Hace un tiempo hablaba sobre un error en la interpretación de un cuadro del siglo XIX (aquello del pulgar hacia arriba y hacia abajo para indicar vida o muerte de los gladiadores), pues hoy vamos a repetir protagonistas en esta historia: los gladiadores, un cuadro del siglo XIX… y Jean-Léon Gérôme, el autor de ambos cuadros. El cuadro en cuestión del genial pintor francés es «Ave Caesar, morituri te salutant» (1859). En el cuadro se representa una escena típica de un anfiteatro donde los gladiadores se dirigen al Emperador al grito de «Ave César, los que van a morir te saludan» antes de empezar sus correspondientes combates.

Ave Caesar, morituri te salutant

Ave Caesar, morituri te salutant

Supongo que, como en la anterior ocasión, el cuadro también ha influido para que la literatura, el cine y la memoria popular hayan creído que «Ave Caesar, morituri te salutant» era un saludo ritual de los gladiadores ante el Emperador. Pues siento decir que los gladiadores nunca lo pronunciaron… lo hicieron los naumachiarii (participantes en las naumaquias).

¿Y qué son las naumaquias?

Las naumaquias (del latín naumachia, «batalla naval») serían como una mezcla entre la película Battleship y el juego de mesa “Hundir la flota” pero sin efectos especiales, en tiempo real y a tamaño natural. En el 46 a.C., y tras ser nombrado dictador de Roma, Julio César decidió agasajar al pueblo con un espectáculo nunca visto, la primera naumaquia. La idea de César era poder recrear combates navales, y para ello ordenó cavar un enorme foso circular en el Campo de Marte que comunicaba con el río Tíber mediante un canal. Una vez terminado, se abrió la presa y las aguas del Tíber inundaron el foso a modo de lago artificial. Era tal el tamaño de aquel teatro de representaciones navales que albergó birremes, trirremes en incluso los portaaviones de la época, los cuatrirremes. En esta primera naumaquia participaron unos 2.000 combatientes y más de 4.000 remeros, la inmensa mayoría de los participantes eran “reclutados” de entre los prisioneros de guerra y condenados a muerte.

Naumaquia de Ulpiano Checa

Naumaquia de Ulpiano Checa

En el año 2, por orden del emperador Augusto, se recreó la batalla naval de Salamina entre griegos y persas. Sabemos de esta battleship por Res Gestae Divi Augusti (Las obras del Divino Augusto), una especie de autobiografía del emperador…

Ofrecí al pueblo el espectáculo de una naumaquia, al otro lado del Tíber, donde hoy está el Bosque Sagrado de los Césares, en un estanque excavado de 1.800 pies de largo y 1.200 de ancho [unas 18 hectáreas]. Tomaron parte en ella 30 naves, trirremes o birremes, guarnecidas con espolones, y un número aún mayor de barcos menores. A bordo de estas flotas combatieron, sin contar los remeros, unos 3.000 hombres.

Sería Nerón el que inauguraría otra versión de estos combates, los desarrollados en un anfiteatro construido al efecto. El cenit de este espectáculo llegaría en los años 80 (del siglo I) cuando los emperadores Tito y Domiciano celebraron naumaquias en el Coliseo (originalmente llamado Amphitheatrum Flavium porque su construcción implicó a los emperadores de la dinastía flavia). Por el tamaño del recinto, en estas representaciones había menos actores y las naves apenas podían virar. Así que, los espectadores tenían que conformarse con el abordaje y la lucha cuerpo a cuerpo. Debido a las dificultades de inundar el Coliseo y el elevado coste de construir lagos artificiales o anfiteatros adecuados, las naumaquias fueron cayendo en el olvido.

Y estos naumachiarii eran los que pronunciaban la frase ritual que, erróneamente, hemos atribuido a los gladiadores que luchaban en la arena…

Morituri te salutant

El historiador Suetonio fue el primero, y único, que hizo referencia a ello en su obra Vidas de los doce Césares, cuando los naumachiarii se dirigieron al emperador Claudio en el combate naval que organizó durante el 52 en el lago Fucino. No es de extrañar que pronunciasen esta sentencia de muerte, pues combatientes y remeros eran prisioneros de guerra condenados a muerte. Su destino era ahogarse o morir matando. Así que, siento decir que no existe ninguna referencia de la época en la que los gladiadores lo pronunciasen. De hecho, morían muchos menos gladiadores de lo que pensamos… eran un bien demasiado preciado.