La historia del Principado de Mónaco comienza en 1297, cuando Francesco Grimaldi, un buscavidas genovés, tomó la fortaleza construida a comienzos de siglo en lo alto de un promontorio rocoso. Sin asedios, sin sangrientas batallas, simplemente entró en ella disfrazado de monje y desde el interior consiguió abrir las puertas para que se infiltrasen el grupo de fieles que esperaban fuera. Hoy el escudo de Mónaco está sostenido por dos monjes blandiendo sendas espadas para recordar este hecho. Así dio comienzo una dinastía que ha llegado hasta nuestros días: los Grimaldi. Su secreto: arrimarse siempre al sol que más calienta. Ese sol ha sido casi siempre Francia, pero en otros momentos también España o el Piamonte. Como vasallo y protegido de alguno de ellos llegó hasta 1861 -con algunos paréntesis como su anexión por parte de Napoleón I-, cuando se declaró formalmente independiente. Eso sí, varios tratados firmados desde ese año han puesto a Mónaco bajo la protección de facto de su poderoso vecino.

Grimaldi

El precio que debió pagar por esa supervivencia fue la cesión a Francia de las extensas comunas de Roquebrune y Menton, lo cual suponía más del 90 % de su territorio, y de ese modo perdió casi todas sus fuentes de ingresos. El príncipe Carlos III fue el que tuvo la idea de crear el famoso casino de Montecarlo, después de rebautizar así, en su propio honor, el barrio de Spélugues. Como el juego era ilegal en los países vecinos, la idea fue un éxito y aún hoy es la primera fuente de ingresos del Principado. En 1869 se construyó el Palacio de la Ópera y el los años siguientes se crearon algunas de las señas de identidad del pequeño país, que hasta hoy han seguido dándole publicidad, atrayendo visitantes y, como no, divisas: el Instituto Oceanográfico en 1906, el rally de Montecarlo en 1911 y el Gran Premio de Velocidad en 1929.

Hasta 1911 los príncipes reinaban como monarcas absolutos, pero la Constitución promulgada ese mismo año convirtió al microestado en una Monarquía constitucional. Sin embargo, se ve supeditado a Francia en muchos aspectos. Ocurrió que durante la Primera Guerra Mundial el príncipe Luis II no tenía descendencia legítima. El trono habría pasado así a un primo suyo alemán, lo cual era inaceptable para Francia en guerra en ese momento con los teutones. Así que presionaron para que Luis II reconociese a Charlotte Louvet, una hija ilegítima habida en su estancia en Argelia mientras estuvo enrolado en la Legión extranjera. De este modo se convirtió en la princesa heredera Carlota, aunque más tarde abdicaría sus derechos en su hijo, que reinaría como Rainiero III (padre del actual soberano Alberto II).

Un nuevo tratado estipuló que en caso de que un príncipe fallezca sin descendencia Mónaco será anexionado por Francia, que es desde entonces el protector del Principado (que no tiene ejército). Mónaco a su vez no puede llevar una política exterior opuesta a los intereses de Francia. Asimismo, el jefe de gobierno (llamado Ministro de Estado) debe ser un súbdito francés designado por el príncipe entre candidatos propuestos por el gobierno francés. Aunque su defensa corresponde también a los galos, el Principado tiene una pequeña guardia ceremonial de unos 100 miembros (la Compañía de Carabineros del Príncipe). La policía la componen unos 500 agentes, siendo así Mónaco el país del mundo con más agentes de policía por habitante.

Colaboración: Javier Domingo