El arsénico ha sido uno de los venenos más utilizados por su eficacia y por ser inodoro e insípido. Dentro de las múltiples derivados del arsénico, alcanzó fama el «agua tofana» inventado por la bruja siciliana, Teofania de Adamo.

El método de preparación de esta pócima es muy cruel (las personas especialmente sensibles puedan evitar esta explicación):

Se cogía un verraco y se le suministraba arsénico. Se colgaba, todavía vivo, de las patas traseras y se le ponía una especie de bozal. Con un palo se mataba al pobre cerdo a golpes. En el recipiente/bozal se recogía la mezcla de sangre, babas, jugos gástricos… que el animal soltaba por la boca. Esta mezcla se destilaba y, posteriormente, se guarda en agua.

Y ya tenemos el veneno preparado para su uso. Al principio, Teofania lo suministraba directamente pero debido al «éxito» tuvo que poner en marcha una red, clandestina, de suministro.

La fortuna que amasó tuvo su peaje… la envidia. Fue denunciada por brujería y, lógicamente, ejecutada el 12 de julio de 1633 en Palermo. Muchos creyeron que «muerto el perro se acabó la rabia», pero desconocían que Teofania le había transmitido todo su «saber» a su hija Giulia.

Giulia mejoró el método de obtención de la pócima y le cambió el nombre, «maná de San Nicolás» o «agua de Nápoles». Como le ocurrió a la madre, los rumores de brujería comenzaron a extenderse y huyó a Roma con su hija Girolama Spana. Desconocidas sus correrías en la nueva ciudad, siguió con sus envenenamientos.

A escondidas de la madre, en 1659 se descubrió que Girolama dirigía una organización de mujeres dedicada a envenenar a amantes molestos, maridos inservibles, herederos con prisa de heredar…  Igual que la abuela, fue condenada y ahorcada junto a cuatro de sus cómplices tras confesar el envenenamiento de 600 personas.

De tal palo tal astilla.

Fuente: Historias curiosas de la Medicina – Luciano Sterpellone
Imagen: SoloTarot