El 11 de marzo de 1944, los vecinos de la vivienda sita en el número 21 de la calle Le Sueur de París llamaron a la policía después de sufrir durante varias horas un olor nauseabundo acompañado de una negra y espesa humareda que despedía la chimenea de la vivienda. Cuando la policía llegó, llamaron a la casa, pero no había nadie. Ante el peligro de que dentro se estuviese produciendo un incendio avisaron a los bomberos. Cuando accedieron al interior y después de comprobar que no había nadie en la planta que daba a calle y los pisos superiores, bajaron al sótano y encontraron lo que parecía una sala de tortura y un horno de cremación: junto a una enorme caldera había un montón de carbón con partes de cuerpos desmembrados, una mesa en la que había un cuerpo diseccionado, herramientas de carnicero y una especie de celda con grilletes. La policía y los bomberos no salían de su asombro, se interrogó a los vecinos para ver quién vivía allí: era la vivienda y la consulta del médico Marcel Petiot.
Los vecinos informaron a la policía que desde hacía varios meses se recibían visitas a horas intempestivas y que cada cierto tiempo el médico se deshacía de algunas maletas. Cuando Marcel llegó a su casa, fue detenido e interrogado. El médico, sin perder la compostura, dijo que todo aquello tenía una explicación: él era miembro de la resistencia francesa y debido a sus conocimientos de anatomía se encargaba de hacer desaparecer los cuerpos de los colaboradores de los alemanes y los miembros de la Gestapo que la resistencia había ajusticiado. Los policías franceses, ante aquella muestra de patriotismo, en lugar de detenerlo, lo dejaron libre. Marcel Petiot desapareció. Cuando la policía volvió a investigar la casa, algunas cosas ya no cuadraban: encontraron documentos de los muertos y casualmente todos era judíos; además, el detalle de las maletas… no tenía sentido que se llevasen a aquel lugar las pertenencias de los asesinados. Marcel les había engañado, nada tenía que ver con la resistencia: era un despiadado asesino en serie.
Cuando a los siete meses se le detuvo, y ya con Francia liberada, contó toda la verdad: se hacía pasar por un miembro de la resistencia que se encargaba de sacar a los judíos de Francia y llevarlos a Argentina por la «módica» cifra de veinticinco mil francos por persona. Llegaban al amparo de la noche con sus pertenencias y ya nunca salían de allí, tampoco nadie les echaba en falta porque sus conocidos pensaban que habían cruzado el Atlántico. En marzo de 1945 fue juzgado por veintisiete asesinatos —aunque había restos de muchos más cuerpos, solo se pudieron identificar veintisiete—, y Marcel trató de utilizar el hecho de haber sido ingresado a comienzos de los cuarenta en un psiquiátrico para ser declarado enfermo mental, pero de nada le sirvió. Fue condenado a la pena de muerte.
El 25 de mayo de 1946 moría en la guillotina de la prisión de La Santé (París), no sin antes, y siguiendo con su cruel sentido del humor, decir:
Caballeros, les ruego que no miren. No va a ser bonito.
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No puedo con este tema, no puedo. Me supera.
El asesino «en serie» y, por lo que parece, «en serio». Un poco mal de la cabeza tendría que estar.
Saludos.
Parece ser que nos fue el único, en un libro sobre La Resistencia creo recordar dos casos en poblaciones limítrofes de «la France libre». Como Petiot, prometían llevar a la gente fuera de la Francia ocupada. Pero era un túnel truncado al final del cual esperaban varios hombres armados con hachas y cuchillos. Las víctimas, viniendo de un lugar iluminado, avanzaban a ciegas hacia su muerte.
No he sido capaz de encontrar referencias en Internet, recuerdo que al menos en un caso los asesinos eran una familia al completo. Leí dicho libro hace muchísimos años pero me llamó poderosamente la atención estos casos.
¿Sabes como se llama el libro?,si me dices el nombre,lo busco y te lo digo
El agente de la gestado Robert Jodkum fue el encargado de seguir la pista y encarcelar al asesino Petiot y llevarlo a los tribunales. Se te olvido contarlo mi amor.
En Suiza eran más finos, los devolvían a la frontera y se quedaban con sus depósitos, no se manchaban las manos… ni juzgaron a nadie por esto.Bueno un despacho americano ha recuperado un pastizal de estos cabrones.
Suiza pago varios miles de millones de indemnización por el dinero judio recabado durante la guerra, cuando se demostró que nunca fue así y se pidió la devolución los judíos dijeron, ahí te quedas pringao.