Durante algunos de los momentos más oscuros de la historia española su sola mención, siempre en voz baja, infundía el pánico entre las gentes. La Santa Garduña fue una sociedad secreta de criminales cuyo poder desafiaba por igual a la Iglesia y a la Corona. Eran granujas, prostitutas y espadachines a sueldo. Durante más de 200 años reinaron como los monarcas indiscutibles de los bajos fondos de la geografía española, y todavía en nuestros días su legado no ha desaparecido del todo. De hecho, su herencia y su modo de actuar permanecen vivos en organizaciones delictivas como la Camorra.

La Reconquista española fue una época de intensa exaltación religiosa y nacionalista, donde los judíos y musulmanes que vivían en territorio cristiano se encontraban indefensos y se convirtieron en víctimas favoritas de bandidos y malhechores que, en no pocas ocasiones, esgrimían la defensa de la fe como justificación de sus tropelías, lo que les granjeaba la aprobación tácita de la Iglesia. Por ello no es de extrañar que los nobles y caballeros que formaban las huestes de la Reconquista recibieran el inesperado refuerzo de una auténtica legión de rufianes que veían en esta campaña la oportunidad de obtener un buen botín. La Santa Garduña nació como consecuencia de todo ello.

Los orígenes de la Garduña como fuerza unificada se remontan a la época de los Reyes Católicos, quienes en el siglo XV emprendieron su cruzada contra los últimos reductos de influencia musulmana en la Península Ibérica. Era una época en que la balanza de poder variaba, y si bien nobles y señores feudales estaban perdiendo gran parte de su poder, lo cierto es que aún no se había desarrollado una nueva oligarquía que ocupase su lugar, por lo que existía un claro vacío de poder que permitió a la Garduña actuar en muchos lugares con total impunidad.

Los miembros de la Garduña fueron una extensión extrema de la Santa Inquisición, y su actividad podríamos compararla hoy día a la del Ku Klux Klan, esto es, una sociedad secreta esencialmente de carácter racista encargada de la persecución ilegal de los ciudadanos por razones xenófobas, sobre todo judíos y musulmanes que no abrazaban el cristianismo. Recurrían en muchas ocasiones al asesinato de cualquiera que difundiera o practicara ideas heterodoxas.

"Muerte en Madrid" de Lorenzo Vallés

«Muerte en Madrid» de Lorenzo Vallés

La Garduña era un grupo peculiar. Establecía una compleja liturgia que incluía la costumbre de encomendarse a la Virgen antes de un ataque o la consulta de la Biblia a modo de oráculo antes de tomar importantes decisiones, abriéndola al azar y buscando un significado alegórico para el pasaje revelado de esta manera. Saquearon y quemaron, ejecutaron por su cuenta en la hoguera a quienes consideraban herejes, y reclamaron sus propiedades.

Actuó sobre todo en Sevilla, ciudad que se convirtió en la sede principal del movimiento. La Garduña se organizaba en nueve grados a los que se accedía en función de los méritos que realizaban los militantes, no sin antes completar una ceremonia de iniciación exclusiva para cada rango. Los soplones eran los espías, exploradores y porteros de la orden; las coberteras eran prostitutas que realizaban tareas de apoyo e información; las sirenas eran frecuentemente las amantes de los jefes de la banda; los fuelles eran los encargados de la gestión el botín; los floreadores constituían la fuerza de choque, quienes asaltaban; los punteadores eran espadachines refinados que actuaban como duelistas a sueldo; de entre ellos se reclutaba a los guapos, quienes lideraban la banda. Aunque el liderazgo supremo correspondía a los maestros.

No obstante, una vez finalizada la Reconquista, la Garduña se convirtió en un lastre engorroso para las autoridades. Se trataba de un grupo especialmente celoso en lo tocante a la cuantía de sus botines y en muchas ocasiones cuando elegía un objetivo llevaba a cabo su cometido con minuciosidad, sin atender a ruegos ni razones. Lo que colmó la paciencia de la Corte…

Colaboración de Javier Ramos de Lugares con Historia