Nuestro archienemigo de hoy no fue un caudillo tribal germano ni un reyezuelo helenístico, sino un bárbaro sencillo – un auxiliar convertido en esclavo – cuya denodada lucha por la libertad sobrepasó su tiempo y sirvió de inspiración durante cientos de generaciones hasta convertirse en un icono de la lucha contra la opresión.
Vigésimo tercera entrega de “Archienemigos de Roma“. Colaboración de Gabriel Castelló.
Espartaco (Σπάρτακος en griego) nació sobre el 113 a.C. en las tierras de los maedi, una etnia de la antigua Tracia (probablemente en las inmediaciones de la ciudad de Sandanski, en el suroeste de Bulgaria) Plutarco, Floro y Apiano son parcos en detalles sobre su persona antes de su ingreso forzoso en la escuela de gladiadores de G. Cornelio Léntulo Batiato (o Vatia) en Capua. Las tres fuentes coinciden en que fue auxiliar de las legiones, que desertó del ejército romano y que, cuando fue apresado, lo vendieron y acabó en una mina de yeso hasta que el afamado lanista lo adquirió para su negocio gladiatorio. Sólo Plutarco añade que su esposa, una especie de sacerdotisa de los maedi, también fue apresada junto a él; nada más se supo de ella. A pesar de la animadversión que provocó durante muchos años, los tres historiadores lo consideraron como un hombre cultivado y justo en sus juicios y pareceres. Su nombre fue común en las tierras ribereñas del Ponto Euxino (el Mar Negro) y se sabe de algunos reyes y caudillos tracios y cimerios que se llamaron Spardakoros o Spardacus.
Tracia era una región casi autónoma, podríamos decir un reino cliente, cuando Espartaco se alistó como auxiliar, pues sólo la franja costera mantenía una ocupación permanente romana. Seguramente no fue el único en enrolarse, pues desde la Tercera Guerra Macedónica hasta la Guerra Civil entre Pompeyo y César (49-45 a.C.) Tracia suministró auxiliares de forma permanente a las legiones. Este detalle debería de quitarnos de la cabeza a un Espartaco pastor nómada o labriego esclavizado, pues más bien sería un profesional del combate disidente de las Águilas de Roma. Se sabe que el rey tracio Rhascuporis le envió tropas a Pompeyo en el 48 a.C., (cuando estaba acampado en Dirraquio, hoy Durazzo, Albania), por lo que no sería muy descabellado conjeturar que en el 74 ó 75 a.C. Espartaco hubiese entrado en una de las levas destinadas a reforzar las legiones gubernamentales inmersas en los conflictos de la República en el Ponto, Asia o Hispania.
Espartaco entró en la historia cuando en el 73 a.C. encabezó junto a los galos Crixo y Enomao un motín en la escuela de gladiadores del mentado lanista Léntulo Batiato. De los 200 gladiadores allí entrenados, cerca de 70 hombres consiguieron escapar de aquel ludus, apoderarse de un vagón de armamento y material de combate y desarticular una pequeña fuerza enviada desde la vecina Capua para atraparles. Viéndose libres y con más impedimenta y equipo con el que pertrecharse, el pequeño ejército de esclavos saqueó la campiña colindante, refugiándose después en el tupido bosque que por entonces cercaba las laderas del Vesubio.
