Décimo novena entrega de “Archienemigos de Roma“. Colaboración de Gabriel Castelló.

Nuestro archienemigo de hoy es uno de los bárbaros menos conocidos, pero no por ello digno de rememorar sus gestas, que fueron muchas y frente a un Imperio Romano en su momento de máximo esplendor.

Diurpanneo fue un caudillo dacio, territorio que comprendía la actual Rumanía, desde el Mar Negro hasta el curso medio del Danubio. Para dar una breve pincelada del carácter de aquellas gentes, emparentadas étnicamente con los getas, sármatas, roxolanos y bastarnos, aquí tenemos una cita de Heródoto:

[…] los getas se creen inmortales… a la hora de morir van a reunirse con Zalmoxis (algunos lo denomina Gebeleicis, que era su dios principal). Cada cuatro años envían a un mensajero elegido por sorteo, a entrevistarse con Zalmoxis… los encargados de enviarlo sostienen tres venablos, mientras que otros lo cogen de las manos y de los pies, y tras balancearlo en el aire, lo echan sobre los venablos. Si como es lógico, muere al ser atravesado, consideran que la divinidad les es propicia. Pero si no muere lo insultan y tildan de ser un malvado…. Cada vez que truena o relampaguea disparan flechas al aire, airados con el cielo, al tiempo que amenazan al dios […]

Diuparnneo sucedió a Burevista (no confundir con otro caudillo de igual nombre que vivió en la Dacia en tiempos de César y Pompeyo) al frente de un reino dividido y limitado por las tribus escitas, sármatas y el Imperio Romano. Su ascenso como rex de los dacios sobrevino al éxito de sus campañas militares contra los romanos después de preparar durante años a sus tropas, hostigando la frontera y creando alianzas con otras tribus vecinas para enrolarlas en su proyecto de la Gran Dacia.

Dacios contra romanos

En el 87 de nuestra era, Diuparnneo derrotó a un ingente ejército comandado por un tal Cornelio Fusco, anterior mediocre jefe del pretorio enviado por un emperador débil y paranoico, Domiciano. En el valle de Tapae (conocido hoy como las Puertas de Hierro en Transilvania, frontera entre Rumanía y Servia), cuatro legiones fueron emboscadas y dos de ellas prácticamente aniquiladas, incluida la prestigiosa V Alaudae. Probablemente tras aquel gran triunfo fue cuando Diuparnneo tomó como título Dekebal, común a los grandes caudillos dacios, cuyo significado sería algo así como “Fuerte como diez hombres” y que etimológicamente proviene del proto-indoeuropeo dekm– (diez) y –bal (fuerte). Los historiadores romanos, al llevar al latín el nombre indígena, convirtieron Dekebal en Decebalus.

Un año después, Tetio Juliano, el nuevo legado del Danubio tras la ignominiosa muerte de Fusco y sus hombres, tuvo que levantar el asedio de Tapae tras una revuelta en el Rin contra Domiciano que provocó que éste último tuviese que cerrar un tratado de paz entre Dacia y Roma más ignominioso aún que la derrota del año anterior, donde miles de hombres, y las sagradas águilas de las legiones, cayeron en manos de las tropas comandadas por Decébalo. Aquel fue el cénit del poder e influencia del líder dacio, recibiendo tributos, hostigando la provincia romana de Moesia a su antojo, con cada vez más desertores, tribus y naciones bárbaras a su alrededor confiando en que había llegado quien fuese capaz de derrotar a Roma como lo había hecho Arminio en Germania años atrás.

Una de las condiciones que aceptó Domiciano, más pendiente de sus vicios y fobias que de la gestión del limes, fue el envío de arquitectos e ingenieros a la Dacia para el embellecimiento de Sarmizegetusa, la gran capital del reino sita en una planicie de las Orastia junto a un despeñadero de 1.200 metros de caída. La ciudad se arracimaba en terrazas bajo la gran fortaleza cuadrangular donde residía el rey, contando en su interior con un gran santuario y con agua corriente a través de tuberías de terracota. No eran bárbaros greñudos los dacios, sino una nación sólida y refinada en disposición de desafiar a Roma.

