Antes de nada, habría que precisar que le preguntaremos a nuestro amigo romano por estos tres emperadores de la dinastía Julio-Claudia que gobernaron durante el siglo I porque son considerados como ejemplo de crueldad y depravación.

Yo: Para nosotros, que vivimos en el siglo XXI, los emperadores Tiberio, Calígula y Nerón tienen fama de crueles y depravados, ¿cómo fueron para vosotros que vivisteis en aquella época?

Un romano de la época: ¿Por qué crees que fueron depravados?

Yo: A las pruebas me remito: Tiberio, en su retiro de Capri, disfrutaba contemplando las relaciones sexuales entre adolescentes y adiestró a niños, a los que llamaba pececillos, para que le excitasen durante el baño jugando entre sus piernas; Nerón se prendó de un esclavo llamado Esporo y, como para él era poco mantenerlo como amante y quería casarse con él, los castró para evitar la prohibición de casarse con alguien del mismo sexo (supongo que sería un cambio de sexo de la época); y Calígula… Calígula era el rey de las orgías y un enfermo degenerado. ¿Te parece poco?

Un romano de la época: Bueno, lo de depravados se supone que es una conclusión a la que habéis llegado con vuestra mentalidad del siglo XXI, porque vuestro actual pudor y rubor congénito por algunos temas, como el sexo, está imbuido en vuestras mentes por la educación judeo-cristiana que habéis recibido desde pequeños, pero en nuestra sociedad el concepto de “pecado” u “homosexual” no existe, ni se contempla como un atentado moral la pederastia o cualquier otra forma de placer sensual. Para nosotros el sexo no es una relación entre iguales, sino un juego de poder, en el que lo aceptable o inaceptable viene determinado por el puesto que uno ocupa en la jerarquía social, y el emperador está en lo más alto. Lo importante no es con quien te acuestas, sino el rol juegas en la relación: activo o pasivo. Un paisano tuyo de Hispania, Séneca el Viejo, decía “el sexo pasivo en un hombre libre es un crimen; en el esclavo, una obligación; en el liberto, un servicio”. Ya puestos, también deberías meter en el saco de los depravados a aquel del que se decía que fue “marido de todas las mujeres y mujer de todos los maridos”, que no era otro que Julio César y, que yo sepa, lo tenéis por un gran político y militar.

Yo: Pero lo de Tiberio…

Un romano de la época: Los propagandistas del Senado, y los de su propio sucesor, su nieto Calígula, extendieron una serie de bulos que consiguieron cambiar la imagen del adusto y erudito general por la de un anciano aficionado al voyeurismo y a la pedofilia. Era un hombre melancólico y depresivo (Plinio el Viejo lo llamó «el más triste de los hombres«), que cada cierto tiempo necesitaba retirarse de la vida pública -en tiempos de Augusto lo hizo en Rodas, para dedicarse al estudio, y siendo emperador en Capri, asqueado de la política- y que nunca quiso heredar el título tan codiciado de emperador. Por cierto, no sé si sabes que en cuestiones de economía os podría dar alguna lección…

Yo: Cuenta, cuenta…

Un romano de la época: Tras la batalla de Accio y la derrota de Antonio y Cleopatra, César Augusto se hizo con las riendas de Roma y dio comienzo un período de expansión territorial y de desarrollo económico sin precedentes («A Roma no la va a conocer ni la loba que amamantó a Rómulo y Remo«). En palabras de Dión Casio: «Los romanos añoraban mucho a Augusto porque mediante su combinación de monarquía e instituciones republicanas, garantizó su libertad y también restauró el orden y la estabilidad. De este modo, podían vivir con una liberta moderada en una monarquía sin horrores [aparentes añadiría yo], y no debían soportar los excesos asociados a un gobierno popular»

Hubo una reorganización política, social y económica que permitió que llegasen las vacas gordas: tras controlar Egipto el grano llegaba a Roma sin contratiempos, la Pax Romana permitió el crecimiento del comercio, el crédito fluía y los ciudadanos invertían en tierras y en las ínsulas (edificios de apartamentos que se alquilaban, ¿boom inmobiliario?), incluso los advenedizos que querían hacer carrera en la política se endeudaban para financiar espectáculos y ganarse el favor de la plebe, las obras públicas proliferaban como setas… Augusto era de los que pensaba que el dinero tenía que estar en movimiento y no acumulando polvo en las arcas del Estado. Pero este periodo de vacas gordas tenía un precio: crecimiento brutal de los precios (según el poeta Marcial, «en Roma se pagaban los precios más altos lo mismo por la virtud que por el vicio«). ¿Y quién se iba a comer este marrón? Tiberio, su sucesor.

En los primeros años, Tiberio todavía pudo disfrutar del legado de Augusto, pero aquella burbuja tenía que explotar más pronto que tarde. Y, la verdad, es que, al encontrarse la arcas vacías y tratar de reducir los precios, las medidas que tomó Tiberio supusieron un frenazo brutal para la economía al reducir el dinero circulante: se redujo drásticamente la inversión en obras públicas, la distribución de grano se limitó, se liberó a algunos ricos de la pesada carga de administrar tantos bienes acusándolos de enemigos del emperador (se quedó todos sus bienes y los miembros del Senado fueron amablemente invitados a comprarlos en pública subasta con dinero que tuvieron que pedir prestado) y, para rematar, llamó al orden a los bancos (argentarii), que en este período inflacionista habían contribuido prestando dinero sin apenas garantías y a un interés por encima del legal. Se cerró el grifo de los créditos y exigieron el pago de la deuda. De la noche a la mañana, tierras, viviendas, animales… todo se puso en venta para poder liquidar la deuda con los bancos y los precios cayeron en picado. El dinero dejó de fluir y los negocios quedaron sin liquidez. Los ciudadanos corrieron a retirar sus depósitos para pagar a los acreedores y algunos bancos, como el de Balbo y Olio, cayeron al no poder hacer frente a las peticiones, lo que salpicó a otros mayores. Y, claro está, cuando la urbe tosía todo el Imperio se resfriaba.