La respuesta de Roma desencadenó la Tercera Guerra Servil (73-71 a.C.) La situación resultaba harto embarazosa. En ambos extremos de la República se estaban librando dos largas guerras, una a cargo de L. Licinio Lúculo contra Mitrídates del Ponto en Oriente, mientras que G. Pompeyo trataba de conjurar la revuelta de Quinto Sertorio en Hispania. Este fue uno de los dos factores que se sumaron para garantizar un descalabro: no había legiones en Italia y el asunto de los esclavos no era para nada honorífico ni meritorio, más bien un trabajo sucio; por ello, el pretor G. Claudio Glabro salió al frente de las cohortes urbanas dispuesto a resolver dicho asunto sin despeinarse, subestimando las capacidades de los sublevados. Su ineptitud le llevó a acampar sin fortificarse frente a la guarida de Espartaco y sus hombres en el Vesubio, quienes, en una acción nocturna no carente de audacia, precisión y disciplina, se descolgaron desde su campamento con sogas, sorprendieron y masacraron a las confiadas tropas de Glabro. El pretor consiguió escapar de forma ignominiosa, siendo motivo de escarnio en el Senado su conducta temeraria e imprudente. El pretor P. Varinio, el sustituto de Glabro, cosechó similar resultado con mayores efectivos, saliendo tan escaldado como su antecesor.
La falta de tropas veteranas en toda Campania propició que durante el invierno del 73/72 a.C. Espartaco pudiese afianzar su posición, saquear más villas, alargar su sombra a las ciudades de Metaponto, Nuceria o Nola, liberar miles de esclavos y formarlos marcialmente (algo que certifica su conocimiento de las tácticas militares de la época), llegando a juntar bajo su mando, o quizá compartiéndolo con su compañero de armas Crixo, cerca de 70.000 personas. El Senado comenzó a preocuparse en serio según los esclavos se hacían con más efectivos, riquezas y territorio, pues el sur de Italia suponía el granero y el parque de latifundios de la aristocracia romana. Así pues, los dos cónsules del 72 a.C., L. Gelio Publícola y G. Cornelio Léntulo Clodiano, movilizaron en primavera dos de las legiones de la frontera norte para erradicar la molesta revuelta servil. A partir de este momento hay contradicciones en los escritos de Apiano y Plutarco, por lo que los hechos bien pudieron ser distintos a como aquí los resumo: La campaña fue agridulce para los rebeldes, pues mientras que la fuerza principal de Espartaco consiguió derrotar a Clodiano en los Apeninos, el pretor de Publícola, Arrio, se enfrentó y derrotó al potente ejército comandado por Crixo en Apulia, batalla en la que el gladiador cayó abatido junto a dos tercios de sus hombres. El tracio consiguió derrotar después a ambos cónsules en el Piceno, y cosechó una nueva victoria frente al G. Casio Longino, gobernador de la Galia Cisalpina, en Mutina (Módena), pero de nuevo fue una victoria casi pírrica que sólo hizo que enardecer a los suyos, envalentonarlos más y volver sus ambiciones hacia un hipotético saqueo de Roma, el destino más anhelado para todos ellos.
Como antiguo soldado que era, Espartaco bien sabía que era sólo cuestión de tiempo que las legiones les derrotasen, por lo que debía de procurarle a los suyos una salida urgente de territorio romano. Según Salustio, Crixo no pensaba como él; era un hombre impulsivo que se dejaba llevar por sus compañeros galos y germanos más pendencieros, incluso consideraba en serio tomar Roma y saquear Italia hasta que no quedase villa y aldea indemne, y quizá esa divergencia de puntos de vista les separó y condicionó sus destinos.
El Senado, horrorizado de ver a Espartaco tan cerca de Roma sin que ninguna fuerza pudiese retenerlo, le encomendó en el 71 a.C. a Marco Licinio Craso, el hombre más rico, insaciable y arrogante de Roma, que se hiciese cargo de las operaciones y liquidase el problema definitivamente. Le fue concedido mando sobre ocho legiones y no fue parco en aplicar severa disciplina a unas tropas atemorizadas y desmoralizadas, llegando a diezmar a una cohorte acusada de cobardía. Tan dura medida consiguió que ya nadie más huyese abandonando armas y equipo a merced del enemigo, como había sucedido justo antes de tomar el mando.
