Allá por el siglo IV a.C. Roma era una incipiente República, comprimida en el centro de la península itálica, cuya única alternativa de crecimiento era absorber en su expansión a todos aquellos pueblos que la rodeaban. Etruscos, samnitas, ecuos y volcos acabaron durante aquella época bajo el yugo romano. Corría el año 391 a.C. Roma mantenía una situación tensa, y en ocasiones beligerante, con su vecino del norte, Etruria.
Pocos años atrás había cruzado los Alpes una tribu gala, los senones para ser más concretos, comandada por un individuo peculiar, el rey Breno, el único jefe de tribus celtas que consiguió ceñirse una corona en la Galia antes de Vercingetorix. Se establecieron en la zona que después pasó a llamarse Galia Cisalpina (el actual valle del Po) sacando de allí a los umbrios que habitaban aquellas tierras. La ambición de Breno no se conformaba con aquel nuevo territorio. Ese mismo año, viendo la debilidad del vecindario y la posibilidad de agenciarse un botín rápido y cuantioso, los senones atacaron Etruria, asediando la ciudad de Clusium (Chiusi, en la Toscana) Los etruscos, sopesando el mal menor entre las dos temibles fuerzas que les aprisionaban, pidieron ayuda a Roma, ayuda que llegó a tiempo. El desencadenante de las hostilidades entre galos y romanos fue Quinto Fabio, uno de los enviados por Roma, el cual mató a uno de los líderes galos durante las negociaciones. Aquella vil intromisión romana, y la total ausencia de represalias por semejante injuria por parte del Senado, enojaron de tal modo al rey Breno que, sintiéndose insultado, levantó su campamento y se plantó frente a Roma.
La Urbe no tenía por entonces al frente de sus legiones a ningún hombre enérgico. El único capaz de detener a Breno, Marco Furio Camilo, se encontraba ausente, exiliado voluntariamente en Ardea después de haber sido acusado por el tribuno de la plebe Lucio Apuleyo de malversar fondos del inmenso botín obtenido tras la rendición de la ciudad etrusca de Veyes. Según marca la tradición, el 18 de Julio del 390 a.C. los galos masacraron a las tropas romanas comandadas por Quinto Sulpicio en la batalla del río Alia, muy cerca de Roma. Los flancos, ocupados por las tropas más inexpertas y peor equipadas, cedieron a la presión y la masa gala envolvió al grueso de la infantería pesada. Los supervivientes de aquel desastre llegaron a Roma presos de pánico, encaramándose hacia el Palatino sin pensar en cerrar las puertas. Gracias a tamaña negligencia los galos entraron a sangre y fuego en las calles de Roma. Casi toda la documentación anterior a este día se perdió para siempre devorada por el fuego y la barbarie. Tuvieron que pasar setecientos años para que pudiera repetirse agravio similar de manos de una horda bárbara…
Los restos de la milicia y los ciudadanos que pudieron escapar a los saqueadores se refugiaron en el Capitolio, la acrópolis de la antigua Roma, mientras los galos saqueaban el resto de la ciudad a conciencia. La Curia, gracias a la doble proeza de un intrépido mensajero, reclamó a Camilo su intervención pues consideraba al antiguo dictador como único militar capaz de sacar a los galos de Roma. La leyenda reza que los romanos desbarataron un ataque galo al Capitolio gracias al aviso del ganso del templo de Juno, desde aquel día animal sagrado. Camilo sólo accedió a volver a la ciudad si era el pueblo quien lo solicitaba y le ratificaba de nuevo como dictador. Así fue como sucedió…
Camilo reorganizó a los fugitivos y a las tropas dispersas y, con la ayuda de su magister equitum Lucio Valerio, sorprendió y cercó a los confiados galos. Breno, viéndose atrapado por la resistencia del Capitolio y el ejército de Camilo, sin víveres después de varios meses de cerco y rodeado de destrucción y miseria, accedió a pactar un rescate para liberar la ciudad. Aquí la historia se mezcla con la leyenda. Supuestamente, el rey galo trucó las pesas que medirían el pago del rescate, mil libras de oro (aproximadamente 327 Kg.) Alguno de los parlamentarios del Capitolio debió de percatarse de ello y recriminarle su trampa. Breno, furioso, echó su espada a la balanza y le respondió con la famosa frase “Vae Victis!” (¡Ay de los vencidos!)
