraban menos negros que los de allí-. Estos américo-liberianos no debían de tener buena memoria porque, más pronto que tarde, le cogieron gusto a eso de gobernar un territorio y tener a otros «más negros» a sus pies y pidieron más autonomía a la American Colonization Society. Las presiones fronterizas de franceses y británicos, además de la nula ayuda prestada por los EEUU para defender su territorio, llevaron a los colonos a proclamar su independencia de la American Colonization Society, que no de los EEUU, el 26 de julio de 1847 con una Constitución y una bandera basadas en las de los EEUU.

Bandera Liberia

Los británicos, siempre al acecho para sacar tajada, reconocieron al nuevo país y firmaron un tratado de comercio y amistad con Monrovia en 1848. Y EEUU volvió a demostrar que la hipocresía se viste con barras y estrellas: incluso habiendo sido una iniciativa estadounidense y habiendo recibido el apoyo de presidentes de EEUU, no reconocieron al nuevo estado hasta 1862, ya en plena Guerra de Secesión. Desde su independencia hasta 1980, Liberia estuvo controlado por la comunidad de américo-liberianos que era muy pequeña en comparación con la población indígena. En realidad, los diferentes grupos indígenas tenían limitados los derechos y las oportunidades políticas y económicas. El 12 de abril de 1980, hartos de soportar aquella situación, Samuel Doe, de la etnia krahn, tomó el poder con un golpe de Estado, mató al presidente William R. Tolbert y a otros muchos liberianos de ascendencia américo-liberiana, y el resto… se pude añadir la parte de los acrónimos descrita en Sierra Leona sin miedo a equivocarse.

Esto es lo que tiene lavar tu conciencia sin contar con tus víctimas.

Fuentes e imágenes: Exploring Africa, Office of the Historian USA, History World,