Los atropellos y abusos de la nobleza han sido una constante a lo largo de la historia, pero creo que ninguno llegó al extremo de Carlos de Borbón, conde de Charolais. De familia con pedigrí, pues era hijo de Luis III de Borbón-Condé y de Luisa Francisca de Borbón, hija legitimada del rey Luis XIV de Francia y de su amante Madame de Montespan, y con cierto éxito militar, tras participar en la batalla de Belgrado frente a los turcos, este personaje se permitió hacer todo lo que apetecía en cada momento y lugar… y nada bueno. Violento, arrogante, depravado -aquí quizás tuvo algo que ver la herencia paterna, de hecho a su padre se le conocía como  le Singe Vert (el Mono Verde) debido a su fealdad y depravaciones-, sanguinario y… todo lo que os parezca añadir.

Estos son algunos ejemplos de sus fechorías: gustaba de secuestrar mujeres para organizar orgías sádicas -dicen que el marqués de Sade lo tuvo como referente-; «bromeaba» atando a las mujeres y luego prendiéndoles fuego a la falda, como hizo con la marquesa de Saint-Sulpice, a la que provocó quemaduras graves en las piernas; se relajaba haciendo prácticas de tiro con el mosquete, nada raro si no fuese porque lo hacía con los campesinos; era un estricto vigilante de las normas y señales reguladoras de la circulación -dio una paliza de muerte al cochero del embajador español cuando paró su carruaje en una zona destinada a la nobleza-; cruzarse en su camino era como jugar a la ruleta rusa (en plena calle, con muchos testigos y sin terciar palabra disparó y mató a un vecino de Anet)… y todo esto con el agravante de que siempre se iba de rositas, lo que le hacía crecerse más y más hasta sentirse intocable. La mediación de su poderoso padre y su parentesco con la realeza habían conseguido que su ficha policial y penal estuviesen impolutas.

Tras la cuarta o quinta denuncia por asesinato -y digo denuncia, que vete tú a saber cuántos había cometido-, el regente de Francia Felipe II, duque de Orleans, harto ya de este miserable, le dijo que era la última que le pasaba…

…y os advierto que en caso de reincidencia queda de antemano concedido el indulto para aquel que acabe con vos.

Nadie fue indultado. Murió en 1760, a la edad de 60 años, cuando le llegó su hora. Fue el primer indulto de la historia concedido antes de cometer el delito.