Ante el avance de las fuerzas alemanas, el 26 de mayo de 1940 el mariscal británico John Gort, comandante en jefe de la Fuerza Expedicionaria Británica (BEF), ordenó la evacuación de las tropas aliadas en terreno francés… Francia había caído. Desde varios puertos a lo largo de la costa norte de Francia, sobre todo Dunkerque, consiguieron ser evacuados más de 200.000 soldados británicos y unos 100.000 franceses y belgas. Pero no todas las unidades lo consiguieron…

Una de las unidades que debía cubrir la retirada de la BEF era el 2º Batallón del Regimiento Real de Norfolk. Cuando el 27 de mayo de 1940 comunicaron su posición, el Alto Mando les advirtió que se habían quedado aislados y que no podrían enviarles apoyo. El oficial al mando, el Mayor Lisle Ryder, decidió hacerse fuerte en una casa de campo en el pueblo de Le Paradis (Francia) y resistir. Bien armados y con abundante munición, consiguieron aguantar los ataques de la Wehrmacht durante 6 horas… hasta que llegó la artillería. El bombardeo comenzó a destrozar el edificio, los heridos y muertos aumentaban y la munición se agotaba… Ryder y los 98 supervivientes no podían aguantar más. Con una bandera blanca en la mano, salieron del edificio y se rindieron… pero no ante las fuerzas contras las que habían estado luchando sino ante la División Totenkopf  (Calavera) de las SS que acababa de llegar -un terrible error-. Al frente estaba Fritz Knoechlein, un fanático nazi… al que no le gustaba hacer prisioneros. Los 99 británicos, entre los que había muchos heridos, fueron sacados del pueblo y llevados hasta una granja cercana. Allí les esperaban dos ametralladoras… durante segundos el sonido de los disparos se mezclaba con los gritos de los soldados ejecutados. Con los cuerpos caídos en el suelo, Fritz Knoechlein ordenó rematar con las bayonetas a los que todavía no habían muerto. Cuando creyeron haber terminado su trabajo, el pelotón de ejecución regresó con el resto de la división y abandonaron el lugar. La noticia de la masacre corrió como la pólvora entre las filas alemanas y el general Erich Hoepner, comandante de las fuerzas alemanas en Francia, ordenó investigar el suceso. Muy a su pesar, ya que no era nada amigo de las métodos utilizados por las SS, tuvo que cerrar el caso en extrañas circunstancias y «aceptar» la versión de Knoechlein: «los británicos habían utilizado balas expansivas (dum dum) prohibidas por la Convención de La Haya de 1899«.

Fotografía de la masacre

Fotografía de la masacre

Pero no todos habían muerto… Aunque heridos, los soldados Albert Pooley y William O’Callaghan consiguieron sobrevivir. Abandonaron aquel lugar de muerte y se refugiaron en una pocilga. Durante 3 días sobrevivieron comiendo patatas crudas y bebiendo agua de lluvia, hasta que fueron capturados por la Wehrmacht. O’Callaghan pasó el resto de la guerra en un campo de prisioneros y Pooley permaneció tres años en un hospital militar para recuperarse de las terribles heridas. Durante esos tres años, un idea ocupaba sus pensamientos las 24 horas: sobrevivir para contar al mundo aquella masacre y que el culpable pagase por sus 97 compañeros ejecutados después de rendirse. En 1943 fue repatriado y contó a sus superiores aquella masacre, pero nadie le hizo caso porque se pensaba que el ejército alemán no era capaz de tales atrocidades. Sólo cuando terminó la guerra y O’Callaghan corroboró su historia, las autoridades británicas comenzaron la búsqueda de Fritz Knoechlein. Cuando fue capturado, Albert Pooley y William O’Callaghan lo identificaron en ruedas de reconocimiento por separado. Fue juzgado por crímenes de guerra el 11 de octubre de 1948 y ahorcado en Hamburgo el 28 de enero del año siguiente.

Pooley y O'Callaghan el día del juicio

Pooley y O’Callaghan el día del juicio

Fuente: WWII in Color, War History Online