Como decidiese Aníbal en su momento, Espartaco convenció a los suyos de la imposibilidad de tomar los muros de Roma al asalto, levantaron tiendas y retornaron hacia Campania. Fue por entonces cuando, probablemente, el tracio entró en contacto con los piratas cilicios, con quienes pactó el envío de una flota que les sacase de Italia desde Rhegium (Reggio di Calabria) Los piratas traicionaron a Espartaco, quizá sobornados por Verres, el polémico gobernador de Sicilia. Craso persiguió a los rebeldes hasta tenerlos acorralados cerca de Rhegium y encerrarlos en la península calabresa construyendo un muro de 65 km. Espartaco, sabedor de que Craso no tardaría en recibir refuerzos, intentó pactar con él una salida negociada del conflicto sin ningún éxito. Vista la negativa, consiguió burlar el cerco de Craso valiéndose de una treta aprendida del tuerto cartaginés, lanzando una estampida nocturna de ganado contra una sección del muro mientras él y sus hombres lo rebasaban por el extremo opuesto. Las reses, que portaban antorchas en sus cervices, distrajeron lo suficiente a las tropas de Craso para que Espartaco llegase a Lucania.
La extraordinaria fuga de Espartaco colmó la paciencia del Senado a la vez que enrojeció la cara de Craso. Lúculo recibió órdenes de desembarcar sus legiones de Asia en Brundisium (Bríndisi) mientras que Pompeyo hacía lo propio con las suyas de Hispania en el Bruttio. La suma de los tres ejércitos suponía un montante de 20 legiones (cerca de 120.000 hombres), muchos de ellas formadas con veteranos curtidos en las guerras contra Mitrídates y Sertorio. Acorralados y acuciados, una nueva disensión se produjo entre los esclavos, esta vez protagonizada por dos de sus líderes, Gaunico y Casto, los cuales escindieron una fuerza de 30.000 hombres que fue derrotada por Craso. Este nuevo contratiempo obligó a Espartaco a marchar hacia el Adriático, pero cuando ya estaba cerca de Brundisium fue avisado de que Lúculo acababa de desembarcar allí, por lo que dio media vuelta en busca de un impaciente Craso que no estaba dispuesto a compartir con el recién llegado Pompeyo la gloria del triunfo.
El enfrentamiento final tuvo lugar en el valle del Río Sele (Silario), en el territorio actual de Senerchia cerca del pueblo de Quaglietta, en el Alto Valle del Sele (región de Lucania) En ese valle se vieron frente a frente los 80.000 esclavos de Espartaco y los 40.000 legionarios de Craso. Cuando ambas formaciones estuvieron dispuestas le llevaron su caballo a Espartaco, y éste, decidido a combatir como uno más, lo mató con su espada, diciendo después: «la victoria me dará bastantes caballos de entre los enemigos, y si soy derrotado, ya no lo necesitaré«. Aquella vez la disciplina y la superioridad táctica se impusieron al ímpetu y el ardor de los rebeldes. Cerca de 60.000 hombres cayeron aquella mañana en las riberas del Sele, incluido el propio Espartaco. Los 6.000 hombres que Craso capturó fueron crucificados en la Vía Apia desde Capua a Roma como macabra advertencia a todo esclavo que pensase que podía volver a desafiar el poder de la República. Casi 2.000 hombres consiguieron unirse a los piratas cilicios, mientras que los 5.000 supervivientes que lograron escapar de los gladios de Craso se toparon con los de Pompeyo pocos días después. Craso, después de todos los esfuerzos y disgustos, tuvo que disputarse con el de Piceno el honor de haber erradicado la revuelta, pues fue Pompeyo el primero en llegar a la Urbe y reclamarlo para sí mismo.
Espartaco siempre será fuente de inspiración atemporal para quienes luchan contra la opresión. De todas las obras que conozco, me quedo con la estupenda novela de Howart Fast que le sirvió de motivación a Kirk Douglas para que Stanley Kubrick rodase una obra maestra. Sobre el Spartacus, Blood and Sand que hemos visto en TV, todo parecido con la realidad es pura casualidad.
