Como en muchas otras ocasiones, los conflictos bélicos han servido para que la imaginación se disparase a la hora de crear nuevos dispositivos que diesen una ventaja sobre el enemigo. El dirigible, también llamado zepelín por la popularidad del modelo construido por el militar e industrial alemán Ferdinarnd von Zeppelin, se utilizaba desde comienzos del siglo XIX para el transporte de mercancías y, sobre todo, de viajeros. El ejército alemán pensó que con los zepelines podría atacar el corazón de los ingleses, Londres. Desde 1915, los dirigibles comenzaron el bombardeo de Londres y aunque, en teoría, tenían gran poder de destrucción también eran tremendamente imprecisos. La ventaja que tenían al volar tan alto, que les permitía mantenerse alejados de las defensas antiaéreas y de los cazas británicos, se convertía en un obstáculo a la hora de poder hacer diana en sus objetivos. La realidad es que el daño físico causado por estos bombardeos -1.500 personas entre 1915 y 1917- fue menor que el miedo psicológico que provocaban entre la población (por las noches incluso se prohibía encender cualquier tipo de luz, llegando al extremo de ser arrestados por encender un cigarrillo en las calles de Londres).

German-Zeppelin-over-London

Los alemanes tenía grandes esperanzas en estas enormes aeronaves, que podían transportar grandes cantidades de bombas y que alcanzaban los 80 kilómetros por hora. Su forma básica exterior era un largo cilindro con los extremos afilados, y en su interior, una estructura rígida sostenía múltiples globos de gas, generalmente hidrógeno. Estas bolsas de gas se fabricaban con la piel de los intestinos de las vacas, una piel fuerte y a la vez delgada. Se estima que eran necesarias 250.000 vacas para construir las bolsas de gas de un solo Zeppelín. Para el final de la guerra, los alemanes habían construido 140 aeronaves, lo que requería las entrañas de al menos 35 millones de vacas. Pero los intestinos de vaca también se utilizaban para la envoltura de las salchichas, tan populares en Alemania, por lo que los militares alemanes, seguro que muy a su pesar, se vieron obligados a tomar una drástica y antipopular medida en favor de la ansiada victoria final: prohibir la fabricación y el consumo de salchichas y de otros tipos de embutidos similares, reservando todos los intestinos de vaca posibles a la exclusiva fabricación de bolsas de gas para sus zepelines. De esta manera, la prohibición se extendió no sólo en Alemania sino también en cualquier otro lugar bajo control alemán como Austria, Polonia y el norte de Francia.

salchichas

Y aunque parezca fácil derribar un dirigible, no fue así… hasta que Jim Buckingham diseñó las balas incendiarias. Hasta ese momento, con un disparo o una ráfaga con balas convencionales a un globo de hidrógeno sólo se conseguían orificios por los que se perdía una pequeña parte del gas, pero no derribarlos. Con las balas incendiarias las cosas cambiaron y los dirigibles ya se pudieron derribar: primero se agujereaban los globos con munición normal, lo que permitía que el oxígeno se mezclase con el hidrógeno, y después se disparaban las balas incendiarias que hacían arder los globos.

Fuente: ¡Fuego a discreción!