Si hace un tiempo se publicaba «La pregunta del millón. ¿Diferencia entre un político y un ladrón?«, hoy quien les da caña a ese grupo de gente, parece que situados por encima del bien y del mal, llamados políticos es el «genial» Arturo Pérez-Reverte en su columna de XLSemanal. Como él dice, seguro que no son todos pero la imagen que dan como colectivo deja mucho que desear:
Paso a menudo por la carrera de San Jerónimo, caminando por la acera opuesta a las Cortes y a veces coincido con la salida de los diputados del Congreso. Hay coches oficiales con sus conductores y escoltas, periodistas dando los últimos canutazos junto a la verja y un tropel de individuos de ambos sexos, encorbatados ellos y peripuestas ellas, saliendo del recinto con los aires que pueden ustedes imaginar. No identifico a casi ninguno y apenas veo los telediarios; pero al pájaro se le conoce por la cagada.
Van pavoneándose graves, importantes, seguros de su papel en los destinos de España, camino del coche o del restaurante donde seguirán trazando líneas maestras de la política nacional y periférica. No pocos salen arrogantes y sobrados como estrellas de la tele, con trajes a medida, zapatos caros y maneras afectadas de nuevos ricos. Oportunistas advenedizos que cada mañana se miran al espejo para comprobar que están despiertos y celebrar su buena suerte. Diputados, nada menos. Sin tener, algunos, el bachillerato. Ni haber trabajado en su vida. Desconociendo lo que es madrugar para fichar a las nueve de la mañana, o buscar curro fuera de la protección del partido político al que se afiliaron sabiamente desde jovencitos. Sin miedo a la cola del paro. Sin escrúpulos y sin vergüenza. Y en cada ocasión, cuando me cruzo con ese desfile insultante, con ese espectáculo de prepotencia absurda, experimento un intenso desagrado; un malestar íntimo, hecho de indignación y desprecio. No es un acto reflexivo, como digo. Sólo visceral. Desprovisto de razón. Un estallido de cólera interior. Las ganas de acercarme a cualquiera de ellos y ciscarme en su puta madre.Sé que esto es excesivo. Que siempre hay justos en Sodoma. Gente honrada. Políticos decentes cuya existencia es necesaria. No digo que no. Pero hablo hoy de sentimientos, no de razones. De impulsos. Yo no elijo cómo me siento. Cómo me salta el automático. Algo debe de ocurrir, sin embargo, cuando a un ciudadano de 57 años y en uso correcto de sus facultades mentales, con la vida resuelta, cultura adecuada, inteligencia media y conocimiento amplio y razonable del mundo, se le sube la pólvora al campanario mientras asiste al desfile de los diputados españoles saliendo de las Cortes. Cuando la náusea y la cólera son tan intensas. Eso me preocupa, por supuesto. Sigo caminando carrera de San Jerónimo abajo, y me pregunto qué está pasando. Hasta qué punto los años, la vida que llevé en otro tiempo, los libros que he leído, el panorama actual, me hacen ver las cosas de modo tan siniestro. Tan agresivo y pesimista. Por qué creo ver sólo gentuza cuando los miro, pese a saber que entre ellos hay gente perfectamente honorable. Por qué, de admirar y respetar a quienes ocuparon esos mismos escaños hace veinte o treinta años, he pasado a despreciar de este modo a sus mediocres reyezuelos sucesores. Por qué unas cuantas docenas de analfabetos irresponsables y pagados de sí mismos, sin distinción de partido ni ideología, pueden amargarme en un instante, de este modo, la tarde, el día, el país y la vida.
Quizá porque los conozco, concluyo. No uno por uno, claro, sino a la tropa. La casta general. Los he visto durante años, aquí y afuera. Estuve en los bosques de cruces de madera, en los callejones sin salida a donde llevan sus irresponsabilidades, sus corruptelas, sus ambiciones. Su incultura atroz y su falta de escrúpulos. Conozco las consecuencias. Y sé cómo lo hacen ahora, adaptándose a su tiempo y su momento. Lo sabe cualquiera que se fije. Que lea y mire. Algún día, si tengo la cabeza lo bastante fría, les detallaré a ustedes cómo se lo montan. Cómo y dónde comen y a costa de quién. Cómo se reparten las dietas, los privilegios y los coches oficiales. Cómo organizan entre ellos, en comisiones y visitas institucionales que a nadie importan una mierda, descarados e inútiles viajes turísticos que pagan los contribuyentes. Cómo se han trajinado «“ahí no hay discrepancias ideológicas»“ el privilegio de cobrar la máxima pensión pública de jubilación tras sólo 7 años en el escaño, frente a los 35 de trabajo honrado que necesita un ciudadano común. Cómo quienes llegan a ministros tendrán, al jubilarse, sólidas pensiones compatibles con cualquier trabajo público o privado, pensiones vitalicias cuando lleguen a la edad de jubilación forzosa, e indemnizaciones mensuales del 100% de su salario al cesar en el cargo, cobradas completas y sin hacer cola en ventanillas, desde el primer día.
De cualquier modo, por hoy es suficiente. Y se acaba la página. Tenía ganas de echar la pota, eso es todo. De desahogarme dándole a la tecla, y es lo que he hecho. Otro día seré más coherente. Más razonable y objetivo. Quizás. Ahora, por lo menos, mientras camino por la carrera de San Jerónimo, algunos sabrán lo que tengo en la cabeza cuando me cruzo con ellos.
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Me ha encantado la columna. Gracias por publicarla, no la leí en su momento.
La verdad, me siento totalmente identificada con esa mala leche que rezuma el texto.
Suelo ir a monasterio de la cartuja, hoy convertido en edificio público de no se qué consejería. Además, se hacen exposiciones de arte, conciertos, cine…
Este verano, se montaba un escenario en los jardines, con piano y señor de esmoquin tocando el piano. Lo del señor lo se porque estaba ensayando. Pregunté que era aquello. Una cena privada, me respondieron, de la consejería. O sea, una cena privada, con invitados privados, con el dinero público.
Una verguenza.
Besos, guapo.
Otra genialidad de Pérez Reverte. Esta vez le ha tocado a los políticos, y con razón http://bit.ly/3jd5E2
Pues si, a los lectores os mola la columna de Perez Reverte, pero a mi no.
Eso lo publica Pérez Reverte en un periódico de derechas, que le debe su existencia unos accionistas nada apolíticos y a una publicidad nada apolítica y nada independiente, ni ideológicamente ni económicamente.
Un periódico que le facilita al «apolítico» de Reverte su «vida ya resuelta».
Pues bien, ese asco que le tiene a todos los políticos le debería llevar también a borrarse de esas columnas financiadas que tanto le ayudan a vivir.
Y algún día los fachas que le aplauden lo condenaran cuando no hable tan bien de ellos, como ya ha pasado con Garzón, bien que le aplaudieron cuando encerró a Corcuera y bien que lo han matado ahora.
@pep, para gustos los colores.
Salu2
Lo encontré http://t.co/0w7dp1C ¿Cómo se hace para no admirar a este señor?
Lo encontré http://t.co/0w7dp1C ¿Cómo se hace para no admirar a este señor?
@pep:
Tienes un plumero sectario (de la secta por excelencia) que se ve desde Cuba, por lo menos.
Yo no tengo que ser educado como el bloguero: tienes el coco podrido por el agitprop soziata, con casi toda probabilidad con carácter irreversible.