Lectura recomendada para el domingo: Espartaco, la rebelión de los esclavos http://t.co/JRK2qbee
Ya en la epoca de Roma había mafia en Sicilia XD…
Información Bitacoras.com…
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Hay una película del 2004, dirigida por Robert Dornhelm, muy infravalorada, pero que a mí me gustó mucho más que la de Douglas, y que además es mucho más verídica. Esta entrada prácticamente hace de buen resumen de ella. ¡Felicidades!
Así es, no se le ha dado bombo, quizá porque el reparto no era de primera línea, pero está muy bien.
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Como Espartaco, Howart Fast también fue un luchador contra la injusticia. Un saludo
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Sin duda fué un hombre de gran valor, unode esos que merecen que la história los glorifiquen.
Les recomiendo escuchar el Adagio que le dedicó el gran músico Aram Khachaturian–Spartacus and Frigia– ¡¡ Memorable !!
Rita, la obra entera…. Khachaturian, un compositor armenio memorable, auna Oriente y Occidente en sus obras (como Rodrigo, Albéniz y Falla) Gayaneh tampoco tiene desperdicio 😉
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Creo que ya lo he mencionado aquí o en otro lado, siempre lloro al final de Espartaco jejej
Un abrazo 🙂
Todo un mito.
Un ejemplo a seguir por todos los desposeídos del mundo.
Y estupendo el papel que en su día hizo Kirk Douglas.
Un saludo.
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Los he leido todos y me parecen buenisimos pero, me quedo con Casualida y le doy mi voto a su autora Ana Martinez Reina
Te lo pongo en su sitio…
Javier ; hablando de héroes seria bonito dedicar algún post a Cristino Garcia Granda y a otros heroes españoles tanto de un bando como de otro . Aunque tengo dudas , posiblemente ya has hablado de ello.
Un abrazo .
Te dejo un artículo que escribió mi amiga Begoña sobre Cristino García
http://holocaustoenespanol.blogspot.com/2010/05/cristino-garcia-granda-la-liberacion-de.html
Un abrazo
Cierto Javier; la tengo en mi filmoteca, me la he visto varias veces y es verdad que se ajusta bastante más a la novela de Fast, Goran Visjnic está bien en su papel de Espartaco, pero Angus Macfadyen no me gusta como Craso, quizá porque para mí es Sir Laurence Olivier 😉
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[…] para conocer más en detalle su gesta y el desarrollo de la Tercera Guerra Servil os invito a ver el artículo que sobre el tema que publicado en HdH), pero básicamente su argumento trata de cómo el lanista Léntulo Batiato lo compra en unas minas […]
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Felicita a Begoña de mi parte , excelente artículo.
De tu parte…
Muchas gracias a los dos! a Javier por recomendar el post, y a abulkasis por leerlo. Afortunadamente Cristino ya es algo más conocido, aunque creo que siguen sin tener el reconocimiento que merecen :).
Feliz noche a los dos.
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Esta nos suena un montón… – Espartaco, la rebelión de los esclavos http://t.co/SuyxtZxd
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he visto sangra y arena y todas las temporadas y me he puesto a leer un poco más y es lo máximo su historia.
[…] http://historiasdelahistoria.com/2012/01/29/espartaco-la-rebelion-de-los-esclavos […]
X Q ME DICE MI PROFE Q ESTO DE ENCICLOPEDIA ES MENTIRA DE LLOS LIBROS ES MEJOR DICE MI PROFE
[…] Espartaco, la rebelión de los esclavos […]
Yo no crucifico la serie de Showtime Spartacus, es muy buena, como eso, como serie de acción, ya después que tenga muchas inconsistencias como la aparición de Julio César y el Anfiteatro Flavio entre seguramente muchas licencias para llevar la trama, es otro tema, pero películas y este tipo de series, están solo inspiradas en alguna fuente, aquí agradezco no ser historiador y poder disfrutar del show sin cabrearme por la cantidad de ooparts, gazapos y licencias que se toman.
