Quien más quien menos, todos conocemos al célebre Rascayú y su dicharachero y pegadizo ritmo.

Rascayú, cuando mueras qué harás tú – cantaba el mallorquín Bonet de San Pedro

En un principio podría parecernos que las alegres notas llevan consigo una inocente cancioncilla, pero nada más lejos de la realidad. La canción, llena de guiños a la necrofilia y un humor demasiado negro para la época, no se libró de la censura ni de las acusaciones de plagio. Recordando la primera estrofa de la canción, e ignorando los apelativos a nuestros protagonista, vemos que coincide con la canción “Bodas negras” del cubano Alberto Villalón basada en un poema de Carlos Borges.

Oigan la historia que contóme un día el viejo enterrador de la comarca; / era un viejo al que la suerte impía / su único bien arrebató la Parca. / Todas las noches iba al cementerio / a visitar la tumba de su hermosa / y la gente murmuraba con misterio: / es un muerto escapado de la fosa.

Esta canción que aúna amor y terror a partes iguales, cuenta la historia del alemán Carl Von Cosel. Como él mismo afirmaría, este doctor solía recibir en algunas ensoñaciones al fantasma de la condesa Anna Constantia von Cosel, de la que adoptó su apellido, y quien le aseguró que encontraría en una “exótica mujer de cabellos negros” el amor de su vida.

Trabajando en el Hospital Marine, en Cayo Hueso (Florida), se topó con una joven paciente veinteañera de nombre María Elena Milagro de Hoyos, hija de un fabricante de habanos y esposa de don Luis Mesa, quien tras sufrir un aborto la abandonó y huyó a Miami. La cuestión es que el doctor Von Cosel vio en María Elena “Helen” a la mujer de cabellos negros que su fantasmal ancestro le había indicado y empezó a despertar en él una obsesión que ni la muerte logró apaciguar, aunque no consta que ella le correspondiera. La joven fue diagnosticada de tuberculosis, enfermedad que el alemán se desvivió por curar tanto en el hospital como en su propio hogar, llevándole a su casa todo tipo de equipos y material sanitario. Finalmente, el 25 de octubre de 1931 con apenas 22 años, ella murió, tras haberle confesado su amor y ofrecido un sinfín de agasajos propios de la mujer más bella de Cayo Hueso.

Carl von Cosel y María Elena Milagro

Carl von Cosel y María Elena Milagro

Sin embargo, Carl Von Cosel no cesó en su empeño y, además de correr con todos los gastos funerarios y construir un mausoleo que visitaba noche tras noche, dos años después de la muerte de su Julieta particular decidió desenterrarla y llevarla a su casa. Allí unió los huesos con alambre y ganchos, rellenó el cuerpo con telas, puso en sus ojos cuentas de vidrio, la vistió, peinó y enjoyó y utilizó desinfectantes y perfumes por doquier para intentar, sino frenar, enmascarar el estado de putrefacción de María Helena. Incluso le compró un vestido de novia para casarse con ella. Los rumores de la locura del doctor comenzaron a circular y llegaron a la hermana de la difunta, quien fue a visitarle con la excusa de visitar con él el mausoleo y se encontró con aquella dantesca imagen.

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El cuerpo fue fotografiado, expuesto y posteriormente enterrado de incógnito para evitar nuevas profanaciones. Fue juzgado y absuelto. La imagen romántica de Carl Von Cosel prevaleció sobre la de profanador de tumbas. Quien sabe si el tal Rascayú quería emular al alemán y por eso frecuentaba tanto los cementerios…

Colaboración de Marta Rodríguez Cuervo de Martonimos