Si el trabajo es salud, viva la tuberculosis”, así reza un dicho muy propio de vagos y gentes que se pueden permitir vivir de la rentas. Para el resto, y más en los tiempos que corren, es un regalo de los dioses, pero un regalo no exento de esfuerzo (“ganarás el pan con el sudor de tu frente”), sacrificio (“no puedo parar de trabajar, ya tendré toda la eternidad para descansar”, Madre Teresa de Calcuta) y en algunas ocasiones de dicha (“dichoso aquel que tiene una profesión que coincide con su afición”, George Bernard Shaw). Auque si echamos un vistazo a la etimología de la palabra trabajo, nos sorprenderemos de su origen.


En Roma, el tripalium (tres palos) era un cepo de tres puntas que permitía sujetar a los caballos para herrarlos. De una herramienta de los establos paso a convertirse en un instrumento de tortura: una estaca clavada en la tierra a la que se unían dos maderos en forma de aspa y sobre los que se ataban las extremidades del desdichado para ser azotado y golpeado. Este método era muy eficaz para sacar las confesiones de los enemigos y para castigar a los esclavos. Con el tiempo, tripalium pasó de designar un instrumento de tortura a efectos de la tortura, como el sufrimiento, la penalidad o la fatiga. Además, no sólo la fatiga y sufrimiento se asociaban a la faena cotidiana, sino que también había algo que era fuente de fatigas, por las malas condiciones de los alojamientos y las largas jornadas en los caminos, como los viajes de larga duración. Es así como la palabra tripalium, deformada por el romance francés (que generó travail), pasó al inglés en la forma travel, con el significado de viaje.

Ya en la Edad Media, como la inmensa mayoría de lo que podemos llamar «trabajo» eran sufrido y poco grato, el tripalium evolucionó fonéticamente hasta nuestro trabajo. Aun así, hoy en día empleamos expresiones como «trabajosamente» no para referirnos a nuestro trabajo remunerado, sino con el significado de «con esfuerzo y sufrimiento».

Esta etimología podría explicar por qué nos fastidia tanto madrugar y aguantar a nuestros jefes, porque, al fin y al cabo, el trabajo viene del sufrimiento… y la tortura.