[…] Nuestro archienemigo de hoy no fue un caudillo tribal germano ni un reyezuelo helenístico, sino un bárbaro sencillo – un auxiliar convertido en esclavo – … […]
[…] si Charles Deslondes y sus soldados conocían la historia de Espartaco. Pero lo que seguro que sí inspira al líder de la rebelión son las revueltas de esclavos negros […]
Joachim Fernau dijo que no hay otra guerra que pueda considerarse justa como la de ESPARTACO. Y tenía razón. Os dejo algunos recursos referentes a este asunto que me parecen interesantes: https://gabrielrosselloblog.wordpress.com/2017/02/20/que-fue-la-revuelta-de-espartaco/
[…] Al final, tras agotar las reservas de agua, sal y de esclavos, niños y mujeres que sacrificar para alimentar a los guerreros, Calagurris se rindió sin condiciones a Lucio Afranio, pues Pompeyo había sido requerido en Italia junto a Craso y Lúculo para sofocar definitivamente una revuelta de esclavos que se estaba eternizando. Las legiones victoriosas de Hispania se las verían ahora con un bizarro ejército liderado por un gladiador tracio cuyo simple nombre provocaba pánico: Espartaco. […]
Excelente artículo, excepto en que el Espartaco protagonizado por Kirk Douglas, con guion de Dalton Trumbo, sea una obra maestra: si para ello tomamos en consideración que no enseña la verdadera historia ni sea cierto lo que se dice en la introducción con respecto a que el legado de Espartaco sea la libertad para la humanidad posterior a él. Tampoco es cierto que haya muerto en la cruz. Por tanto, un buen servicio oscurantista a la plutocracia imperante, entre muchos otros, para manejarnos basándose en las emociones; jugando con estas para oscurecernos y que, por ejemplo, no justifiquemos o sintamos admiración por desertores como el Espartaco.
Pero también se desacredita así la esclavitud a que sometían los romanos a los conquistados y similares, mientras ellos se entregaban valientemente a la pacificación del mundo en pro de una «Sociedad de Derecho Auténtica» y que ello era, además de una necesidad para liberarse ellos para ese cometido, un progreso humanístico con respecto a matar a los vencidos como hasta entonces se venía hacíendo en épocas anteriores. Además, muchos esclavos se les acababa por liberar si demostraban valía para otras actividades que no fuesen cuidar de las granjas y similares labores económicas para la supervivencia.
Y ya para finalizar, me disgusta la forma degenerada en que se pinta a la aristocracia romana para embellecer implícitamente a nuestra nefasta era de forma inmerecida. Son genios que saben muy bien como llevar a las masas por la moral, de forma similar a como se lleva a un gran toro con una argolla por la nariz.
La pintura que se hace en esta obra de la noble Roma antigua omite muchos rasgos dignos de elogio y pone de resalte basura moral que, incluso de ser cierta (cosa que dudo mucho), ni siquiera debería ser tomada en consideración por los «maestros» de la historia que sepan o quieran poner de relieve los rasgos fundamentales de esta, positivos como negativos. Claro que eso supondría poder contrastar la época actual con la pasada y, en consecuencia, poner en evidencia tanta basura y problemática como la que nos agobia.
Para evitarlo estos genios saben perfectamente que lo mejor para dejarnos sin luz es jugar con las emociones y sentimientos de las masas, mediante las artes escénicas, la música, la literatura y similares, con trabajos que tantas y tantas veces no tienen otro cometido que convertirnos en animales de piara, por el hecho de llevarnos o al menos inducirnos a hocicar morbosamente en vidas privadas (o la parte privada de estas a través de su arte). También pasé por encima de juicios de valor sobre la noble Roma antigua totalmente falsos, que no voy a revisar por considerar suficiente con lo ya dicho y porque estoy ya algo cansado.