No sólo Reckless, sino sargento Reckless. Esta coreana, miembro del Cuerpo de Marines de los Estados Unidos, recibió varios galardones, incluidos dos Corazones Púrpura, por los servicios prestados en la Guerra de Corea, con la particularidad de que Reckless era… una yegua.
Los extensos territorios cubiertos por masas boscosas en la península de Corea y las lluvias torrenciales dificultaban enormemente el uso de los tanques y otros vehículos acorazados, por lo que se decidió equipar a las unidades de marines con Recoilless Rifle, cañones sin retroceso similares al bazooka pero que dispara proyectiles en lugar de cohetes. Tenían menor alcance y poder destructivo que un cañón, pero podían ser transportadas por 2 hombres y disparados por un solo marine.
El problema era cargar con los proyectiles que pesaban 10 Kg cada uno. Así que había que buscar a “alguien” que acarrease esa carga por las selvas y lugares donde no podían llegar los vehículos. En octubre de 1952, el teniente Eric Pedersen, oficial al mando del 5º Regimiento de Marines, se dirigió a Seúl para buscar un animal de carga. Y allí encontró a Ah Chim Hai (Llama de la mañana), una joven yegua cruce de pura sangre y caballo mongol, propiedad de Kim Huk Moon. La intención de Kim no era vender su yegua, pero cuando Pedersen le ofreció 250 dólares -que pagó de su propio bolsillo- no pudo negarse. Necesitaba ese dinero para comprar una pierna ortopédica a su hermana que había sido víctima de una mina. Cuando llegaron al campamento, dejaron a Reckless, que así la llamaron, en manos del sargento Joseph Latham, un experto en caballos.
La misión que se encomendó a Latham fue la de adiestrar y acostumbrar a Reckless a su nuevo oficio de porteador. Día a día, trabajaban con la carga que Reckless tendría que llevar en una albarda adaptada -consiguió llevar 10 proyectiles, pero normalmente la carga era de 8-, subían y bajaban de los remolques que la transportarían y, lógicamente, le enseñó algunas órdenes básicas. Además, se dio la orden de que nadie la montase, era un activo demasiado valioso como para correr el riesgo de que se lesionase. Consiguieron para ella pienso y fruta, pero a Reckless le gustaba probar cualquier cosa que estuviese a su alcance, sobre todo huevos revueltos, las barritas de chocolate… y la Coca-Cola. Lo de dormir a la intemperie tampoco lo llevaba bien, gustaba de meterse en la tienda de Latham y echarse junto a la estufa. Y pronto llegó el día en el que Reckless tuvo que demostrar su valía: tenían que atacar una posición enemiga desde lo alto de una colina. La subieron al remolque y el convoy se trasladó hasta el pie del cerro, desde donde ya fueron los hombres y Reckless los encargados de portar el cañón y los proyectiles. Cuando se produjeron las primeras explosiones, Reckless se puso muy nerviosa, relinchando, encabritándose y queriendo huir. Reckless estaba habituada a los ruidos de vehículos, algún disparo y a los propios de un campamento de campaña, pero no al estruendo de una guerra. Latham tuvo que emplearse a fondo para sujetarla y calmarla. Después de un par de viajes desde la base de la colina hasta la cima, parece que se tranquilizó. Había sido su bautismo de guerra.
El 5º Regimiento fue enviado a la retaguardia durante un mes para descansar, tiempo que empleó Latham para continuar con el aprendizaje y Reckless… para seguir haciendo de las suyas. Se cuenta que en una ocasión se comió varias fichas de póquer de una mano ganadora. Después de reponer fuerzas, volvieron al frente y Reckless volvió a sorprender a todos: tras hacer el primer viaje desde donde le cargaban los proyectiles hasta donde se disparaban y volver, Reckless ya no necesitó que le acompañase Latham. El resto de viajes los hizo ella sola. En marzo de 1953, en un solo día llegó a hacer 51 viajes desde el punto de suministro de municiones al de tiro, llevando casi 400 proyectiles y regresando cargando heridos. Lógicamente, sus trayectos no estaban exentos de peligro y fue herida en varias ocasiones de las que se recuperó rápidamente gracias a su fuerza y a los cuidados de Latham… y del resto del Regimiento, para los que siempre fue un Marine más.
Cuando terminó la guerra, y después de un tortuoso viaje en barco, Reckless pisó por primera vez suelo estadounidense el 10 de noviembre de 1954. Vivió junto a la familia del teniente Pedersen hasta que se le acondicionó un lugar en el Campamento Pendleton de los Marines, donde fue tratada a cuerpo de rey o, mejor dicho, de reina y ascendida a sargento. Tuvo cuatro potrillos y falleció en 1968 a la edad de 19 años.
Además de ser el único equino en conseguir el rango de sargento del Cuerpo de Marines, recibió todas estas condecoraciones: dos Corazones Púrpura, una Medalla de Buena Conducta del Cuerpo de Marines, la Mención Presidencial con estrella de bronce, la Medalla al Servicio de la Defensa Nacional, Medalla al Servicio en Corea, la Medalla al Servicio de las Naciones Unidas para Corea, una Mención Honorífica de la Unidad de la Armada y la Presidencial de la República de Corea. Ahí queda eso…
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Una hermosa y lacrimógena historia de propaganda bélica que nos habla de como a veces no se pierde la humanidad a pesar de la guerra. La humanidad a que me refiero es la capacidad de aprovecharse de un ser indefenso para actividades peligrosas mientras se ataca una tierra extranjera con la intención de saquearla y dominarla. Y también me refiero a la humana actitud de los señores de la guerra, aquellos privilegiados que no arriesgan su vida en la batalla pero se sienten legitimados para imponer medallas a quienes consideran que «lo han hecho guay». Y hacerlo guay, para ellos, es ser lo suficientemente estúpido para trabajar sin quejarse y sin pensar bajo una lluvia de balas; en otras palabras, ser tan estúpido como un caballo.
Jesús, cuanta amargura XD
Amargura no, realidad.
Yo, por mi parte, no pudo evitar preguntarme si habría recibido tanta condecoración si la coreana, en lugar de una yegua, hubiera sido una mujer que hubiera hecho exactamente lo mismo.
Coincido con Vd, querido amigo. Algunos creen que cualquier lugar es adecuado para sus pseudomitines. Solo nos queda tener paciencia y esperar que se vayan aburriendo y nos dejen seguir disfrutando de las historias de la historia.
Querido amigo Ivan, por supuesto…