En junio de 1941 Hitler inicia la ofensiva en el Frente Oriental para invadir la Unión Soviética (Operación Barbarroja), un plan demasiado ambicioso. La brutal ofensiva alemana consiguió penetrar en las confiadas defensas del Ejército Rojo y ganar terreno rápidamente. No obstante, la llegada del invierno estabilizó el frente permitiendo que el Ejército Rojo se agrupase y desbaratar los planes de Hitler. Pero los soviéticos no estaban solos, recibieron la ayuda de los Convoyes del Ártico.

Inglaterra sabía que si Alemania tenía éxito en el Frente Oriental durante la invasión de la Unión Soviética, volvería a centrar todas sus fuerzas en el Frente Occidental. Así que, si ayudaban a los soviéticos a mantener a raya a los alemanes lo hacían también en su propio beneficio. Lógicamente, no podían enviar suministros o armas por vía terrestre o aérea, sólo quedaba la opción del mar. Desde Islandia y, sobre todo, desde el Reino Unido atravesando el océano Ártico hasta los puertos de soviéticos de Murmansk y Arkhangelsk. Desde el mes de agosto de 1941, 78 convoyes consiguieron entregar cuatro millones de toneladas de armamento (7.000 aviones, 5.000 tanques, municiones…), combustible, alimentos y medicinas. Intervinieron 1.400 barcos mercantes protegidos por barcos de guerra de la Royal Navy británica y 66.000 soldados británicos y marinos mercantes.

HMS Trinidad

El protagonista de nuestra historia, el crucero británico HMS Trinidad, formaba parte de la escolta de uno de esos convoyes que había partido de Escocia el 10 de marzo de 1942 con destino al puerto de Murmansk. La ruta alrededor de la ocupada Noruega hacia los puertos soviéticos era especialmente peligrosa debido a la proximidad de la aviación alemana y de sus submarinos, así como la frecuente niebla, las fuertes corrientes, el hielo a la deriva y las bajas temperaturas. El 29 de marzo el convoy fue interceptado por tres destructores alemanes que comenzaron a abrir fuego, llegando a hundir 6 de los 20 buques de transporte. Por su parte, el HMS Trinidad también entró en combate, consiguiendo hundir a un destructor alemán. Fue entonces cuando lanzó desde su cubierta tres torpedos contra los demás destructores, con tan mala fortuna que uno de ellos dibujó una trayectoria circular e impactó en el propio HMS Trinidad, causando la muerte a 32 de sus marineros. El agua helada había dañado el mecanismo del torpedo e hizo que éste formara un arco de 360 grados. A duras penas consiguió llegar a Murmansk, donde se le hicieron unas reparaciones básicas, zarpando de nuevo hacia Gran Bretaña el 13 de mayo de 1942 acompañado de cuatro destructores. El 15 de mayo de 1942 los cinco barcos fueron atacados por una veintena de bombarderos alemanes Ju-88, que hicieron blanco en el HMS Trinidad, prendiéndole fuego y matando a 63 hombres. Habida cuenta de los daños ya irreparables, una vez que los 800 supervivientes fueron rescatados, el mando decidió hundirlo… y acabar con el barco que se torpedeó a sí mismo.