A pesar de que a las mujeres no se les permitió legalmente participar en la Guerra de Secesión de los EEUU, se estima que alrededor de 400 de ellas se hicieron pasar por hombres y lucharon. En esta época el papel de la mujer se limitaba a la esfera doméstica y, atendiendo a este rol, tenían prohibido el reclutamiento. Aún así, estas 400 mujeres decidieron dar un paso adelante, hacerse pasar por hombres -la única forma de conseguirlo- y pelear junto a los hombres. Asumir aquel papel suponía utilizar ropa de hombre, preferentemente ropa suelta, disimular sus pechos y cortarse el pelo. Lógicamente, contaban con la complicidad de la escasa rigurosidad de las oficinas de reclutamiento en época de guerra. Y no sólo en la relativo a un examen físico, que habría revelado rápidamente su condición de mujeres, sino también en la referente a la edad, ya que viendo las caras o escuchando las voces de algunos reclutas estaba claro que eran niños y habían mentido para alistarse. Esta es la historia de una de esas mujeres, Sarah Edmonds.
Sarah Edmonds nació en Canadá en 1841, su infancia fue difícil junto a un padre que hubiera preferido a un hijo varón para que le ayudase en el trabajo. El único recuerdo agradable de aquella época era el libro «Fanny Campbell, the female pirate captain«, que narraba las aventuras de Fanny Campbell, una pirata que iba vestida de hombre y que llegó a capitanear un barco. Siendo adolescente huyó de casa y los avatares de la vida la llevaron a Michigan (EEUU). Al poco tiempo estalló la Guerra de Secesión y Sarah, quizás influenciada por aquel libro que tantas veces leyó, se alistó en el ejército de la Unión… bueno, se alistó Franklin Thompson. Como las mujeres sólo podían desempeñar labores de enfermera durante la guerra y ella quería luchar, se cortó el pelo y se vistió de hombre; fue adscrito al 2º de Infantería de Michigan junto a los que luchó en diversas batallas al mando del general George McClellan.
En diciembre de 1862, se presentó como voluntario/a para cruzar las líneas enemigas y ejercer de espía para la Unión. Su superior al mando lo comunicó al general y éste decidió darle una oportunidad. Se le facilitó lo necesario y partió hacia Yorktown, donde estuvo trabajando con los Confederados en la construcción de fortificaciones. A los tres días regresó con la información de dichas fortificaciones y los planes del enemigo. Debido a su éxito, fue enviado a varias misiones más incluso llegando a hacerse pasar por mujer –papel que, por cierto, bordaba-. Al año siguiente, su regimiento fue enviado a unirse a las tropas al mando del general Ulysses S. Grant, pero Sarah/Franklin contrajo la malaria y ante el temor de ser descubierta si era tratada en el hospital de campaña, desertó y huyó a Washington. Allí estuvo ingresada en un hospital civil y cuando se recuperó intentó volver al ejército pero ya no pudo… Franklin Thompson estaba en busca y captura por desertor. Ante aquel nuevo panorama, decidió quedarse en Washington ejerciendo de enfermera hasta el final de la contienda.
Terminada la guerra, se casó con su amigo de la infancia Linnus Seelye, con el que tuvo tres hijos, y publicó el libro «Nurse and spy in the Union army» (La enfermera y la espía en el ejército de la Unión) en el que relataba experiencias personales, convirtiéndose en un éxito y logrando vender más de 175.000 copias. Las aventuras de Sarah comenzaron a despertar interés entre la opinión pública y algunos incluso se atrevieron a solicitar algún tipo de reconocimiento para aquella mujer. En 1886, ¡veinte años más tarde!, llegaría ese reconocimiento: el gobierno de los EEUU anuló el cargo de deserción y le concedió una pensión de 12 dólares/mes por los servicios prestados. En 1897, un año antes de morir, se convirtió en la única mujer admitida en Grand Army of the Republic, la organización de veteranos de guerra del ejército de la Unión.
Fuentes: Civil War, Nurse anda spy in the Union army
Le sacó rédito a la guerra. No todo va a ser sufrirla.
Saludos.
Información Bitacoras.com
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«En esta época el papel de la mujer se limitaba a la esfera doméstica» Es decir, las mujeres no trabajaban en el campo, ni recogían aceitunas, ni daban de comer a las gallinas, ni trabajaban en las industrias textiles ni había cigarreras, ni escardaban… (nota irónica)
Tan irónica… como acertada jajaja
Pasión de hijo de labradora castellana.