Talleyrand fue uno de esos hombres que se pegó al poder y no se despegó de él hasta que murió, un hombre que consiguió tener un enorme poder sin tener las responsabilidades de ser el líder de un gobierno, sino su mayor y más cercano consejero.

Nacido en el seno de una familia noble que afirmaba descender de Adalberto, Conde de Périgord, súbdito de Hugo Capeto en el 990, algo que los especialistas ponen en duda, llegó a este mundo el 2 de febrero de 1751 como primogénito, sin embargo contrajo el síndrome de Marfan, que debilita diversas estructuras del cuerpo, impidiéndole convertirse en militar y quedó relegado a una carrera eclesiástica, perdiendo al mismo tiempo sus derechos de primogenitura. Esta enfermedad, que le provocó una deformación en la pierna y su posterior cojera, le valió el sobrenombre de Diable Boiteux —»Diablo cojo»—, donde se sumaba su deficiencia física con su carácter como político astuto. A pesar de este problema fue igualmente educado como un noble con refinados modales propios de su estrato social, otorgándole un alto nivel de sofisticación que mantendría a lo largo de toda su vida.

Talleyrand

En la iglesia, carrera que tomó sin vocación, continuó viviendo como un noble, sibarita, libertino y carente de escrúpulos, pero eso no le impidió seguir ascendiendo, ya que su estirpe le empujaba hacia arriba en la jerarquía eclesiástica. De este modo, en 1780 ya era agente general del clero y obispo de Autun.

Su primera aparición en la vida pública de la política fue en los Estados Generales que convocó Luís XVI, siendo uno de los representantes eclesiásticos que aceptaron los principios de la Revolución, vinculándose con los defensores de la monarquía constitucional y del liberalismo moderado. A pesar de esta posición moderada frente a los hechos que se vivían en Francia, el mismo 14 de julio de 1789 nadie dudó en nombrarlo miembro del Comité de Constitución de la Asamblea Nacional, y en septiembre de 1791 firmó la Constitución presentada al rey. Es tal su importancia durante la Revolución, que celebra la misa que conmemora el primer aniversario de la Toma de la Bastilla, consagrando una imagen de sí mismo como el «Sacerdote de la Revolución». A pesar de pertenecer a la iglesia y a la nobleza, no dudará en participar en la confiscación de bienes y en proponer una ley de reparto a partes iguales de las herencias, suprimiendo el derecho de primogenitura.

En 1790, año en la que fue el Presidente de la Asamblea, jura la constitución civil y se separa definitivamente de la iglesia, pasando a dedicarse exclusivamente a su carrera política. Esta decisión conlleva que fuese excomulgado por el papa Pío VI. En 1792 su carrera como político y diplomático se dispara, es enviado como embajador a Londres, consiguiendo la neutralidad de los ingleses. Evitando el Terror, como diplomático permanecerá en Inglaterra hasta 1794, cuando se firma un decreto de acusación en su contra que le obliga a partir hacia Estados Unidos donde se dedicará al comercio y a la prospección inmobiliaria.

Después de la caída de Robespierre y el fin del Terror, Talleyrand regresa a Francia donde aprovechará la tensa situación política para conseguir su ascenso político definitivo. Fue nombrado por primera vez ministro de Relaciones Exteriores, pudiendo defender desde una posición aventajada su estilo de política. Fue por ese entonces cuando conoció a un joven y ambicioso general, Napoleón Bonaparte. Ambos querían aprovechar el momento para posicionarse en el poder de forma permanente, y Talleyrand ve en el joven Bonaparte el modo para conseguirlo. La ambición sin límites del militar corso es aprovechada por Talleyrand que consigue hacerse imprescindible para los planes de futuro del militar. Por ello no es de extrañar que Talleyrand se sumará a la conspiración de Napoleón, que desembocaría en el Golpe de Estado del 18 de Brumario, y consiguiendo prevalecer como ministro de exteriores durante la depuración política que realizó Napoleón. Además, el deseo expansionista del nuevo cónsul significaba un papel esencial para Talleyrand, tanto por sus contactos, como por sus habilidades y su linaje. Aún así, el político libertino tuvo que casarse con Catherine Grand por obligación del propio Napoleón, que consideraba imprescindible tener esposa.

A pesar del apoyo mostrado durante todo este tiempo hacia Napoleón, Talleyrand no ve con buenos ojos la presión agresiva y expansionista que está ejerciendo el emperador hacia Austria y Gran Bretaña, y en 1807 Talleyrand dimite, pero sin renunciar a sus títulos, e incluso colaborando con éste en algunas tareas diplomáticas como la Conferencia de Erfurt, en la que los monarcas europeos acordaron el nuevo orden político del continente.

A pesar de este distanciamiento, secretamente Talleyrand ya estaba conspirando contra el emperador con Fouché, ministro de policía del Imperio francés. Al descubrirlo, Napoleón no dudó en convocar un juicio público contra ambos y, aunque Fouché logró eludirlo, el noble no dudó en asistir al juicio donde su habilidad argumentativa y su conocimiento de las leyes humillaron a Napoleón que, molesto, lo insultó. Talleyrand respondió:

Es una lástima que un hombre tan grandioso sea tan mal educado.

Con esta frase, Talleyrand logró aplastar públicamente al emperador. Como consecuencia, cuando los ejércitos aliados derrotaron a Napoleón en 1814, Talleyrand contribuyó a restaurar a los Borbones en el trono de Francia, formando parte del gobierno provisional, primero como primer ministro, hasta el regreso de Luís XVIII, y luego como ministro de Exteriores.

Talleyrand político

En 1815, después de la caída y exilio definitivo de Napoleón, el Congreso de Viena diseñó un equilibrio europeo destinado a perdurar. Talleyrand fue el representante de Francia, y supo aprovechar las diferencias entre los antiguos aliados para conseguir que la derrota militar de Francia no se tradujera en un excesivo castigo diplomático. Sin embargo, la animadversión de los ultrarrealistas, que no le perdonaban su compromiso con la Revolución, le apartó de la política activa. Siguió siendo miembro de la Cámara de los Pares y participó en la oposición liberal contra el absolutismo de Carlos X. Apoyó la Revolución de 1830 que llevó al trono a Luis Felipe de Orleans, colaborando con el nuevo régimen constitucional como embajador en Londres y delegado en la conferencia que debía resolver la situación de Bélgica. Tras fracasar en su intento de extender las fronteras de Francia a costa del nuevo reino belga, se retiró de la política en 1834.

En su «espléndida soledad» de Valençay, castillo comprado a expensas de Napoleón, escribió sus memorias en las que aseguraba «nunca haber traicionado a un gobierno que no se hubiera traicionado primero» y nunca poner «los propios intereses en oposición a los de Francia«. En 1837, deja el castillo y consigue reconciliarse con la iglesia antes de su muerte el 17 de mayo de 1838, siendo enterrado en una capilla cercana a su castillo.

Hoy en día Talleyrand es un personaje controvertido, considerado por muchos como uno de los mayores traidores de la historia, y por otros tantos como un idealista que en ningún momento rompió sus convicciones, actuando siempre a favor de los intereses de Francia. Lo que si que está claro es que Talleyrand marcó el primer precedente de la diplomacia moderna, participando en la firma de alianzas y tratados, como en la disolución y creación de coaliciones, que le han valido el sobrenombre del Príncipe de los Diplomáticos. Seguro que los guionistas de «House of Cards» vieron en este político un referente para sus tramas.

Colaboración de Francesc Marí Company