Si hace unos años, por lo menos para mi,  la época de los visigodos en la pení­nsula ibérica estaba llena oscuridad y barbarie, también «ayudaba» la temida lista de los reyes godos, ahora, y gracias a Juan Antonio Cebrián y a libros como éste,  se vislumbra un atisbo de claridad y comprensión.

«Hijos de un Rey Godo» se basa en el triángulo formado por Leovigildo y sus hijos, Hermenegildo y Recaredo; y en el centro, como toque misterioso, la copa del poder, el conocimiento, la vida… y la muerte.  Aunque en el libro Leovigildo aparece como un rey despiadado fue uno de los más importantes por tratar de conseguir la unidad territorial (luchó contra suevos y bizantinos) y la unidad jurí­dico (promulgó el código Revisus, una adaptación y adecuación del código de leyes de Eurico).

El oscuro pasado de la primera esposa de Leovigildo, y madre de sus hijos,  pone en contacto a los hermanos con los cántabros y astures, las continuas venganzas y traiciones de las distintas facciones por conserguir el poder, un reino de católicos (hispanorromanos) gobernado por arrianos (godos), suevos y bizantinos que no acaban de ser expulsados, las luchas contra los pueblos del norte, la conversión al catolicismo de Hermenegildo, el sufrimiento por la lucha entre hermanos, la conversión del pueblo godo al catolicismo en tiempos de Recaredo, el  fantasma del hijo de Hermenegildo; y todo ésto envuelto por un manto de misterio, la copa.

Marí­a Gudí­n nos relata, y detalla, la época más brillante de los godos en la antigua provincia romana, Hispania, el reino visigodo de Toledo.