Creo que no nos equivocamos si nos atrevemos a decir que “El jorobado de Notre Dame” (Disney 1996) ayudó a toda una generación a relacionar con París otro monumento además de la Torre Eiffel. La impresionante vivienda de Quasimodo en medio de una isla, con vidrieras y gárgolas incluidas, resultó ser catedral de la capital francesa y abanderada del estilo gótico.

Dicen que desde los celtas, el lugar ya era sitio de culto. Durante unas obras de excavación para la construcción de un aparcamiento bajo la plaza, se encontraron restos romanos. Desde la primera edificación de estilo románico hasta la que podemos visitar hoy en día, han sido muchos los hitos históricos acontecidos en sus alrededores. Seguramente uno de los más señalados fue, allá por diciembre de 1804, la coronación de Napoleón Bonaparte y Josefina de Beauharnais (su feliz esposa) como emperador y emperatriz de Francia, respectivamente. De manera generalizada, las mejoras al arte gótico estuvieron muy motivadas por el crecimiento económico de las ciudades. La burguesía se empoderaba y el clero no se quedaba atrás. En París, por supuesto, también se subieron al carro. Por eso fueron muchas las iglesias que comenzaron a ser derruidas para dar paso a “goticidades” que demostraran todo el esplendor de la sociedad, con sus pertinentes defensores y detractores.

Victor Hugo, considerado como uno de los máximos exponentes de la literatura francesa, no era muy amigo de estas destrucciones masivas. Así, cuando en 1830 su editor le pidió que escribiese una novela, vio una gran oportunidad de propaganda en defensa del arte medieval. Y de esta forma nació Nuestra Señora de Paris (1831), novela en once entregas convertida en uno de los modelos del romanticismo francés.

Esmeralda y Quasimodo

Hace hoy trescientos cuarenta y ocho años, seis meses y diecinueve días que los parisinos se despertaron al ruido de todas las campanas repicando a todo repicar en el triple recinto de la Cité, de la Universidad y de la Ville. De aquel 6 de enero de 1482 la historia no ha guardado ningún recuerdo. Nada destacable en aquel acontecimiento que desde muy temprano hizo voltear las campanas y que puso en movimiento a los burgueses de París…

Así empieza esta historia ambientada en el París del siglo XV, con sus sombrías callejuelas pobladas por desheredados de la fortuna y espíritus atormentados, la gitana Esmeralda, que predice el porvenir y atrae fatalmente a los hombres, es acusada injustamente de la muerte de su amado y condenada al patíbulo. Agradecido por el apoyo que en otro tiempo recibió de ella, Quasimodo, campanero de Nuestra Señora, de fuerza hercúlea y cuya horrible fealdad esconde un corazón sensible, la salva y le da asilo en la catedral.

Según se descubrió en un documento de la galería Tate de Londres, el personaje de Quasimodo pudo estar inspirado en uno de los maestres que se encargaron de las mejoras en la basílica de Notre Dame y con el que el novelista pudo tener contacto en uno de sus muchos paseos por las inmediaciones. La Catedral Medieval, personaje impertérrito de todo lo que sucede en la novela, mejoró a ojos de los ávidos lectores parisinos que volvieron a encontrarle su encanto natural… hasta hoy.

Colaboración de Marta Rodríguez Cuervo de Martonimos