Hansel y Gretel, el cuento de los pequeños hijos del leñador y la siempre malvada madrastra que fueron por dos veces abandonados en el bosque y que, gracias a su pericia, supieron arreglárselas para volver al hogar en la primera ocasión y huir de la casita de chocolate tras perpetrar el brujicidio. La versión más conocida de este clásico popular es de los Hermanos Grimm. El gran músico Richard Wagner la adaptó como ópera y se cuenta que era la segunda obra favorita de su hijo, por detrás de Parsifal.
Ya hemos hablado anteriormente de que, a poco que profundicemos en el verdadero significado de lo que cuentan estos relatos supuestamente infantiles, comprobamos que no lo son. Además de eso, sobre Hansel y Gretel se ha llegado a afirmar que era un relato directamente para adultos.
Era una época terrible para la sociedad europea, donde la miseria y la hambruna servían a los progenitores para «justificar» el abandono de niños… e incluso de que se llegasen a dar casos de canibalismo. En el abandono de los hijos del leñador, la madrastra ve la gran solución a todos los males de la familia. Lo que nos hace pensar que Hansel y Gretel eran dos ninis de 30 años que comían como auténticas fieras o que ella era el mismísimo Lucifer. El cuento que ha llegado hasta nuestros días es ya de por sí de los más crueles y fieles a su versión original. En él no se esconde la intención de la bruja de comerse a los niños tras atraerlos a su casa hecha de dulces, lo que supone una apuesta segura si se trata de captar la atención de dos niños hambrientos y desesperados. También se refleja, como hemos hablado antes, lo tajante que es la madre con respecto a la decisión que ha de tomarse con los niños.
¿Quieres que nos muramos de hambre los cuatro? ¡Ya puedes ponerte a cortar madera para los ataúdes! – le decía la madrastra al leñador.
Sin embargo, la moraleja del relato para los pequeños lectores no es otra que introducirles en su paso a la madurez y hacerles ver la importancia de resolver sus problemas aún en las situaciones más difíciles. De esta manera, Hansel quería tranquilizar a su hermana pequeña cuando escucharon a sus padres que iban a ser abandonados y, por dos veces, se las ingenió para señalar el camino de vuelta a casa. La primera vez lo consiguió, ya que había podido marcarlo con piedrecitas. La segunda vez no hubo tanta suerte, pues las señales habían sido hechas con migas de pan que se comieron los pájaros. Y es que a veces no todo sale como esperamos.
El niño también usó su sentido común para pensar que, si era cierto que las brujas tenían muy buen olfato pero una vista nefasta, podría engañarla enseñándole un hueso de pollo mientras ella pensaba que era su verdadero brazo que no engordaba. Por otro lado, Gretel también hubo de dejar de ser niña. Engañó a la bruja para que se metiese en el horno donde iba a cocinar a su hermano y tuvo el valor de empujarla y cerrar la puerta para que muriese achicharrada.
Después de saquear la casa de la bruja, los niños consiguieron regresar a casa donde -¡Oh sorpresa!- la terrible madrastra había muerto. Con los tesoros encontrados, y las dos brujas muertas, ahora sus vidas serían más fáciles.
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¿No dice nada del padre capaz de matar a sus hijos con tal de tener alguien con quien dormir?
Sí, el padre parece un pobre alma cándida e inocente; pero su comportamiento también tiene tela.
Me encanta como haces la causalidad del hecho, es muy interesante, como se ha hecho la exclusión del término medio en los relatos. Saludos fraternos, continúa continúa publicaciones.
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Leamos el libro Psicoanálisis de los cuentos de hadas, tal vez nos permita hacer una lectura más profunda de este cuento.
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Quien ha tratado con bellezas de Centro Europa … me cuenta que no es de extrañar que los cuentos de madrastras vengan de allá. Son así. (¿y ellos?).