Si buscamos congreso en la RAE, la tercera y cuarta acepción, con mayúscula inicial, lo define como el edificio donde los diputados a Cortes celebran sus sesiones y la asamblea nacional en algunos países, respectivamente. Nuestro Congreso que, en teoría, es el órgano constitucional que nos representa parece que ejerce su función legislativa pensando que, como decía el poema de Catulo, «pedicabo ego vos et irrumabo«.

Esta forma de actuar es más propia de la sexta acepción que lo define como:

Cópula carnal

Esta definición, ya en desuso, tiene su origen en la Edad Media cuando la única forma que la mujer tenía para disolver el matrimonio era alegando la impotencia de su marido… pero había que demostrarlo. Para ello, marido y mujer debían mantener relaciones sexuales ante el congreso; un grupo compuesto por médicos, matronas, clérigos… ante los que el acusado debían demostrar su virilidad. Muchos hombres se bloqueaban ante el grupo de mirones y aunque si no daba la talla en primer instancia podía pedir un segundo intento, su hombría quedaban en entredicho. Pero esta prueba de la impotencia tenía otras versiones… en un caso de divorcio en York en 1433, un pobre hombre llamado John tuvo que someterse a esta dura prueba:

una mujer diferente a su esposa le enseñó sus pechos desnudos y con sus manos cogió y frotó el pene y los testículos del citado John, y lo estimuló cuanto pudo para que mostrara su virilidad pero en todo el tiempo antedicho, el citado pene alcanzó apenas los siete centímetros de largo, sin aumentar o disminuir…

Fuentes: Historia de la sexualidad – Malcolm Potts y Roger Short, Biblioteca del Pensamiento