Eusebio Blasco Soler fue un prolífico escritor que abarcó un amplio abanico de géneros: comedia, poesía, artículos de prensa, zarzuela, novela, cuentos… Comenzó su carrera periodística en Zaragoza, donde nació en 1844, y allí estrenó su primera obra teatral con apenas 18 años. Se trasladó a Madrid, donde colaboró con diferentes periódicos y revistas. A lo largo de su vida, viajó por el mundo, fue redactor de Le Figaro en París. Ocupó puestos de relevancia en el mundo de la política, impartió conferencias, fundo la revista Vida Nueva, pero ante todo fue un prolífico escritor, destacando especialmente como comediógrafo.
A él se debe el término “suripanda”, incorporado al diccionario de la Real Academia Española en 1925, con estas dos acepciones: mujer ruin, moralmente despreciable; y mujer que actuaba de corista o comparsa en el teatro.
En 1866 se estrenó en Madrid una opereta musical llamada “El joven Telémaco”, que inició en España el género bufo (en el que se mezclan la sátira, la parodia y la música), que tanto éxito estaba teniendo en París. El autor de aquella obra no fue otro que el zaragozano Eusebio Soler. Y se dice que, por presiones del empresario, que quería abrir la temporada con este nuevo genero teatral, lo escribió en 6 días (y 6 noches). En una de las escenas, un coro de señoritas ligeras de ropa, para escándalo de unos y disfrute de otros, cantaba una canción, supuestamente en griego antiguo (como el “Aserejé” de la época), con este estribillo…
Suri panta la suri panta,
macatruqui de somatén;
sun fáribun, sun fáriben,
maca trúpiten sangarinén
Fue tal el éxito de las coristas y la cancioncilla, que la gente se la sabía de memoria y la cantaba por las calles. Pronto las chicas del coro fueron conocidas como las “suripantas” y así fue como llegó al diccionario. Posteriormente, su sentido original fue cayendo en desuso, al igual que el género bufo, y degenerando hasta quedar con el significado de mujer ruin.
Jaime Campmany en su «Jardín de las víboras» (1996) atribuía el origen de la palabra suripanta a una cantante de origen italiano llamada Margarita Suripanta y cito literalmente:
«En aquellos días, un tal Sánchez se enamoró de una corista. Se enamoró locamente, cosa por otra parte, muy de los Sánchez de toda la vida. Cuando sus amigos, que se habían tirado a la novia de Sánchez cuantas veces habían querido, le advertían de que la chica era ligera, Sánchez se cabreaba como un antiguo caballero y defendía el honor de su dama con altivez castellana. Para bajarle del burro, o de la burra, uno de sus amigos le escribió este epigrama:
Aunque Sánchez se incomode
Margarita Suripanta
no es una tiple que jode,
es una puta que canta.»
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