Por una pequeña ayuda, sin esfuerza alguno, a Chusticieros hemos sido recompensados con esta poesí­a dedicada a HdH. Aunque es un regalo personal, por su calidad he decidido compartirla con vosotros:

Historias de la Historia
(La leyenda de Nidy Kilo)

I. Profundidad Inaudita

Caigo en una profundidad inaudita
donde no sirve para consolarse
el mirar hacia arriba, el mirar al cielo,
porque ya no existe, porque ya no se ve nada.

Me llamas cuando aún la noche
perdura sobre las calles
y todo parece ocurrir más despacio,
bajo el ritmo decadente impuesto por la oscuridad.

Un vací­o se extiende a lo largo de la madrugada
como si quisiera hacerse dueño de todo el espacio,
mientras los impulsos salvajes del deseo rompen sus cadenas
al no poder soportar más el peso macabro de tu ausencia.

Y entonces caigo, como creo que nunca antes lo hice,
y me descubro aullando ante la puerta de tus caricias,
esperando la llegada de tus manos que luchan al lado del placer,
soñando con penetrar en cada habitación lujuriosa de tu cuerpo.

II. La frialdad y el frí­o

Tu frialdad se lanza ferozmente
sobre la yugular de un gesto,
que se alza con dulzura
para lograr romper la distancia
de nuestros cuerpos…

y me enseña,
y me educa,
y me adiestra,
y me despierta,
y corrompe mi sueño.

En el puente intransitable que nos une,
nuestras caricias se mantienen
en pie bajo el frí­o
sin saber a qué lado cruzar…

y se hielan,
y se marchitan,
y se caen,
y caducan,
y mueren creyéndose olvidadas.

III. Nidy Kilo
( La Diosa de los Desconocidos).

Alguien te miró desde la nada
de una noche apetecible,
se abrió paso entre la bruma
y te hizo señales para que
te acercaras,
y tú «“ Diosa de los Desconocidos-
¡cómo no!, te acercaste.

De sus labios dejó caer una promesa
cuando dijo esas palabras
que yo nunca supe pronunciar,
y creí­ste su mentira,
y entonces vi cómo
descendí­as unas escaleras.

Ahora le sigues por la superficie,
entre los vasos vací­os de la fiesta
y la sensual oscuridad de las alcobas,
y dejas que calme tu soledad,
y permites que suavice tu dolor
con sus traficantes manos.

Mientras tanto, él te abraza
sin cerrar los ojos
pensando a qué barranco
te llevará para arrojarte,
tramando la forma
en que se desprenderá
de ti, cuando su marihuana
deje de necesitarte.

IV. Los Bajos de Argüelles

He visto cómo las lágrimas
se deslizaban por su rostro
sin ningún tipo de reparo.
Fueron dos estocadas
casi perfectas.
El arma que elegí­ para el duelo
fue la verdad.
Tuve la osadí­a durante el mismo
de mantener
la guardia baja,
mi pecho descubierto
y al alcance
de su daga fulminante.
Poco importaba ya
que pudiera acabar conmigo.
Pero no se advirtió de ello
ni tampoco supo atacarme,
sorprendida, sin poder reaccionar,
su retórica entrecortada
ya sin argumentos.
Entonces vi cómo el dolor
se posaba en sus ojos
y cómo asustados
querí­an esquivar mi mirada.
Sentí­ también su necesidad de huir,
y de hecho, se fue corriendo,
a la búsqueda de su propio vací­o,
la misma soledad que quise
arrebatarle con todo mi ser.
Me quedé solo bajo la lluvia
pero la furia aún gritaba
desde mis entrañas su nombre.
Miré al cielo rojo suspirando
pero sin querer hallar
misericordia alguna.
Arrojé mi espada.
El sonido del metal contra el suelo.
Su desprecio.
Mi venganza.

Lucideces
(El Cuarto Chusticiero, el Primer Corresponsal de los Ángeles)

Y para rematar la faena – ¡qué bien he comenzado el año – desde Rayajos en el Aire nos han obsequiado con el Premio Rayajos 200X

Muchas gracias Chema.