Un deseo minoritario se ha impuesto a la realidad. Este deseo minoritario es la Ley de Lenguas de Aragón que entró en vigor el pasado 30 de enero.

El texto de la polémica Ley reconoce la pluralidad lingüí­stica de Aragón, donde aparte del castellano se habla catalán y aragonés, y el derecho de los ciudadanos de las zonas donde se hablan estas dos lenguas, de utilizarlas para dirigirse a la administración o garantizar la enseñanza. El primer borrador establecí­a el catalán como lengua cooficial, aunque esta majaderí­a no se ha llegado a aprobar, menos mal.

La protección y desarrollo de la cultura, tradición y lengua propias de cada territorio es un derecho reconocido en la Constitución de 1978. Pero llamar al catalán lengua propia o histórica cuando, según estudios del Instituto Aragonés de Estadí­stica y de la propia Generalitat catalana de 2004, sólo el 3% de la población aragonesa reconoce el uso del catalán como lengua habitual y, además, únicamente el 0,01% de los aragoneses lo identifica como catalán, me parece un disparate. Su uso se delimita a la zona oriental de Aragón limí­trofe con Cataluña (Franja). Seguro que el porcentaje de los que hablan rumano o chino en Aragón es mucho mayor. Además, el hecho de imponer el catalán en Aragón supone la creación de un í“rgano administrativo para desarrollar la norma, la constitución del Consejo Superior de las Lenguas de Aragón, la creación de una Academia del catalán y su enseñanza para el curso 2011/2012. Al garantizar la Ley la extensión del catalán por todo el territorio aragonés, los de la Corona Catalano-aragonesa hacen palmas con las orejas.

Me parece estupendo que si en la Franja hablan el catalán u otra lengua distinta que la sigan utilizando, pero crear todo este entramando administrativo con un gasto innecesario (en los tiempos que corren) por el 0,01% de la población de Aragón, da lugar a pensar en cuestiones completamente distintas a las culturales (todos esos puestos habrá que cubrirlos y dotarlos, ¿ no?).

El tema del aragonés, hablado en algún valle del Pirineo y poco más, no voy a tratarlo porque, aunque minoritario, es propio de esta tierra y de nuestra cultura.

Como apunte final, y sólo como dato anecdótico, el Presidente de Aragón, Marcelino Iglesias, es nacido en Bonansa (Huesca) donde, casualmente, se habla el catalán.

Los polí­ticos son unos fuera de serie en el arte de crear problemas donde no los hay.

Imagen: Sebastián Contí­n