Nepotismo deriva de nepote (sobrino) y hace referencia al trato de favor de los Papas respecto a sus sobrinos a los que nombraban cardenales, originando la figura del cardenal nepote durante la Edad Media y que llegaría hasta 1692 cuando el Papa Inocencia XII promulgó la bula Romanum decet Pontificem:

Se elimina la figura del cardenal nepote y se limita a uno los parientes que pueden ser nombrados cardenales.

De esta forma, los Papas se rodeaban de familiares fieles y, al tener reconocidas prebendas especiales respecto al resto de cardenales, podían maniobrar en la sombra para asegurar que la sucesión del trono de San Pedro quedase dentro de la familia. Más tarde, su uso se generalizó y ha pasado a definirse, según la RAE, como la desmedida preferencia que algunos dan a sus parientes para las concesiones o empleos públicos. Hoy hablaremos de Santino, un cardenal nepote… un tanto especial.

Julio III

Santino era un chico de la calle que comenzó a trabajar desde muy niño como criado de la casa Ciocchi del Monte, un poderosa familia de abogados y magistrados de Monte San Savino (Toscana, Italia), a la que pertenecía Giovanni María, en aquel momento legado pontificio de Parma y Piacenza. La amistad entre el clérigo y el criado nació gracias a un mono, la mascota de Giovanni. Aunque como criado dejaba mucho que desear, de hecho la familia se estaba planteando echarlo, gracias a los cuidados y al trato que dispensaba al mono durante las ausencias de Giovanni en el ejercicio de su cargo lo nombró su ayudante personal. Con el apoyo de otro miembro de la familia, el cardenal Antonio María, Giovanni fue ascendiendo rápidamente en la jerarquía eclesiástica, y siempre con Santino a su lado. El muchacho, que sólo conocía la escuela de la calle, no sabía leer ni escribir, por lo que Giovanni trató de darle una mínima educación y le confió dicha tarea al humanista Onorato Fascitelli. No hubo manera, Santino no estaba por la labor. Como vio que no haría carrera de él, Giovanni, siendo ya cardenal, lo nombró rector del cabildo de la catedral de Arezzo, un puesto simbólico pero que ya le proporcionaba a su protegido ciertas rentas.

Desde el principio, las habladurías respecto a su posible relación homosexual («estrecha amistad» lo llamaban) recorrían las calles, pero todo se precipitó en el Concilio de Trento (1545). Giovanni, como legado papal, era el encargado de preparar los temas a debatir y de pronunciar el discurso de apertura de las sesiones, y allí que se llevó a Santino. Los embajadores de las diferentes cancillerías europeas que acudieron a Trento se escandalizaron por la actitud del cardenal con aquel muchacho de 13 años («el cardenal Ciocchi del Monte se lleva a ese pequeño bribón a su habitación y a su propia cama«), así que Giovanni cortó por lo sano y ordenó a su hermano Baldovino que lo adoptase. Aquí termina la historia de Santino… y comienza la de Innocenzo Ciocchi del Monte, sobrino del cardenal Giovanni.

En 1550, cuando Giovanni fue nombrado Papa como Julio III, Innocenzo, con sólo 17 años y casi analfabeto, fue nombrado cardenal nepote. A pesar de mostrarse negado para el cargo y del recelo que provocaba en el resto de la curia -lo llamaban Scimmia il Cardinale (el Cardenal mono) y no porque fuera mono, que también lo era, sino por aquella mascota que los unió-, el Papa siempre lo mantuvo cerca de él y, además, sus privilegios, sus cargos y, sobre todo, sus rentas fueron creciendo más y más. En boca del poeta francés Joachim du Bellay…

Ver a un criado, un niño, una bestia,
un pícaro, convertirse en cardenal,
por cuidar bien de un mono,
un Ganimedes [hermoso príncipe troyano amante de Zeus] con el rojo en su cabeza [sombrero de cardenal]
Estos milagros, solo suceden en Roma.

Escudo del cardenal Innocenzo del Monte

A pesar de todo y aún teniendo muchos enemigos, a la muerte de su gran amigo en 1555 Innocenzo logró mantener su puesto y participar ese mismo año en los dos cónclaves que tuvieron lugar para la elección de los papas Marcello II (falleció a los 22 días de ser nombrado Papa) y Paulo IV. Cada vez se fue alejando más de sus deberes en la curia papal -algo que a nadie importó- y sacando el pendenciero que llevaba dentro. En 1559 mató a dos hombres, padre e hijo, durante un viaje de Venecia a Roma para participar en el cónclave en el que se nombró Papa a Pío IV. La primera decisión que tomó Pío IV fue encarcelarlo, pero apenas un año después, gracias a los contactos que todavía mantenía, fue liberado con la promesa de cambiar su vida, el pago de una multa de 100.00 escudos y renunciar a parte de sus privilegios. Parece ser que esto de los cónclaves sí que le gustaba, porque la siguiente noticia que tenemos de él es en el de 1566 cuando se eligió a Pío V, donde fue amonestado por comunicarse con el exterior y se le prohibió participar en nuevos cónclaves por orden directa del nuevo Papa. Al año siguiente volvió a ser noticia cuando violó a dos mujeres y luego las mantuvo secuestradas durante varios días en su casa de Siena, caso al que se le dio carpetazo con apenas una reprimenda por la intervención de Cósimo I de Médici, Duque de Florencia y de Toscana, con el que su familia adoptiva mantenía buenas relaciones. No se vayan todavía, aún hay más. En 1569 fue nuevamente juzgado al saberse que su casa era frecuentada por prostitutas… ¡¡¡durante la Cuarema!!! Y otra vez la moneda cayó de su lado, ya que la comisión de cardenales respetó su condición de cardenal y lo condenó a un arresto domiciliario en el monasterio de Montecassino con algunos sirvientes y custodiado por dos jesuitas que debían meterlo en vereda o, por lo menos, vigilarlo para que no cometiese más fechorías. Tras unos meses fuera de circulación, mostró su arrepentimiento y le devolvieron la libertad. No pudo participar en el cónclave de 1572, donde fue elegido Gregorio XIII, el del calendario Gregoriano, pero éste lo rehabilitó y regresó a Roma. Igual su arrepentimiento fue sincero, porque hasta su muerte en 1577 ya no volvió a saberse nada él. Aunque yo, lo dudo.

Fuentes: De lo humano y lo divino