Hasta un simple juego de mesa, como el Monopoly, puede tener su propia historia. Además de ser uno de los juegos de mesa más vendidos de la historia y un claro ejemplo de un mundo capitalista, fue inventado por una activista de izquierdas como protesta contra la sed desenfrenada de acaparar propiedades de los terratenientes y contra los monopolios.

Elizabeth Magie nació en Macomb (Illinois, EEUU) en 1866. Su padre, James Magie, era editor de periódicos, reconocido abolicionista y fiel seguidor de las ideas del economista Henry George (creador del Georgismo), en cuyo libro Progreso y Miseria (1879) criticaba los monopolios sobre los recursos naturales, principalmente la tierra. Henry George defendía que el 100% de las tierras debía estar en manos de los individuos y que se debía establecer un impuesto único: el impuesto sobre el valor de la tierra. De esta forma, se gravaría la tierra, y sólo la tierra, desplazando la presión fiscal a los terratenientes ricos. A finales del XIX, donde la pobreza y la miseria se extendían por los núcleos urbanos, aquel mensaje caló en la sociedad estadounidense… y por influencia de su padre, también en Elizabeth Magie.

En 1890 la familia Magie se trasladó a Washington, donde Elisabeth trabajó primero como secretaria y luego como mecanógrafa en el Servicio Postal. Mientras, estudiaba ingeniería (obtuvo su primera patente por un dispositivo que facilitaba el paso del papel entre los rodillos de las máquinas de escribir) y profundizaba en las teorías económicas del Georgismo. En sus ratos de ocio, que también los tenía, disfrutaba de sus pasiones: el teatro (hizo sus pinitos en comedias) y la literatura (publico varios libros). Ella también pasó mucho tiempo dibujando, pensando y dándole forma a un juego de mesa que pudiese difundir las teorías de Henry George y demostrar, tanto a los adultos como a los niños, lo negativo que resulta para la sociedad el acaparamiento de tierras y las desigualdades sociales que genera. El 23 de marzo de 1903, y seis años después de la muerte de Henry George, Elisabeth solicitó la patente de su juego de mesa The Landlord’s Game (El juego de los Terratenientes).

Patente del tablero de 1904

El 5 de enero de 1904 se registraba el juego con el número de patente 748.626. Si bien es verdad que el juego tuvo un éxito inmediato, sobre todo entre los seguidores de Henry George y los estudiantes de las escuelas de económicas que veían algo más que un simple juego, apenas le reportó beneficio económico. De hecho, sufría para llegar a final de mes con su suelo de taquígrafa. Así que, en 1906 consiguió un puesto de periodista en Chicago y se trasladó allí, donde con otros georgistas fundó la compañía Economic Game para la gestión y distribución del juego. Además, para reivindicar que las mujeres son inteligentes, tienen deseos, esperanzas y ambiciones, y, a la vez, criticar a una sociedad en la que las mujeres parecían destinadas a ser esposas, madres y amas de casa, compró un anuncio en un periódico en el que se ofrecía al mejor postor…

Mujer joven esclava americana. […] no soy guapa, pero sí muy atractiva. Muy femenina y con mucha fuerza y carácter.

A pesar de expresar públicamente su escepticismo del matrimonio como institución, en 1910 (con 44 años), y en un matrimonio que nadie entendió, se casó con un hombre de negocios, Albert Phillips, que le llevaba 10 años y que pasó por su vida sin pena ni gloria.

Inicialmente, The Landlord’s Game tenía dos conjuntos de reglas: unas antimonopolista, impidiendo la creación de monopolios, de manera que los jugadores (provistos solamente de 100 dólares iniciales) simplemente irían comprando y vendiendo a medida que se movieran en el circuito; y otras monopolistas, con el objetivo de crear monopolios y aplastar y arruinar a tus oponentes. Este enfoque dualista era una herramienta de enseñanza destinado a demostrar que el primer conjunto de reglas era más justo y moralmente superior. Tal y como el juego ha llegado a nuestros días, el espíritu pedagógico del juego y la versión antimonopolista se han perdido por el camino. De hecho, gana el que más posesiones y dinero tiene (el capitalismo más salvaje).

¿Qué ocurrió por el camino?

En 1923, el matrimonio se volvió a instalar en Washington y Elizabeth volvió a registrar su juego, con algunas modificaciones, con una nueva patente (1.509.312) al caducar la anterior, pero ya circulaban varios versiones del juego que los estudiantes de economía había adaptado a sus gustos. Pero ninguno llegó al extremo de un vendedor en paro llamado Charles Darrow. En 1935 patentó una versión del juego de Elizabeth sobre un tablero de Atlantic City (New Yersey) al que bautizó con el nombre de Monopoly (Monopolio). Cuando el nuevo juego empezó a tener importantes ventas, la empresa juguetera norteamericana Parker Brothers ofreció a Darrow la producción y distribución del juego. Intentando tomar el control de este tipo de juegos de mesa, la empresa llegó a un acuerdo con Magie para comprarle la patente de The Landlord’s Game y de dos juegos más que tenían en mente (para evitar posibles demandas)… después de haber firmado con Darrow -por cierto, se hizo millonario-. Mientras el Monopoly se iba extendiendo por el mundo, el juego original de Elizabeth Magie se perdía en el olvido, igual que su nombre como inventora. Y, sobre todo, la idea original del juego.

Charles Darrow

Una viuda, sin hijos y olvidada por la sociedad moría en 1948… era Elisabeth Magie, cuyos ingresos por aquel juego apenas llegaron a los 500 dólares.

Y dándole una vuelta a este juego de mesa, en 1970 Psychology Today publicó Blacks and Whites, un juego de mesa basado en el juego de Elisabeth, o en el Monopoly, donde los jugadores se dividían en blancos y negros (fichas blancas y negras) y competían entre ellos para progresar económicamente… aunque era imposible que ganasen los negros. Las reglas establecían que los jugadores que hubiesen elegido las fichas blancas comenzaban con un millón de dólares y los que hubiesen elegido las negras con 10.000. Además, mientras que las fichas blancas podían comprar propiedades en cualquier lugar del tablero, las fichas negras estaban limitadas a ciertas áreas y sólo podían salir de ellas cuando hubiesen conseguido un millón de dólares. A pesar del evidente carácter racista del juego, la verdad es que el juego pretendía demostrar la realidad de la sociedad estadounidense, donde sólo por el hecho de ser una «ficha» negra lo tenías mucho más difícil para salir adelante y progresar. Las «fichas» blancas jugaban con ventaja… como la vida misma.

Fuentes e imágenes: The New York Times, Mujeres con ciencia, Racism: the board game