Camilo, en nada conforme con acceder a pagar aquel rescate, como dictador plenipotenciario desautorizó el trato y le contestó a Breno con otra fase célebre: “Non aurum sed ferrum liberanda patria est” (Es con el hierro, no con el oro, con lo que se libera la patria). Marco Furio Camilo aplastó días después a los galos y entró triunfal en Roma, siendo aclamado como pater patriae y conditor alter urbis (padre de la patria y segundo fundador de la ciudad)
La amarga jornada del 18 de Julio quedó marcada en la ciudadanía romana durante generaciones. Cada aniversario del saqueo los perros guardianes del Capitolio eran crucificados en castigo a su negligencia. Aquellas ejecuciones tenían unos espectadores especiales. Los gansos del templo de Juno, los únicos que alertaron al pueblo del ataque galo, eran llevados frente a las cruces y aposentados en cojines de púrpura…
Poco más se sabe de aquel rey rudo y visceral. Se dice que murió de un coma etílico, voluntario o forzoso, después de ingerir una cantidad indecente de vino. Una muerte muy bárbara para el primer hombre que hizo temblar a Roma.
Colaboración de Gabriel Castelló
Imagen: Breno el Galo
Bueno, es una falacia para no dejar tan mal el nombre romano, la verdad es que aunque resistieron en el capitolio al final tuvieron que pagar tributo para alejar a los galos.
No sería la última vez que tendrían que hacerlo
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Javier, navegando navegando encontré este relato, aunque no esta relacionado directamente con la historia de hoy, me parece un relato que relaciona muy sabiamente este asunto de resolver asuntos mediante guerras,hay posibilidad de indagar mas sobre esto??:
http://www.lostiempos.com/diario/opiniones/columnistas/20141009/mas-de-soliman-el-moro_276804_608788.html
gracias
casaulidad sobre casualidad…no sé como di con este artículo y para mi sorpresa encuentro mi nota Mas de Soliman el Moro, gracias por citarla Julio Austo! cualquier cosa me hallas en llamadecristal@hotmail.com
[…] Es con el hierro, no con el oro, con lo que se libera la patria […]
Citaba Maquiavelo en sus Discorsi que «el rey de Lidia, Creso, enseñó al ateniense Solón, entre otras diferentes cosas, su inmenso tesoro, preguntándole qué le parecía su poder; a lo que respondió Solón que por aquella riqueza no lo juzgaba muy fuerte, puesto que la guerra se hacía con hierro y no con oro, y alguno con más hierro que él, podía quitarle el oro.» Maquiavelo también cita esta historia que has publicado y extrae jugosas ideas.
Un saludo
No es el primer ni el último «bárbaro» que muere como consecuencia del abuso de alcohol. La hemorragia que puso fin también a la vida de Atila tuvo lugar después de una cena abundante en comida y bebida. Y pudo ahogarse con su propia sangre al estar durmiendo la borrachera. Bueno, también dicen que pudo morir envenenado. Sobre la famosa frase, «Vae victis», mira que es coincidencia, que es el título de mi próxima entrada, aunque nada tiene que ver con esta.
Un saludo.
Se pue sabel que malca de vino era la del salvaje ese, era de tetra brik o del mercadona.
[…] >> extraído de: http://historiasdelahistoria.com/2014/10/09/es-con-el-hierro-no-con-el-oro-con-lo-que-se-libera-la-p… […]
no transcurrieron 700 años sino 800 hasta que roma fue asaltada y tomada de nuevo, el 24 de agosto de 410 por los visigodos encabezados por su rey alarico I
No es la primera vez que la ingesta irresponsable de alcohol da unas alegrías a los romanos. Recordemos que en la Segunda Guerra Púnica, cuando las fuerzas de Asdrúbal se iban a unir a las de su hermano Aníbal Barca en Italia, una borrachera de las tropas galas del cartaginés fue una de las causas de la derrota y aniquilación de su ejército.
Roma respiró más tranquila.
La cita latina correcta es …..»Non auto sed ferro liberanda est Roma»
Perdón….me corrijo….»Non auro sed ferro liberanda est patria»
[…] advirtió de la invasión de los galos a la ciudad de Roma en el año 390 a.C. al hacer que sus gansos sagrados graznasen, despertando así a la guardia que impidió que el Capitolio fuese tomado por los galos […]