De la mano de los avances tecnológicos de finales del siglo XIX y de la pasión humana por el entretenimiento, se crean las primeras máquinas tragamonedas y su evolución ha continuado por más de un siglo. En estos tiempos se despliegan online las tragamonedas de bar clásicas, cuyas jugadas y hermosos diseños retro, recrean el realismo y carácter de las máquinas tragaperras preferidas desde hace décadas.
En un período de importantes inventos que marcaron hitos en la vida, costumbres y usos de la humanidad, en Estados Unidos un mecánico inmigrante de Baviera llamado Charles August Fey, construyó en 1894 su primera máquina tragamonedas. Fey fue introduciendo mejoras e innovaciones hasta desarrollar la famosa Liberty Bell, una máquina de tres carretes y pago automático que constituyó la base de las tragaperras de todos los tiempos. Como buen apasionado de su oficio, Charles Fey tuvo la capacidad e inventiva de perfeccionar constantemente las máquinas que creaba para adaptarse al creciente mercado del juego y, quizás esa sea la razón por la que ha obtenido el reconocimiento como creador de las famosas tragaperras.
En el siglo XIX Estados Unidos vivía un intenso movimiento industrial, la inmigración aumentó vertiginosamente, crecieron las fábricas, se producían inventos al lado de cambios económicos y sus ciudades experimentaban transformaciones. En el caso de San Francisco, abundaban los bares y las salas de juegos, en ellos proliferaban dispositivos mecánicos con monedas. Estas máquinas estaban mucho más cerca de las máquinas expendedoras que de la idea de las máquinas tragamonedas, ya que dispensaban tabaco, bebidas o boletos canjeables, y, además, solían requerir de un asistente para hacer el pago a los ganadores. El enorme interés de Fey por el conocimiento de la mecánica y en especial hacia estos populares dispositivos muy populares en California, era compartido con otros dos inmigrantes alemanes llamados Theodor Holtz y Gustav Schultze, con quienes trabajó en California Electric Works.
Y aquí es donde la historia se enreda, porque Schultze desarrolló la tragamonedas Horsehoe o Herradura y obtuvo en 1893 una patente para su invento. Este dispositivo incorporaba un novedoso mecanismo de pago automático (se prescindía del asistente pagador). Considerando estos hechos, muchos historiadores argumentan que Schultze debería ser reconocido como el inventor de la tragamonedas en lugar de Fey.
Lo cierto, es que Fey, inspirado en el diseño de Schultze, fabricó en 1894 su propia versión de la máquina tragamonedas. Al año siguiente introdujo algunas mejoras y creó la tragamonedas 4-11-44, denominada así por una popular lotería. Dicha máquina, de pago automático, se hizo muy popular en los bares y salones. En consecuencia, Fey abrió una fábrica para producirlas y atender la demanda. En 1898 Fey crea la tragamonedas Card Bell, una máquina con tres rodillos que se detenían uno a uno creando suspense y cuyo mayor premio eran tres campanas alineadas. Su inclinación a la inventiva y al perfeccionamiento de sus equipos lo condujo a crear en 1899 la más famosa de las tragamonedas de todos los tiempos: la Liberty Bell. Denominada así en homenaje a la “Campana de la Libertad”, un ícono estadounidense cargado de simbología e historia.
En 1900, las máquinas de Fey tenían un enorme éxito y se podían encontrar en muchos locales, a pesar de que las tragaperras, como artilugios de juego, eran ilegales (la verdad es que las autoridades y los agentes hacían la vista gorda en este tema). De hecho, Schultze, amparándose en la patente que extrañamente le habían concedido, demandó a Fey por su tragaperras, pero los tribunales dictaminaron que la patente no lo protegía porque su máquina era ilegal. Debido a esto, el mundo de la industria del juego y las máquinas tragamonedas, a partir de entonces, se convirtió en el salvaje oeste: los diseños se robaron, se copiaron… En cuanto a Fey, explotaba el negocio tratando directamente con los propietarios de los locales y repartiéndose a partes iguales las ganancias.
En 1906, tras el gran terremoto y el incendio que asoló San Francisco, apenas sobrevivieron 4 máquinas de más de un centenar de tragamonedas Liberty Bell que había distribuidas por toda la ciudad, y los miembros del movimiento por la templanza y fanáticos religiosos aprovecharon la oportunidad para hacer responsable al juego de aquel castigo divino. Tras la Segunda Guerra Mundial, con base en regulaciones fiscales, el uso de las tragamonedas se propagó por todo el mundo.
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