“Que hablen de uno, aunque sea mal”, debió pensar Leonardo da Vinci cuando pintó el cuadro La Gioconda (Mona Lisa), y lo ha conseguido porque llevamos cinco siglos a vueltas con todos los misterios que rodean el retrato más famoso de la historia de la pintura. Profesionales de varias disciplinas han investigado la técnica empleada, la modelo, el paisaje de fondo, sus manos, su sonrisa, su robo… Leonardo supo cubrir su obra bajo la sombra del misterio. En algunos casos, el tiempo y las investigaciones han esclarecido ciertas sombras; en otros, ha sido peor el remedio que la enfermedad. Así que, especulemos…

Después de estudiar reproducciones digitales de máxima resolución y tirar de la clásica lupa, Silvano Vicenti, presidente del Comité Nacional para el Patrimonio Cultural de Italia, sorprendió al mundo anunciando que Leonardo nos había dejado un código secreto escrito en los ojos de la Mona Lisa: en el ojo derecho aparecen las letras LV, que corresponderían a las iniciales de Leonardo da Vinci, y en el ojo izquierdo otro juego de letras ilegibles que, según Silvano Vicenti, corresponderían a las iniciales de la modelo. Respecto a la modelo, que también tiene lo suyo, la opinión más generalizada es que podía tratarse de Lisa Gherardini, la esposa del mercader florentino Francesco de Giocondo (aunque sigue siendo una hipótesis). Pero aún había más caracteres ocultos, esta vez números: en el arco del puente tras la Gioconda se encontraron un siete y un dos; y detrás del cuadro lo que parece un año, aunque muy borroso. Y cuál matemática, jugando con combinaciones y permutaciones de números, la historiadora de arte italiana Carla Glori coge de aquí y pega de allá para rescatar el año 1472, y deducir que el puente de piedra sería el de la ciudad de Bobbio -en el norte de Italia- destruido por una brutal crecida del río Trebbia… en 1472. Y puestos a interpretar, os voy a contar otra versión sobre el río.

Durante años fueron frecuentes los enfrentamientos entre Florencia y Pisa, y aunque el poderío militar de la república de Florencia era muy superior, los pisanos no se daban por vencidos. Así que, Nicolás Maquiavelo, canciller de Florencia, sirviéndose de las investigaciones y los trabajos hidráulicos de Leonardo, en aquel momento maestro di acque, ideó una nueva estrategia. El plan se vendió como la construcción de unos canales desde el río Arno, que atraviesa Florencia y desemboca en el mar en Pisa, para irrigar los cultivos de Florencia, pero siendo un plan de Maquiavelo debía tener una segunda intención: desviar el río para tener salida al mar. El canciller puso en manos de Leonardo su idea y éste preparó el proyecto: primero se debía construir un dique y luego un canal de desvío más profundo que el propio río para que, cuando se liberase el agua, fluyese naturalmente por el nuevo curso.

En 1504, para ejecutar la obra se contrató al ingeniero hidráulico Colombino. Éste no siguió al pie de la letra los cálculos de da Vinci y construyó el canal menos profundo de lo que indicaba el proyecto. Cuando se abrió, el río no tardó en volver a su cauce original. Además, un tormenta destruyó una parte del dique y, del resto, se ocuparon los pisanos cuando comprendieron al maquiavélico plan. Y alguna espinita le quedó clavada al gran genio porque hay críticos de arte que sostienen que el fondo tras la Gioconda es el río Arno.

¿Y qué decir de su sonrisa, esa que aparece y desaparece por arte de magia? Pues que tiene que ver con nuestra percepción visual, de dónde enfoquemos la vista al mirar el cuadro, del complejo mecanismo del cerebro… y del arte del maestro, claro está. Otros, como el médico italiano Filippo Surano, sostienen que sufría de bruxismo (rechinar los dientes). Después de muchos y muchos días posando, la modelo, por estrés o cansancio, rechinaba los dientes y le provocaba esa sonrisa de “venga termina ya que me aburro”. Incluso la profesora de cirugía de Yale Sherwin Nuland ha querido ver en esa sonrisa picarona, además de las manos cruzadas sobre el vientre como para proteger el feto, una prueba evidente de que estaba embarazada. Y una de las más controvertidas dice que la Gioconda sufría malos tratos. El doctor Joseph Borkowski, dentista de Maryland, paso varios días estudiando la obra en el Louvre y sus conclusiones fueron:

Su expresión es propia de aquellas personas que han perdido los dientes incisivos. Posiblemente la Gioconda los pudo perder debido a una paliza, porque en los delgados labios se puede apreciar una pequeña cicatriz. Por tanto, no se trataba de una sonrisa sino de una mueca. Por último, teniendo en cuenta que las comisuras de los labios están ligeramente hundidas es de suponer que también le faltarían los colmillos.

Por la pintura, el profesor de Anatomía Patológica de la Universidad de Palermo (Italia) Vito Franco ha llegado a la conclusión de que tenía un nivel de colesterol elevadísimo, claramente deducible por la acumulación de ácidos grasos bajo la piel. Espero que si el profesor estudia las esculturas del colombiano Fernando Botero o los caballos que pintaba Velázquez no llegue a la misma conclusión.

Y terminamos con la breve historia de robo. Cuando la tarde del 21 de agosto de 1911 salieron a la calle los periódicos de Parí­s el escándalo y la consternación fueron enormes. La Gioconda, la obra cumbre de Leonardo Da Vinci, la joya del Louvre, habí­a sido robada del lugar donde permanecí­a colgada desde que llegó a Francia. En un principio se sospechó del poeta Apollinaire, e incluso del joven pintor español Pablo Ruiz Picasso. Pero el autor del robo fue un ladronzuelo italiano de poca monta, Vincenzo Perugia, ex empleado el museo y que sin duda sintió la atracción fatal de esta mujer.

Se llevó el lienzo dejando sus huellas sobre el cristal que protegí­a el cuadro, pero nadie pareció fijarse en ese detalle. El inductor del robo fue un estafador argentino Eduardo de Valfierno y el móvil: hacer seis copias perfectas del cuadro, que seis «ávidos» compradores adquirirí­an creyéndolas la verdadera obra. Pero el cuadro siempre estuvo en posesión de Perugia quien, al no recibir ninguna noticia de Valfierno, se lo ofreció a un anticuario de Florencia, Alfredo Geri, momento en que fue detenido y recuperada la «Mona Lisa». La Gioconda volvió a su emplazamiento original donde cada dí­a miles de personas de todo el mundo sucumben a ese encanto único y eterno que solo Leonardo fue capaz de capturar y plasmar.

Y aquí os dejo, «en exclusiva», el momento en que Vincenzo Perugia escapa por las calles de Parí­s con el preciado botí­n  🙂

Gioconda3

Poniendo a Leonardo da Vinci en el peldaño más alto de los artistas universales y situando a la Gioconda como la pintura más famosa de toda la historia, creo que tantas investigaciones, estudios y, sobre todo, conclusiones -algunas cogidas con alfileres- hacen un flaco favor al autor y a la obra. Las obras de arte son para contemplarlas y admirarlas, y lo que a cada uno le pueda transmitir poco tiene que ver con el porqué de su sonrisa, de si estaba embarazada, si tenía el colesterol alto o bruxismo.