Según el diccionario de la RAE, sibarita se define como natural de Síbaris, ciudad del golfo de Tarento (Italia) fundada por los aqueos en 720 a.C. y célebre por la riqueza y el refinamiento de sus habitantes. De ahí que este término haya quedado para designar a las personas amantes de placeres exquisitos.
En el transcurso de los siglos VII y VI a.C., formando parte de una coalición con Crotona y Metaponto, los sibaritas destruyeron Siris y ocuparon el fecundo territorio entre los valles del Agri y del Sinni, una vasta y fértil llanura costera en el norte de Calabria. Los sibaritas prosperaron rápidamente gracias a la agricultura y el comercio, y crecieron enormemente en número gracias a su política de admisión de extranjeros -una aberración para el resto de ciudades-. Signo de la gran expansión del estado sibarita en este periodo es la acuñación de las famosas monedas de plata de la ciudad con el símbolo del toro y la leyenda “Síbaris”. Estas monedas tienen la peculiaridad de que fueron acuñadas según la técnica llamada incusa: con la efigie en las dos caras, en el anverso en relieve y en el reverso en profundidad. Aquel poderío también se reflejaba en la abundancia, el lujo, el confort… y en el buen comer. De hecho, sus chefs eran famosos por sus originales y sofisticadas recetas, tanto que incluso para proteger su arte culinario se promulgó una ley que les daba la exclusividad de explotación de sus nuevos platos durante un año. Lo que podríamos considerar como la primera ley que hizo referencia a los derechos de autor.
Y ya metidos en faena, para no perder ni un instante mientras disfrutaban de sus opíparos e interminables banquetes inventaron el orinal. De esta forma, ni la llamada de la naturaleza les obligaba a ausentarse de sus quehaceres gastronómicos. Según Diodoro de Sicilia, historiador griego del siglo I a.C.
la gente de Sybaris eran amantes del lujo y esclavos de su vientre
Asimismo, para no perturbar su tranquilidad, paz y sosiego estaban prohibidos los gallos y los oficios más ruidosos, como herreros o carpinteros, debían desarrollar su actividad extramuros. Tan llenos estaban de sí mismos que los sibaritas se jactaban de haber envejecido sin atravesar los puentes sobres sus ríos fronterizos. Se decía que un sibarita que había viajado hasta Esparta y había presenciado una batalla comentó mofándose de su modo de vida “espartano”…
No es de extrañar que los espartanos sean los hombres más valientes del mundo, porque cualquiera en su sano juicio preferiría morir mil veces antes que vivir de forma tan austera.
También eran famosos por ser unos excelentes jinetes y expertos domadores de caballos, no susurrando, sino con la música. Su caballería era digna de la mejor escuela de arte ecuestre y podían desplazarse perfectamente conjuntados al son de la música —como si los caballos bailasen una danza que conocían a la perfección-. En 510 a.C. se rompió la alianza con Crotona y los sibaritas decidieron atacar a su otrora aliado. La majestuosa caballería sibarita estaba formada y presta para el ataque, pero los de Crotona conocían las tácticas militares de sus antiguos aliados. Cuando se ordenó cargar a la caballería, una melodía extraña y arrítmica comenzó a entremezclarse con la música interpretada por los sibaritas. La mezcla de sintonías confundió a los caballos y provocó un desbarajuste total entre la caballería. Momento que aprovechó Crotona para atacar y aniquilar la caballería. Derrotado lo mejor del ejército de Síbaris, entraron en la ciudad y la destruyeron completamente. Incluso desviaron el río Cratis para inundarla y evitar que la ciudad fuese reconstruida.
Muchos testimonios que nos llegan de la Antigüedad creen ver la destrucción de Síbaris como la venganza divina por su orgullo, arrogancia y lujo excesivo.
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