Argo, dirigida por Ben Affleck y ganadora del Óscar a la mejor película en 2013, narra cómo la CIA consiguió sacar de Teherán a seis diplomáticos estadounidenses que se habían refugiado en la embajada de Canadá tras el asalto de militantes de la Revolución iraní a la embajada de Estados Unidos en 1979. Con el apoyo del gobierno canadiense, idearon un plan tan disparatado como original: ir a Teherán y hacer pasar a los diplomáticos por un equipo de filmación canadiense que buscaba exteriores para rodar la película de ciencia-ficción Argo y, de esta forma, poder traerlos de vuelta a casa. Después de ver la película, Tony Méndez, el agente de la CIA que ideó el plan, dijo que, salvando las lógicas licencias artísticas, se había respetado la historia real. Con estos mismos ingredientes, rescate y cine, Vittorio de Sica conseguiría salvar a cientos de judíos con la película La puerta del cielo.

La porta del cielo

El verano de 1943 las tropas aliadas desembarcaron en Sicilia, llegando incluso a bombardear Roma con un balance de más de 3.000 muertos y 11.000 heridos. Il Messaggero publicó una carta fechada el 30 de agosto que Pío XII dirigió al Presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt

Excelencia:
Los acontecimientos recientes han centrado, como es natural, la atención del mundo sobre Italia y mucho –demasiado– se ha dicho y escrito sobre la política que debería o podría observar el país en interés suyo. Tememos que se haya dado por descontado que el país es completamente libre de seguir la política de su elección. Nos deseamos expresar a Vuestra Excelencia que es nuestra convicción que esto está muy lejos de la realidad. No nos cabe la menor duda sobre el deseo de paz y su realización a través de la conclusión de la guerra, pero en presencia de fuerzas excepcionales que se oponen a dicha realización o incluso a la declaración oficial de tal deseo, Italia se halla completamente encadenada, sin los medios necesarios para defenderse.

Si en estas circunstancias Italia se viera obligada todavía a soportar ataques devastadores contra los que está prácticamente indefensa, deseamos y rogamos que los jefes militares hagan lo posible por librar a los civiles inocentes y, en modo particular, las iglesias e instituciones religiosas, de los desastres de la guerra. Precisamente debemos hacer constar, con profundo dolor y pesar, las imágenes tan elocuentes de las ruinas de las ciudades italianas más importantes y pobladas. Sin embargo, el mensaje reconfortante dirigido a Nos por Vuestra Excelencia, alimenta nuestra esperanza de que –incluso frente a las experiencias más amargas– las iglesias y las casas construidas por la caridad cristiana para los pobres, los enfermos y los abandonados del rebaño de Cristo, puedan sobrevivir a los terribles ataques. Quiera Dios en su piedad, amor y misericordia escuchar el llanto universal de Sus hijos y hacerles oír la voz de Cristo que grita ¡Paz!

Nos complace aprovechar esta ocasión para renovar Nuestros sinceros respetos a Vuestra Excelencia.

Pío XII con los damnificados del bombardeo

Pío XII con los damnificados del bombardeo

Ante el empuje aliado, Mussolini se replegó y se hizo fuerte en el centro y norte de Italia. Las cosas se pusieron difíciles para el Duce cuando fue depuesto y el rey Victor Manuel comenzó a negociar el armisticio con los aliados. La reacción de Hitler no se hizo esperar: los alemanes ocuparon el norte y el centro del país estableciendo una línea de defensa al norte de Nápoles, además de liberar a Mussolini. Italia quedaba dividida en dos: al sur, las tropas aliadas; en el norte y el centro, las tropas alemanas con la colaboración de fascistas italianos que tenían que hacer frente a una creciente resistencia interior comandada por los comunistas.

Pío XII, ante la brutal represión sufrida por judíos y opositores al régimen, decidió no permanecer de brazos cruzados. Con la mediación de Giovanni Montini, futuro Pablo VI, contactó con el director Vittorio de Sica para financiar el rodaje de una película: La puerta del cielo. El título era muy representativo del guión -un viaje de un grupo de peregrinos al santuario de Loreto para pedir la intercesión de la Virgen— y de su propósito… rescatar a la mayor cantidad posible de judíos, antifascistas y perseguidos por la Gestapo. Para ello, y según acordaron De Sica y Giovanni Montini, contrataron al mayor número posible de actores, técnicos y extras —la mayoría de ellos perseguidos— al más puro estilo de superproducción hollywoodense. De Sica debía alargar el rodaje de la película hasta que los aliados, que ya habían tomado el sur de Italia, liberasen Roma y, por tanto, a todo el equipo de La puerta del cielo. La financiación corrió por cuenta de Pío XII —unos cuarenta mil dólares— y todo el rodaje de la película se realizó en la iglesia de San Pablo, donde permanecieron todo el tiempo refugiados. Durante su encierro, en una ocasión sufrieron la visita de los facistas y se llevaron a algunos judíos que nunca más volvieron a ver. Por aquella época, el propio Goebbels, el ministro de propaganda nazi, llamó a De Sica para ofrecerle convertirse en el estandarte del nuevo cine fascista italiano, y De Sica pudo declinar el ofrecimiento argumentando que antes debía terminar el rodaje comprometido con el Santo Padre.

Fotograma de "La puerta del cielo"

Fotograma de «La puerta del cielo»

Sin que se notase mucho, De Sica consiguió dilatar el rodaje el tiempo necesario hasta que el 4 de junio de 1944 los aliados liberaron Roma. Trescientas personas, en su mayoría judíos, consiguieron salvar la vida gracias al Papa y a Vittorio de Sica. En 1945, y tras alguna desavenencia entre el Santo Padre y el director, se estrenaba la película sin pena… pero con mucha gloria.

Sobre si Pío XII debió hacer más contra la barbarie nazi, sabremos en el próximo lustro cuando el Vaticano haga públicos los documentos relacionados con su pontificado.

Fuentes e imágenes: RTVE, Kurioso