Yo: ¿Y qué hizo Tiberio para que digas que podía darnos una lección?

Un romano de la época: Las medidas del emperador hicieron que Roma pasase de un periodo inflacionista a una terrible deflación que paralizó la economía. Así que, volvió a inyectar el dinero a través de los bancos distribuyendo un millón de piezas de oro, pero con la obligación de prestarlos a los ciudadanos sin intereses durante tres años y la prohibición de utilizarlos para cuadrar sus cuentas –Un rescate como el que se hizo en vuestro país hace nada, pero muy diferente en cómo se empleo el dinero-. Aquella medida descongeló el crédito y despertó la economía.

Yo: Vale, dejando a un lado a Tiberio y las cuestiones del sexo, ¿qué me dices de Calígula y Nerón?

Un romano de la época: Pues que fueron excéntricos y megalómanos.

Yo: Entonces, ¿es verdad que Nerón estaba tocando la lira mientras Roma ardía o incluso que fue él quien ordenó que se incendiase?

Un romano de la época: Bueno, tocar, lo que se dice tocar, nunca la tocó, porque de sus cuerdas nunca salió música, pero Nerón no estaba en Roma cuando se produjo el gran incendio hace 16 años. Y aunque no me gusta hablar bien de él, hay que reconocer que envió a las legiones a sofocar el fuego. Además, cuando llegó a Roma se abrieron las puertas de su palacio a los damnificados, se repartió comida y ordenó retirar los escombros rápidamente para evitar enfermedades. Los responsables, vete tú a saber. Nerón culpó a los cristianos y otros lo acusaron a él.

Yo: Y los que acusaron al emperador, ¿por qué lo hicieron?

Un romano de la época: Dicen que Nerón buscaba construir una nueva Roma. Para ello necesitaba eliminar las viejas construcciones y así tener un gigantesco solar sobre el que edificarla. De hecho, planeó levantar un palacio digno de su megalomanía y comenzó la construcción de la más extravagante edificación de Roma: la Domus Aurea. Cincuenta hectáreas de lujosos salones cubiertos de frescos, oro, marfil y piedras preciosas, techos con compuertas a través de las cuales los esclavos arrojaban flores y perfumes, un enorme salón cubierto por una cúpula dorada -de ahí su nombre- y que giraba continuamente movido por la fuerza del agua, jardines y una gran laguna artificial, la Stagnum Neronis, la que después Vespasiano ordenó anegar y sobre la que se construyó el anfiteatro. Y además, el Coloso, una estatua de bronce representando a Nerón de más de treinta metros de altura.

Yo: Veo que lo de megalómano le va que ni pintado, pero, como tú dices, eso no prueba que él lo hiciese. ¿Y también me vas a dejar sin argumentos para atacar a Calígula, tío de Nerón, que llegó a nombrar cónsul a su caballo Incitatus?

Un romano de la época: Yo creo que a Calígula le pudo su edad. Siendo muy joven se convirtió en el hombre más poderoso del mundo, y hay que tener la cabeza muy bien amueblada para que no se te vaya de las manos. A pesar de todos sus excesos y excentricidades, que de eso todos fuimos conscientes, ha sido uno los emperadores más queridos por el pueblo. Otra cosa es lo que de él pudiesen decir senadores, las familias más pudientes e incluso los de su propia sangre. De hecho, tu pregunta sobre si nombró cónsul a su caballo es un claro ejemplo del trato que dio a los políticos de la época y que, lógicamente, no le han perdonado. Es verdad que dijo que nombraría a Incitatus cónsul de Roma, pero nunca llegó a hacerlo. Eso sí, a mi no me habría importado ser su caballo, porque su cuadra estaba cubierta de mármol, tenía un pesebre de marfil donde comía a cuerpo de rey y en sus paseos lo engalanaban con joyas. Pero como te decía, no lo hizo. Él simplemente quería dejar claro quién era el que mandaba, hasta el punto de poder nombrar cónsul a su caballo si le apetecía. Además, aquella bravuconada también le sirvió para hacerles ver a los senadores y magistrados díscolos que hasta un caballo podría hacer su trabajo.

Yo: Pero los excesos sexuales de Calígula…

Un romano de la época: Por lo que vosotros entendéis como excesos sexuales, ¿dime un solo emperador que no los haya cometido? Esos tres…y todos, pero no me extraña que penséis así si creéis como cierta la película Calígula que dirigió Tinto Brass en 1979. Y para rematar la faena, que se me hace tarde y me tengo que marchar, respecto a lo de ser crueles, llegando a perpetrar asesinatos de familiares para conseguir el trono o mantenerse en él, harías mal en pensar que es una práctica propia de Roma, pues es un vicio que lo puedes encontrar en cualquier tiempo y lugar y en diferentes culturas.

P.D.: Si os ha gustado este tipo de historia, me lo podéis indicar en los comentarios y repetiremos con otros personajes y épocas.