Vimos en el artículo «Lo injusta que es la RAE con godos, bárbaros y vándalos» las injusticias semánticas que han sufrido estos pueblos germánicos, y hoy nos toca abordar el Morbo Gothorum, una enfermedad endémica de estos pueblos que convirtió lo de ser rey en una profesión de riesgo. El hecho de ser una monarquía electiva y no hereditaria, que dividía a su pueblo en facciones y desembocaba en enfrentamientos, alimentó una peligrosa pasión por los regicidios.  Así que, poneos cómodos porque empezamos una trilogía de la lista de los reyes godos en su versión criminal.

Alarico entra en Roma

Empezaremos por Ataúlfo, el considerado primer rey hispánico. En 410 Alarico I había saqueado Roma y tenía en su poder a Gala Placidia, una mujer con un árbol genealógico envidiable: era hija de Teodosio I el Grande, y sus hermanastros, por parte de padre, eran Honorio, emperador romano de Occidente, y Arcadio, emperador romano de Oriente. Sangre azul no, lo siguiente. Cuando falleció Alarico, los visigodos eligieron como rey a su cuñado Ataúlfo que, desde el principio, se vio envuelto en las luchas de poder por la púrpura romana. Y aunque inicialmente acertó apostando por Honorio, en Roma la lealtad era un chiste de mal gusto y salió trasquilado. Los visigodos tuvieron que huir y atravesaron los Pirineos para refugiarse en Hispania. Pero Ataúlfo no se fue solo, se llevó con él a su esposa, Gala Placidia. Aunque muchos vean en este matrimonio un intento del visigodo por emparentar con la transmisora de la legitimidad dinástica, yo quiero creer, y muchos historiadores opinan lo mismo, que en aquella unión hubo más amor que política. Y lo que podría haber sido una vida idílica de la pareja junto a su hijo Teodosio en las playa de la Barceloneta, estalló por los aires y se vino abajo. Ya decía el poeta británico Ernest Dowson “No duran mucho, los días de vino y rosas”. Su hijo falleció siendo un niño y Ataúlfo fue atacado por la espalda por un tal Dubius y herido de gravedad. Hay varias versiones de porqué lo hizo: unos dicen que si por una afrenta personal y otros que fue un servicio contratado por Sigerico, el líder de otra facción goda, o incluso por Honorio, como venganza por haber secuestrado a su hermana. De una forma u otra, en 415 moría nuestro primer rey godo, pero todavía tuvo tiempo, mientras estaba en su lecho de muerte, para designar sucesor a su hermano Walia y hacerle prometer que devolvería a Gala a su hermano, ya que temía por su vida. Ataúlfo no debía recordar que eso de designar sucesor es muy relativo en el mundo de los godos.

Ataúlfo

¿Y quién sucedió a Ataúlfo? Pues el conspirador Sigerico. En su primera semana como rey se dedicó a eliminar a la competencia (mató a los hijos que Ataúlfo había tenido con su primera esposa), ordenó azotar a nuestra querida Gala y la puso a caminar descalza durante decenas de kilómetros. En su octavo día como rey… fue el último. Los partidarios de Ataúlfo y su hermano Walia se hartaron de tanta crueldad gratuita y lo asesinaron, eligiendo rey a Walia. Éste pudo cumplir la última voluntad de su hermano y Gala fue devuelta a Roma.

Dejaremos a Walia morir en paz y daremos un salto hasta el 451. En este año tuvo lugar la batalla de los Campos Cataláunicos, en el norte de Francia, que enfrentó a una coalición de romanos, encabezada por el general Flavio Aecio, y visigodos, con el rey Teodorico I al frente, contra los hunos de Atila. En aquel enfrentamiento murió Teodorico, y en el mismo campo de batalla, sin apenas tiempo para limpiarse la sangre de la cara, fue elevado sobre el escudo y proclamado rey su hijo Turismundo, uno de esos guerreros que siempre quieres tener en tu equipo. Pues a pesar de ser respetado por la comunidad goda, apenas dos años más tarde fue asesinado en un complot urdido por Teodorico y Frederico. ¿Sabéis quienes eran estos personajes? Pues sus propios hermanos. No hubo que buscar facciones ajenas, tenía los enemigos en su propia casa. En las tabernas de la época se comentaba que a los hermanos les había calentado la cabeza el propio Aecio para tener a los visigodos enfrentados y que no se le subieran a la chepa. Nombraron rey a Teodorico II.

¿Y cómo le fue a Teodorico? Pues que sufrió en sus propias carnes el refrán “el que a hierro mata, a hierro muere”. No le fue mal al principio, se alió con el emperador romano Valentiniano III y obtuvo algunos éxitos militares, pero tan preocupado estaba por lo que ocurría en Roma que descuidó su propia casa y los suevos gallegos se le subieron a las barbas. Llegó un momento en el que tenía tanto frentes abiertos que no le quedó más remedio que pactar con los suevos, con los francos y, además, seguir en plan coleguita con el emperador de turno. Aquello suponía una muestra de debilidad que la nobleza goda no iba a consentir, y le pagaron con su misma moneda. En 466, Eurico, el único hermano con vida y que hasta ahora había permanecido en el anonimato (Frederico había muerto en batalla), lo mandó con su Dios Padre arriano y, por cierto, no trinitario. En la religión arriana Dios era Dios y Jesucristo, como buen hijo, le pedía la paga los domingos y permiso para salir hasta las 12 de la noche.

Eurico

Daremos un salto de medio siglo y creeremos que hasta Amalarico, a pesar de alguna muerte más en “extrañas circunstancias”, nuestros protagonistas murieron en batalla o por causas naturales. Este nuevo rey visigodo decidió echar mano del viejo recurso del matrimonio concertado para firmar la paz con los francos. Así que, se casó con Clotilde, la hija del gran rey de los francos Clodoveo, el fundador de la dinastía merovingia. Aunque pueda extrañar este tipo de matrimonios, no por lo de ser concertados sino porque los contrayentes profesaran religiones distintas -recordemos que Amalarico era arriano y Clotilde católica-, eran frecuentes en esta época. De hecho, Clodoveo era arriano y fue su mujer, también llamada Clotilde -bueno, Santa Clotilde, porque fue canonizada- quien lo convenció para que se convirtiese al catolicismo. Y en este nuevo matrimonio también hubo un intento de una de las partes por convertir a la otra, pero no con buenas palabras o razonamientos teológicos… sino por la fuerza y con humillaciones constantes. ¿Adivináis quién fue el macarra de turno? Efectivamente, Amalarico. Lo intentó por activa y por pasiva, sobre todo por activa, pero Clotilde no cedió y siguió aferrada al catolicismo. Las noticias de aquellas humillaciones llegaron al otro lado de los Pirineos y los francos rompieron el pacto y les dieron para el pelo a los visigodos. Amalarico consiguió salir con vida de la batalla y huyó hasta Barcelona. Y aquí tenemos, como casi siempre, dos versiones de su asesinato -porque como intuíais, también fue asesinado-. Una, responsabiliza a un franco llamado Bessón, como venganza por el trato que dio a su compatriota y hermana de fe, y que lo había hecho con la connivencia de los godos -como si al verlo venir, espada en mano, se hubiesen puesto a mirar al cielo silbando, y aquello no fuese con ellos-; y, la segunda, apunta a un sicario pagado por Teudis. Lógicamente, este Teudis será el siguiente rey godo.