A diferencia de lo que ocurría en Mesopotamia o Egipto, donde el vino era un artículo de lujo sólo disponible para las clases más pudientes o celebraciones especiales, en la antigua Grecia, dadas las condiciones climatológicas y del suelo, el vino se convirtió en un producto asequible para todas las clases sociales. Además de mejorar las técnicas vitivinícolas y los procesos de elaboración del vino que aumentaban el rendimiento de las vides, los griegos fueron los primeros en producir el vino a escala comercial, convirtiéndose en uno de los principales productos de exportación. Llevaron la cultura del vino a todas sus colonias del Mediterráneo e incluso entre las propias polis griegas el cultivo de los cereales se fue sustituyendo por el de la vid -era mucho más rentable plantar vides que cereales-; hasta el punto de que muchas ciudades-estado tuvieron que importar el grano, otrora excedente. Tan asequible era que hasta los esclavos lo consumían, así que beber vino dejó de ser una práctica exclusiva de las altas clases sociales. Desde aquel momento, los griegos comenzaron a darle importancia a la procedencia del vino y, también, a su edad, cuánto más añejo mejor. Lógicamente, esto implicaba que las ánforas en las que se transportaba y almacenaba el vino debieron “etiquetarse”.

Crátera griega

Crátera griega

 

Los griegos llegaron a asociar beber vino con la cultura civilizada, distinguiéndose de los bárbaros que bebían cerveza o, peor aún, vino sin diluir. Porque los griegos no tomaban el vino puro, añadían agua al vino -nunca al revés- y siempre en una proporción superior de agua que de vino (una mezcla a partes iguales se consideraba vino fuerte). Si en Grecia existía un ritual asociado al consumo de vino ese era el simposio. Era el tiempo de la bebida y la charla entre los invitados después de concluir la comida principal (deipnon). Al acabar la comida, los sirvientes despejaban las mesas, adornaban a los huéspedes con coronas de hiedra y pámpanos, derramaban sobre ellos algunos perfumes, comenzaban a circular copas que se llenaban en la crátera (recipientes o vasijas hechas de barro donde mezclaba el agua y el vino para los invitados) y se elegía a un árbitro de las charlas. Los brindis y las charlas siguientes podían prolongarse alegremente hasta la noche.

Simposio

El vino animaba el festejo y la crátera aseguraba el circular festivo de los brindis que tenían mucho de ritual. Comenzaban con las libaciones del vino vertido en honor de los dioses; luego, al amparo de los dioses Dionisio y Zeus, se desplegaba el resto de placeres del simposio: perfumes, cantos, música, danzas, juegos, charlas, embriaguez… y erotismo. Los convidados eran solamente hombres, las mujeres de la casa no asistían pero sí admitían a hetairas, grandes bailarinas, excelentes flautistas y mejores amantes. Se creaba así una placentera atmósfera en la que los participantes comentaban sus ocurrencias y conversaban desenfadadamente, sobre todo de amor y política. En palabras del historiador y filósofo griego Jenofonte…

en los simposios se adormecen las penas y se despierta el instinto amoroso.

Komos

Una figura importante en este ritual era la del simposiarca, que podía ser el anfitrión o alguien del grupo elegido por votación. Era el que decidía la proporción de la mezcla y el número de cráteras que se iban a servir. Lo normal, para una reunión tranquila, eran tres; a partir de la cuarta comenzaban a entonarse los cantos regionales y las muestras de exaltación de la amistad; con la quinta peligraba el mobiliario y las charlas filosóficos se convertían en acaloradas discusiones; con la sexta se pasaba de las palabras a las manos… Y aunque lo normal era que el simposio comenzase y terminase en la casa del anfitrión, ya fuese regresando cada mochuelo a su olivo o durmiendo la mona allí donde a cada uno le pillase, en ocasiones la fiesta continuaba en la calle… era el komos. Los invitados, acompañados de la música, continuaban la fiesta recorriendo las calles, cual amigos de parranda nocturna (komoidós) y entonando canciones satíricas y obscenas en las que se burlaban de ciudadanos concretos o de sucesos de la actualidad. Dependiendo del grado de embriaguez y de las cráteras consumidas, la fiesta podía terminar en «comisaría» por peleas y actos vandálicos… Igual no hemos cambiado tanto. Y de esta juerga y cachondeo (komos), nuestra comedia.

Hoy en día, el simposio tiene un carácter académico, en formato de seminarios, y en ellos se intercambia ideas o nuevos descubrimientos y se fomenta el debate. Eso sí, se ha eliminado la parte lúdica (el vino y las hetairas)… o eso es lo que dicen los asistentes.