Nuestro archienemigo de hoy es uno de esos héroes de otros tiempos, símbolo junto a Numancia o Sagunto del orgullo que sentíamos por la terquedad hispana. La tozudez de Indíbil, junto a la de otro régulo indígena llamado Mandonio, formaba parte del temario en los colegios para acicate del espíritu patrio…

Vigésimo quinta entrega de “Archienemigos de Roma“. Colaboración de Gabriel Castelló

Pero… ¿Quién fue realmente Indíbil? No se sabe con certeza quienes fueron sus padres, pero sí de dónde era. Según los historiadores romanos Indíbil era el régulo de los ilergetes, por lo que podríamos ubicar su nacimiento sobre el 258 a.C. en la ciudad de Ilerda o contornada (actual Lleida) Es Tito Livio quien habla de él como Indíbilis, mientras que el griego Polibio, el cronista de Escipión Emiliano, le llama Andóbales. Tanto los nombres Indi como Ando, así como el sufijo –beles, son claramente ibéricos, contingencia que cuestiona la teoría de un posible origen celta de este correoso individuo.

¿Y quiénes eran los ilergetes? Era la etnia ibera que ocupaba buena parte de las actuales provincias de Lleida y Huesca. Los historiadores antiguos hablaron de una ciudad llamada Atanagrum como su capital, pero se desconoce aún su ubicación exacta. La gran ciudad de los ilergetes fue Ilerda, quizá la población ibera más importante al norte de Arse (Sagunto) Su posición estratégica entre el valle medio del Ebro y el mar, así como los recursos agrícolas y ganaderos del territorio, provocó que los dos grandes gallos que se alzaron en el Mare Internum codiciasen sus recursos.

guerrero ilergete

Aquí es donde entra Indíbil en la Historia. Muy poco sabemos de su apariencia y carácter, pues no hay descripciones ni físicas ni psicológicas del personaje, pero sí que sabemos como mudó de alianzas con cartagineses y romanos tratando de mantener al margen sus tierras de la sangrienta disputa que mantenían las dos potencias. Su búsqueda de un equilibrio beneficioso le hizo cambiar de lealtades según soplasen los vientos. Hoy consideraríamos deshonrosa una conducta así, pero para la sociedad ibera y celtibera del momento era completamente normal cambiar de parecer y bando a media contienda. Casos así, y peores, sucedieron pocos años después en la guerra de Viriato, el asedio numantino o durante la revuelta de Quinto Sertorio.

El caso es que, quizá antes o a raíz de la toma de Sagunto, claro ejemplo de la pasividad del Senado de Roma ante un ataque a una ciudad aliada, Indíbil optó por apoyar a los púnicos. Su pacto con Cartago le obligó a ponerse bajo el mando de Hannón, el comandante púnico que Aníbal Barca dejó para controlar Hispania mientras él emprendía su legendaria campaña italiana. Lo que no calculó Indíbil fue que la guerra entre Roma y Cartago se extendiese tan pronto a Hispania, y menos que un experto militar, Gneo Cornelio Escipión, recién desembarcado en Emporion (Ampurias, Girona), le plantase batalla a Hannón al frente de sus dos legiones y le derrotase frente a Cissa, un lugar muy próximo a la actual Tarragona. El revés púnico fue considerable: seis mil muertos y dos mil capturados, incluidos el propio Hannón e Indíbil. Asdrúbal Barca, que llegó tarde a la batalla con sus refuerzos, no pudo más que hostigar a la flota romana y mantener el Ebro como límite natural entre ambas potencias.

La liberación de Indíbil supuso la entrega de tributos y rehenes ilergetes a Roma, siendo expulsados de buena parte de los territorios que hasta el momento regía. Al año siguiente reanudó sus operaciones pro-púnicas hostigando a varias tribus celtíberas afines a los intereses de Roma. Su renovada alianza con Asdrúbal le dio rienda suelta para expandir su poder entre otros régulos vecinos menos belicosos, y más tras la derrota y muerte de los dos Escipiones en Kastulo e Ilorci (alto Guadalquivir, Jaén). La amistad cartaginesa no fue gratuita para el oligarca ilergete. Tuvo que entregar una buena cantidad de plata y a su propia esposa como rehén. Quizá cansado de la infinita codicia del Barca, o quizá atento al cambio de vientos que se estaba produciendo en Hispania, en el 209 a.C. Indíbil pactó con Publio Cornelio Escipión, hijo de uno de los Escipiones y nuevo legado enviado por el Senado de Roma para atajar el problema púnico. El romano aglutinaba bajo su mando a muchos iberos deslumbrados por su buena fortuna, algo que quizá decantase a Indíbil a cambiar de lealtades. La ayuda ilergete llegaría a cambio de la devolución de los rehenes que seguían en manos de Asdrúbal y la confirmación de su condición de rey vasallo de la República una vez Cartago fuese expulsada de Iberia.

Indibil y Mandonio

No se saben con certeza las causas, puede que los iberos viesen que Roma era un león vestido de cordero, o quizá los agentes bárcidas sobornasen a los régulos indígenas, pero el caso es que sólo un año mantuvo su nuevo pacto de fidelidad a Roma, pues en el 208 a.C. de nuevo Indíbil forma junto a los aliados iberos en las filas de Asdrúbal. La batalla de Baécula (quizá en Santo Tomé, Jaén) se saldó como la de Cissa para los intereses de Cartago. Asdrúbal consiguió huir, los púnicos fueron derrotados, otra vez Indíbil fue capturado y liberado a cambio de grandes tributos.

A la tercera no fue la vencida. El año siguiente Indíbil secundó una nueva revuelta hispana contra Roma fomentada por el cartaginés Magón. Otro régulo ibero, Mandonio de los ausetanos, que quizá era su cuñado, también acudió a la batalla que se libró en el 206 a.C. y que supuso el afianzamiento definitivo de Roma en la península. Escipión y su fiel Gayo Lelio masacraron a 20.000 sublevados en un angosto valle indeterminado de la Sedetania. Indíbil y Mandonio consiguieron huir.

La salida de Escipión a África dio alas de nuevo a la terquedad del régulo ilergete. De nuevo se alzaron los descontentos contra Roma, y de nuevo fueron derrotados, pero el manto de Lug no le cubrió en aquella ocasión: Indíbil cayó en combate y Mandonio fue entregado a los romanos como parte de la rendición incondicional, muriendo ejecutado poco después.

Muerte de Indíbil

Así fue la muerte de Indíbil según Tito Livio:

Una vez que cayeron acribillados por los dardos los que peleaban en torno al rey, que se mantenía en pie medio muerto y después quedó clavado al suelo por una jabalina