Sarmizegetusa

Aquella situación de bonanza e insolencia ante la Domus Flavia se mantuvo hasta que un hombre extraordinario se hizo con las riendas del Imperio. Atrás quedaron las excentricidades y cobardías de Domiciano. Poco después de ser proclamado Emperador por el Senado, siguiendo los designios de su antecesor Nerva, Marco Ulpio Trajano, nacido en Itálica (Santiponce, Sevilla), retomó el asunto dacio en Marzo del 101, reuniendo en el Danubio el ejército más imponente desde tiempos de Augusto, construyendo un puente nunca visto hasta la fecha sobre el río y derrotando ese mismo año a Decébalo en el trágico lugar en que él había humillado a Fusco años atrás, el valle de Tapae. Mientras Trajano continuaba su avance arrollador contra la capital, Decébalo optó por cruzar el Danubio en sentido contrario y llevar el teatro de las operaciones fuera de la Dacia, intención que se vio frustrada tras la derrota de Adamclisi, donde casi 15.000 dacios fueron masacrados, victoria romana contundente que dejó camino expedito a Trajano para volver a Sarmizegetusa y sitiarla. Decébalo, antes de ver morir de hambre a los suyos, aceptó las magnánimas condiciones de rendición que el hispano le propuso.

La victoria romana no aplacó sus ambiciones. Tres años después de aquello, Decébalo se deshizo de su papel como “rey cliente” tributario que le impuso Trajano tras el armisticio y masacró a la guarnición romana de Sarmizegetusa, desencadenando la gran campaña de la Dacia que podemos aún contemplar en la Columna de Trajano. Decébalo no era un líder tribal ignorante y bravucón, como otros bárbaros cuyos nombres se tragó la historia. Dion Casio lo describió así:

[…] Era un lince para las cuestiones relacionadas con la táctica bélica y tenía asimismo buen ojo para salir victorioso en las guerras. Sabía juzgar con perspicacia qué momento era bueno para atacar y en cuál resultaba preferible replegarse. Era un experto en el arte de tender emboscadas y un maestro en las batallas a campo abierto. Además, no sólo sabía cómo sacar partido a un triunfo, sino asimismo como gestionar adecuadamente una derrota […]

La respuesta imperial fue contundente. Tres ejércitos entraron en Dacia por tres puntos diferentes, asolando a su paso todo cuanto oponía resistencia. Tras el feroz asedio y asalto de Sarmizegetusa, Decébalo consiguió huir pero se vio conminado a suicidarse antes de caer en manos de las tropas de Trajano. Un vaso encontrado en las ruinas de la vieja ciudad contiene una frase que evoca cómo acabó sus días tan bravo rey. Una lápida funeraria encontrada en Grecia reza como un tal Claudio Máximo fue quien le envió su cabeza y mano derecha al emperador, recibiendo por ello una generosa gratificación.

La conquista de la Dacia en cifras

La muerte del caudillo supuso prácticamente el fin de las hostilidades y la rendición general de la Dacia. Por puro azar, o por la traición de un tal Bicilis, confidente del rey, Trajano consiguió apoderarse del tesoro oculto de Decébalo, 165.000 kg de oro y 331.000 de plata. La campaña dacia fue costosa pero muy lucrativa para Roma. Cerca de 500.000 hombres y mujeres fueron vendidos como esclavos, reportando para el estado entre todos los ingresos derivados de la conquista cerca de 2.700 millones de sestercios, además de la explotación minera del territorio. Trajano obtuvo rédito para costear monumentos con los que embellecer Roma y ordenó 123 días de festejos en los que 10.000 gladiadores vertieron su sangre en la arena…

Una inmensa estatua de 40 metros de altura esculpida en roca de la cara de Decébalo se puede ver cerca de Orsova, Rumanía, junto al Danubio, a muy poca distancia de la TABVLA TRAIANA, memoria de la conquista de la Dacia por Trajano en el 105.