El apoyo de Francia a la independencia de los Estados Unidos, los constantes enfrentamientos con los ingleses y varios años de malas cosechas dejaron las arcas reales casi vací­as. El monarca francés, Luis XVI, tomó el camino más fácil y rápido: más impuestos. Esta nueva medida debí­a ser aprobada por los Estados Generales. Así­ que, el 17 de junio de 1789 convocó los Estados Generales con el único objetivo de crear nuevos impuestos y salir de la bancarrota. Pero los estamentos representados en los Estados  (nobleza, clero y pueblo) tení­a otros temas a tratar: reivindicaban reformas económicas y sociales, y el cambio de una monarquí­a absolutista a una monarquí­a constitucional. La cosa se poní­a fea para el rey. El 9 de julio los tres estamentos se unieron, para tener más fuerza, y se constituyó la Asamblea Constituyente. La mecha que prendió la Revolución francesa fue la toma de la fortaleza de la Bastilla el 14 de julio.

El 26 de agosto de 1789 se promulgaba la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano que vení­a a recoger y desarrollar el lema de la Revolución francesa (Liberté, égalité, fraternité) y que, posteriormente, inspirarí­a otros textos como la Declaración Universal de los Derechos Humanos (10 de diciembre de 1948).

Desde mi humilde punto de vista esta Declaración se refiere a los derechos humanos en general (hombres y mujeres) ya que en dicha Revolución intervinieron tantos unos como otros. Yo creo que no hací­a falta especificar hombres y mujeres, pero…

Olympe de Gouges no lo debió entender como yo, porque en 1791 redactó la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana. Es uno de los primeros documentos históricos que propone la emancipación femenina en el sentido de la igualdad de derechos o la equiparación jurí­dica y legal de las mujeres en relación a los varones. Aunque sus planteamientos son totalmente defendibles, loables y, para la época, muy valientes creó que tení­a cierto tufillo feminista cercano al hembrismo (lo mismo que el machismo pero al revés). Es un texto en el que nunca habla de derechos en general, sin especificar sexos, sino en nombrar, machaconamente, a la mujer. El simple hecho de hablar de «hombre-mujer» ya establece una diferenciación de ambos.

Antes de que me tachen de machista, quiero dejar claro que, para mi, los hombres y las mujeres somo iguales (no fí­sicamente gracias a Dios). El feminismo defendible, tal como yo entiendo, es aquel que lucha por la igualdad entre hombre y mujer, y no el que pretende la superioridad de la mujer sobre el hombre (hembrismo)  ni en el que los diferencia. En esto deberí­amos aprender de Mandela (recomiendo la pelí­cula Invictus), un hombre que tras años de injusticias recupera la libertad y entiende que la sociedad surafricana sólo podrá construirse sobre las bases del perdón y la igualdad. Siento que la mujer haya tenido que pasar todas esas injusticias, pero deberí­an ser capaces de perdonar, mirar hacia delante y luchar juntos por la igualdad.

Os dejo el texto del preámbulo de la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana:

Las madres, hijas, hermanas, representantes de la nación, piden que se las constituya en asamblea nacional. Por considerar que la ignorancia, el olvido o el desprecio de los derechos de la mujer son las únicas causas de los males públicos y de la corrupción de los gobiernos, han resuelto exponer en una declaración solemne, los derechos naturales, inalienables y sagrados de la mujer a fin de que esta declaración, constantemente presente para todos los miembros del cuerpo social les recuerde sin cesar sus derechos y sus deberes, a fin de que los actos del poder de las mujeres y los del poder de los hombres puedan ser, en todo instante, comparados con el objetivo de toda institución polí­tica y sean más respetados por ella, a fin de que las reclamaciones de las ciudadanas, fundadas a partir de ahora en principios simples e indiscutibles, se dirijan siempre al mantenimiento de la constitución, de las buenas costumbres y de la felicidad de todos (hasta aquí­, lo borda)
En consecuencia, el sexo superior tanto en belleza como en coraje, en los sufrimientos maternos, reconoce y declara, en presencia y bajo los auspicios del Ser supremo, los Derechos siguientes de la Mujer y de la Ciudadana (en este párrafo la caga)