Aunque en la actualidad se identifica la expresión «el sueño americano» con el éxito individual y con la posibilidad que tiene cualquier inmigrante que llega a Estados Unidos de triunfar, según Sara Chuchwell, profesora de Literatura Americana en la Universidad de Londres, la realidad es que su significado a evolucionado con el tiempo: en 1900 era sinónimo de justicia e igualdad económica; con la llegada de la Primera Guerra Mundial se transformó en un anhelo de democracia internacional; en el período de entreguerras ya tenía que ver con el enriquecimiento personal, hasta la Gran Depresión que lo tiñó de justicia social; la Segunda Guerra Mundial lo convirtió en democracia liberal, la posguerra le dio un giro capitalista… y hasta nuestros días. Pero como ya sabéis que a mi me gusta tirar del hilo y ver hasta dónde me lleva, me he topado con Francisco Roldán Jiménez, el primero que puso en práctica esto del «sueño americano» allá por el siglo XV.

La mejor descripción de nuestro protagonista la hace el maestro Juan Eslava Galán

Natural de Torredonjimeno (Jaén), primer revolucionario del Cono Sur, primer golpista, primer impulsor del sueño americano, primer defensor del Estado de bienestar, primer gánster, primer propagador del amor libre y primer quién sabe cuantas cosas más.

Así era Francisco Roldán Jiménez, todo un personaje. Aunque parece que formó parte del contingente que tómo Granada en 1492, su aventura comienza un año más tarde en el segundo viaje de Colón al continente americano. Lógicamente, en busca de la tierra donde ataban a los perros con longanizas, donde tenían el oro por castigo y las mujeres eran «hermosas y complacientes». Lo de descubrir nuevos territorios para gloria de la patria y la evangelización de los indígenas quedaba otros. Él quería su parte del pastel, y por eso se aventuró a cruzar el charco.

Segundo viaje de Colón (1493-1496)

Las primeras noticias que tienen nada más llegar a La Española no son muy halagüeñas: el Fuerte Navidad, el asentamiento que Cristóbal Colón y sus hombres habían construido con los restos de la Santa María, había sido incendiado y sus ocupantes ejecutados. Aun así, Colón decide fundar un asentamiento más al este, que llamará La Isabela. Esto significa que, por ahora, había que aparcar lo del sueño americano y ponerse a trabajar. Aunque decepcionado, Roldán decide darse una segunda oportunidad y ponerse las pilas, sobre todo cuando el almirante está cerca. Como también sabe moverse entre bastidores, cuando Colón manda al alcalde de La Isabela a España para reclamar la pagas que se adeudan a los marineros y el envío de provisiones, lo nombra alcalde de la colonia y, más tarde, alcalde mayor de toda la isla La Española. Por su nueva posición y su camaradería con el resto de colonos se convirtió en una especie de «defensor de los que venían a pegar el pelotazo y siguen sin tierras ni oro». Todos le hacían llegar su quejas, sus miserias y, sobre todo, las injusticias y arbitrariedades de los hermanos Colón, primero Cristóbal y, cuando en 1496 regresó a España, Bartolomé. Así que, en 1497 se lió la manta a la cabeza, se puso al frente de 70 descontentos maldiciendo a Bartolomé y al grito de “viva el rey” -por aquello de dejar claro que nada tenían contra la corona- , tomaron las armas y se echaron al monte. Bueno, en este caso a la selva.

Bartolomé Colón y Roldán

Pero como las noches a la intemperie por aquellos lares son muy duras, Roldán decidió unir a su causa, por las buenas o por las malas, a varios caciques locales de la provincia de Jaraguá,  que, «amablemente», les proporcionaron comida, cobijo y servidumbre. Y el lugar no se eligió al azar, ya que esta zona, según el cronista Hernando Colón,  «tenía fama de rica, poblada y de ser las mujeres de allí más hermosas y de trato más agradable que en otra parte«. El sueño americano estaba tomando forma. Y, la verdad, supo venderse para que más descontentos se sumasen a su revuelta…

En lugar de azadones, manejaréis tetas; en vez de trabajos, cansancio y vigilias, tendréis placeres, abundancia y reposo.

Según Bartolomé de las Casas…

iban junto con indios que llevaban unas hojas grandes de árboles para hacerles sombra y otros unas alas de ánsar para abanicarlos, seguidos de una recua de indios cargados como asnos…

Cuando Cristóbal Colón llegó a la isla en su tercer viaje (1498), descartó emplear la fuerza porque no tenía suficientes hombres para hacerles frente.  Nadie podía mejorar la oferta de Roldán, y muchos hombres decidieron dejar el azadón para unirse al gurú del «sueño americano». Así que, no le quedó más remedio que pactar con ellos. Un pacto muy favorable para los rebeldes: amnistía general, reparto de tierras y volver a nombrar a Roldán alcalde mayor de toda la isla. A pesar del acuerdo, no se podían ni ver, pero hicieron de tripas corazón y mantuvieron su alianza frente a otros intentos de rebelión, Roldán para mantener su «sueño americano» y Colón por la gloria eterna.

Por gusto o por obligación, Roldán tuvo que regresar a Castilla. En julio de 1502,  un huracán sorprendió a la flotilla del tornaviaje y hundió unos veinte navíos con más de quinientas víctimas.

…allí se ahogó Francisco Roldán y otros que fueron sus secuaces, rebelándose y que a las gentes desta isla tanto vejaron y fatigaron.

«Tanta paz lleves, como descanso dejas«… debieron pensar los indígenas.