En 428, Genserico fue elegido rey de los vándalos. Un año más tarde, organizó la mayor operación naval no romana de la antigüedad tardía, embarcando a 80.000 personas – de las cuales sólo 15.000 eran guerreros – en las costas de Carteia (Algeciras) y trasladándolas a las playas de Ceuta. En muy poco tiempo ocuparon la Mauritania romana (actual Marruecos) hasta llegar frente a los fuertes muros de Hippo Regius (hoy Annaba, Argelia), ciudad que resistió catorce meses el asedio vándalo. Durante este cerco murió el obispo de la ciudad, Aurelio Augustino (San Agustín).

Genserico

Genserico

La debilidad del emperador Valentiniano III le obligó a reconocer a Genserico como regente de la Diócesis y, además, le concedió el título de Rex Vandalorum et Alanorum. La realidad es que la población estaba cansada de sus amos romanos a los que no conocían y de las algaradas de los barbari del desierto (de ahí deriva la palabra berebere) que saqueaban sus tierras. A los africanos no les resultó complicado aceptar a unos nuevos amos fuertes y belicosos viviendo una situación tan precaria. La ambición de Genserico no se aplacó con aquella muestra de debilidad imperial. En el 435 el rey llegó a un acuerdo con la corte de Rávena, donde se había retirado el Emperador, para incluir Numidia en su territorio y ser después reconocido como foederati (federado) de Roma en África. No fue suficiente. Genserico toma Cartago sin motivo alguno ni aviso previo y se incauta de la flota imperial que allí permanecía amarrada. Esto supuso un grave contratiempo a la deteriorada armada romana y truncó el equilibrio de poderes en el Mediterráneo Occidental. En poco tiempo, los vándalos aprendieron el oficio del mar y le arrebataron a Roma las islas de Córcega, Cerdeña, Sicilia y las Baleares. Además, supuso el corte de suministro de cereal africano a la Urbe, que a partir del 439 tuvo que comprárselo al nuevo señor de la feraz provincia de África.

En el 455 fue asesinado Valentiniano III. Momento que aprovecha Genserico para mandar su flota rumbo a Roma. El nuevo emperador, un aristócrata usurpador llamado Petronio Máximo, fue linchado por el pueblo cuando huía del Palatino cargado de tesoros ante la inminencia del ataque vándalo. En un alarde de soberbia, y tratando de repetir el éxito obtenido con Atila, el Papa León I salió al encuentro de los vándalos, inerme y rodeado de su séquito, con intención de negociar con Genserico un armisticio que evitase su entrada en Roma. El Sumo Pontífice no pudo evitar lo inevitable. León fracasó en su intento de conminar al rey vándalo y sólo consiguió que el pueblo no fuese violentado en exceso ni que la ciudad y sus basílicas fuesen incendiadas. La ciudad fue saqueada durante dos semanas. El expolio fue tal que llegaron a desmontar el techo de oro del templo de Júpiter y no dejaron en pie ni una obra de arte (ojo, no las destrozaron como hicieron años atrás los godos de Alarico, se las llevaron a Cartago como obsequio para el obispo).

Con este descalabro pontificio comienza la leyenda negra de los vándalos, fomentada desde entonces por la Iglesia y que convirtió a los vándalos en sinónimo de salvaje o desalmado. Supongo que si Atila hubiese saqueado Roma, ahora huno sería sinónimo de salvaje o desalmado.

Saqueo de Roma

Saqueo de Roma