Fí­zose de dí­a a eso de las 5:49 del 24 de Julio de 1621. Al margen de esto, el 13 de Febrero de 1712, gracias al anterior dato, fí­zose de dí­a también.

Franí§oise Bourbone Catre-Dix de tous les saints, más conocido por Mon Perignon, afamado vendimiador del sur de Francia se disponí­a a abrir las barricas de su última cosecha. Conocido por la utilización de la mader del roble airoso (Aeolus robustus) para macerar sus vinos y el buen uso sus patentadas botellas de vidrio verde (gringlass), sin duda estaba preparado para la sorpresa que en los toneles le aguardaba.

Dispúsose a abrir la más pequeña de las barricas, como era costumbre en su familia desde hací­a más de cinco dí­as y menos de diez años, cuando, de repente, un infernal silvido manó de ella acompañado de un potentí­simo chorro de vino blanco que fue expulsado del interior de la misma con una brutal fuerza. Del impacto, tanto él como su hijo Gregori Monpetit du Parnasse, más conocido por Andrés, perdieron instantánemente, después de un rato, el conocimiento.

Mon, tras recuperarse y darse cuenta de que su hijo habí­a fallecido a causa de una caí­da sufrida tras recuperar, ileso, el conocimiento, no cabí­a en sí­ del asombro. El vino, su vino, habí­a logrado alcanzar un estado burbujeante y chisporroteante jamás visto. Desfí­zose en fuerzas y tras superar la muerte de Andrés, inició una campaña publicitaria sin precedentes para lograr la comercialización del nuevo néctar.

Gracias al boca a boca (web 2.0) fueron muchos los voluntarios que se ofrecieron a trabajar en las bodegas de Mon, tanto es así­ que a finales de ese 1712, dosmil cuatrocientas ventiseis personas desempeñaban algún trabajo para el vendimiador. Dosmil trescientos treinta y un trabajadores perecieron en la bodega en la dificil tarea de abrir las barricas, más de la mitad por impacto directo del nuevo vino. Pero pronto, a principios de 1719, todas las barricas, las tres, estaban abiertas.

Parecí­a que el negocio por fí­n iba a poder lanzarse, sin embargo un nuevo contratiempo apareció en escena.
Tras embotellas las botellas, la tremenda fuerza del vino airoso lanzaba los tapones violentamente. Ciento veinticuatro trabajadores perecieron en esta ocasión debido a traumatismos de diferente gravedad. Destacable es el momento en el que Mon, interesado y astiado por este nuevo problema, pregunta a uno de sus trabajadores por la muerte de otro de estos; conversación que quedará en los libros de historia:

¿Qu’est-ce que il est passé?

Horrible. Le bouchon a sauté et impactó contre l’oeil de Maurice.  J’Ai seulement écouté un Chhhhaaaaa …. PAN!

¡¡ C’est magnifique !!, Nous l’appellerons Champan!

Finalmente, tras conseguir dominar las diábolicas burbujas, Mon Perignon logra llenar todas las cortes europeas y parte de las extrangeras de su néctar, de su jugoso nuevo vino… de su Champán.