Presente en muchas culturas de nuestro orbe, se trata quizá del más universal de todos los mitos. El hombre lobo es una criatura legendaria que se remonta casi al mismo origen de la humanidad y su alargada sombra sigue aterrorizando aun hoy al populacho, sobre todo y especialmente durante las noches de luna llena. ¿Podría ser de otra manera? Pero en ocasiones la realidad supera a la ficción, y aquí en España también tuvimos, o más bien padecimos, las andanzas de nuestro peculiar hombre lobo. El gallego Manuel Blanco Romasanta cometió, a mediados del siglo XIX, entre 9 y 13 brutales asesinatos de mujeres y niños a los que extraía las grasas para venderlas junto a sus pertenencias.

Manuel Blanco Romasanta

Manuel Blanco Romasanta

Por la ejecución de tales crímenes, a Romasanta se le consideró un asesino en serie y se le diagnosticó licantropía clínica, el único caso de tales características acaecido en la historia de España. La licantropía clínica es una enfermedad de origen mental que provoca una alucinación en la persona afectada que le hace creer que es o puede transformarse en un animal. Precisamente, este trastorno fue el que alegó Romasanta en su defensa: aseguró haber sido víctima de un maleficio que le transformaba en lobo y le obligaba a asesinar.

Más bien el calificativo animalesco le vino de cómo acababa con sus víctimas: las descuartizaba, les extraía la grasa para venderla y dejaba sus despojos al aire libre, lo que motivaba la atracción de los lobos, que con saña mordían y desgarraban los cadáveres mediante sus afilados colmillos. De esta manera, Romasanta se construyó la leyenda que podría servirle de coartada en los juicios por sus asesinatos.

Romasanta, que apenas medía 137 centímetros de altura, seguía un metódico patrón previo a la comisión de los crímenes. Cortejaba y engatusaba a un perfil tipo de mujer madura y soltera. Cuando se ganaba su confianza les convencía para cambiar de ciudad a cambio de conseguirles un buen trabajo; pero durante el trayecto, como en un viaje sin retorno, acababa con ellas. Era un embaucador que hizo de la mentira y la manipulación su modo de vida. Hasta que fue descubierto y confesó.

La historia del hombre lobo no resultó creíble en los tribunales y los médicos consideraron que todo era un montaje ideado por el propio Romasanta. El informe médico esgrimido en el juicio concluía que el considerado hombre lobo de Allariz (Ourense) «era un ser perverso, consumado criminal, capaz de todo, frío y sereno, sin bondad«. Gracias a la intermediación de la reina Isabel II, Romasanta se libró del garrote vil, sentencia mortal a la que fue condenado el 6 de abril de 1853. Una carta de súplica remitida por su abogado ablandó a la monarca, que conmutó la pena capital por la cadena perpetua.

Quizá, una infancia traumática padecida, marcada por un pseudohermafroditismo femenino (Romasanta nació mujer pero segregaba hormonas masculinas que le masculinizaron y le otorgaron características físicas de hombre) pudo influir en su posterior enajenación mental y conducta criminal. Esta atípica condición solo afecta a uno de entre cada 10.000 o 15.000 nacidos.

A Allariz no solo se la conoce por las atrocidades que cometió Romasanta. Este municipio gallego fue corte de los suevos y escogido por el rey Alfonso X el Sabio para compilar sus célebres ‘Cantigas‘. Otro monarca castellano, Sancho IV, nombró a la villa “llave del Reino de Galicia”. Allariz presume de su Real Monasterio de Santa Clara, que además de albergar los restos de Doña Violante (la esposa de Alfonso X el Sabio), cuenta con el claustro barroco más grande de España, de 3.600 metros cuadrados y 72 arcos.

Colaboración de Javier Ramos de Lugares con Historia.
Para más información: El hombre lobo de Allariz