El Día de Todos los Santos es una festividad de origen religioso que no se celebra únicamente en España. En la mayor parte de los países de tradición cristiana el 1 de noviembre es el día para homenajear de forma especial a los santos, tanto a los conocidos como a los desconocidos. Además de los santos patronos de la mayoría de localidades, en cuyo honor se celebran las fiestas, también muchos colectivos u oficios tienen un santo patrón, como San Isidro (labradores), Santo Tomás de Aquino (estudiantes), la Virgen del Carmen (marineros), Santa Cecilia (músicos)… e incluso dos dos colectivos denostados: las prostitutas y los funcionarios.
El santo patrón o la santa patrona se declara por la vinculación, afinidad o especial dedicación respecto a un determinado gremio o colectivo que el santo tuvo en vida, y la de las prostitutas fue Santa Nefija. Entonces, ¿cuál es el motivo por el que Santa Nefija es la patrona de las putas?
Daba su cuerpo y daba de cabalgar de limosna.
Las referencias a esta santa y sus «virtudes» están en La lozana andaluza de Francisco Delicado, en Ragionamenti de Pietro Aretino (como Nafissa) y en Descripción de África de León el Africano (como Nafisa). Se quejaba Quevedo de que en su época ya no hubiese mujeres caritativas («como doña Urraca que daba su cuerpo a los moros por dineros y a los cristianos de gracia, y aquella Santa Nefija de quien se dice que daba limosna de su cuerpo«), y lo hacía porque, teniendo ocho apellidos cristianos, querían cobrarle sus favores.
¿Y quién es la patrona de los funcionarios? Pues santa Rita de Casia, la protagonista del dicho «santa Rita, Rita, lo que se da no se quita«, que utilizamos cuando no queremos devolver algo que se nos regaló y ahora su dueño nos pide.
Margarita Lotti, Rita para los amigos, nació en 1381 en Roccaporena (Italia). A pesar de que desde muy niña tuvo vocación religiosa y siempre repetía que quería ingresar en un convento, sus padres la casaron con apenas 14 años. El marido en cuestión era un pieza de mucho cuidado que le hizo la vida imposible, y la única respuesta de ella era rezar y rezar por el fulano. Tuvieron dos hijos, que también le salieron rana y se convirtieron en una fotocopia en miniatura del padre. Y ella, resignada y piadosa donde las haya, seguía rezando por ellos. Tanto va el cántaro a la fuente, vía padrenuestros y avemarías, que al final alguien la escuchó y consiguió que cambiase la actitud de los hombres de la casa. Aunque tampoco duró mucho, porque justo cuando la convivencia en el hogar se estaba arreglando su marido fue asesinado en una reyerta y sus hijos fallecieron de la peste. A Dios pongo por testigo que las oraciones de la pobre Rita nada tuvieron que ver en estas desgracias familiares. Entonces, tras soportar 20 años de tormentoso matrimonio y libre de ataduras, pensó que podría ingresar en el convento. Pero no fue nada fácil, porque no era virgen. Tras varias negativas, consiguió ser aceptada en el monasterio de las agustinas Cascia (Casia en castellano), donde se entregó a una vida de oración y penitencia. Y de conseguir imposibles, porque demostró que sus rezos eran muy eficaces. En cierta ocasión, consiguió que cierta doncella, difícil de mirar la pobre y con ningún pretendiente, encontrase novio tras los correspondientes rezos de la santa —Rita fue beatificada por el papa Urbano VIII en 1627 y canonizada en 1900 por León XIII—. El caso es que, llegado el momento del enlace matrimonial, el novio la dejó plantada en el altar y la doncella le recriminó a la santa que le había dado un novio y luego se lo había quitado: ¡Santa Rita, Rita, lo que se da no se quita! Falleció en el convento en 1457.
Además de la patrona de los imposibles, en España también lo es de los funcionarios, y no por motivos religiosos, sino porque una vez conseguidas las plazas laborales en las distintas Administraciones Públicas es harto difícil, por no decir imposible, que pierdan el puesto de trabajo.
Aun no entiendo la inclinación de los curas por las vírgenes!
Bueno, todo el mundo es virgen alguna vez…y algunos lo son hasta su muerte.
¿Y quien es el patrón del denostado, con razón, colectivo de los periodistas?
Pues parece que es San Francisco de Sales