La pintura en el Antiguo Egipto se utilizó para decorar las cámaras sepulcrales, los templos y palacios, normalmente al fresco, y la temática variaba entre la simbología religiosa y la vida cotidiana. Una curiosidad de estas pinturas es que las figuras humanas se representaban como personas jóvenes, sin arrugas y guapas. ¿A qué se debe? Por dos motivos principalmente: uno vital y otro estético. Ya fuese un robado o un posado, era harto difícil encontrar un «modelo» que hubiese llegado a los 40 y, por tanto, los cuerpos no se habían deteriorado en demasía. Y, sobre todo, porque los egipcios, tanto hombres como mujeres, eran muy coquetos y vanidosos.

Después de un buen baño, que no te extrañe que fuese perfumado, se untaban el cuerpo con aceite de oliva y una sustancia abrasiva para exfoliar la piel. El ritual continuaba con una crema hidratante a base de miel o de aceite de moringa, que también servía para aliviar las quemaduras solares y eliminar las estrías del embarazo, un ungüento a base de incienso o canela a modo de desodorante, henna para colorear el pelo, ya fuese el propio o el de la peluca, y un fijador a base de cera que dejaban secar al sol para mantener el peinado. También eran habituales los perfumes que, dependiendo de su elaboración, el formato de presentación podía ser líquido, en aceites e incluso sólido. Se dejaban macerar flores secas en aceites inodoros que «robaban» el olor de las flores obteniendo un aceite perfumado o, si se diluía, un perfume líquido. Otro método de elaboración era mezclar resinas con flores secas, especias aromáticas o plantas y calentarlas para conseguir una pasta perfumada que, antes de enfriarse, se modelaba dándole forma de cono y se lo ponían sobre la cabeza o los hombros. El calor del día lo derretía e ibas dejando una estela embriagadora o, puede que, repulsiva. Para los más atrevidos, por lo dolorosos que eran, había tratamientos anti-edad para eliminar las arrugase eficaces 100%: se frotaban la piel con una mezcla de polvo de calcita y natrón (sustancia viscosa negra con la que se momificaban) que dejaba la piel suave y sonrosada. La realidad es que no tenía misterio, porque lo que se conseguía era dejarte el rostro en carne viva.

Y lo más importante, la sombra de ojos negra o kohl. Y digo lo más importante, porque no solo era un cosmético, sino que puede que fuese uno de los primeros preparados oftálmicos de la historia. El kohl era un compuesto a base de mineral de galena triturado, mezclado con hollín para los más pobres y con lo que quisieran los pudientes, que se diluía con algún aceite o grasa para fijarlo alrededor de los ojos. Además del componente estético, el kohl servía para repeler a los insectos, reducir el reflejo del sol y ayudaba a los párpados en la misión de proteger los ojos atrapando las partículas de arena.

Otra de las características de estas pinturas es que tenían el llamado “perfil egipcio” o canon de perfil. Estas pinturas carecían de perspectiva: el tamaño de las figuras no indicaba que estuviese más cerca o más lejos. El tamaño tenía que ver con la importancia de las figuras que representaban, siendo las más grandes las de los dioses, después las del faraón y así sucesivamente disminuyendo conforme las figuras representan clases sociales más bajas. Si el color de la piel era ocre o marrón oscuro se indicaba que se trataba de un hombre y el marrón claro si era una mujer. Además, dependiendo de las partes del cuerpo, unas se dibujan de frente y otras de perfil: la cabeza se muestra de perfil, aunque con una vista frontal de la ceja y el ojo, los hombros y el torso frontalmente, mientras que la cadera y las extremidades recuperan el perfil. No hay que pensar el artista dibuja un todo, sino partes de un todo y a cada una de ellas la refleja con la vista que mejor la describía y la importancia que tienen dentro del todo. Es como una representación gráfica de lo que los egipcios llamaban Ba (su personalidad, los rasgos característicos de su ser). La «importante» en la cara es la nariz, aguileña o chata, y los ojos, la mirada, y lo «importante» en el cuerpo es el torso, donde se sitúa el corazón, por eso los dibujan con la vista frontal.

Aunque aquellos dibujos carecían de profundidad y volumen (colores planos y sin difuminar), la realidad es que iban más allá de un simple dibujo, tenían más que ver con el mundo mágico y divino que envolvía toda la sociedad egipcia.