Muchas veces se ha dicho, con verdad, que la palabra crisis viene del griego y significa oportunidad. Como griega es también la palabra Economía, que deriva del vocablo oikos que significa “casa” y nomos, “ley o gestión”; por tanto la economía es la gestión de la casa. Pero la economía no sería nada sin dinero ni monedas y ahí es donde vamos a ir hoy.

El genérico dinero proviene del nombre de una moneda romana, el Denario, moneda que equivale a diez ases. El as es la base del sistema monetario romano, nuestro euro, y su peso equivale a una libra (327 gramos). Conservamos en el denario el numeral Den(a)– (diez) con el genitivo plural de as con rotacismo (convertir la -s- intervocálica en -r-) y así pasamos de asium a arium, obteniendo la forma denarium, convertida luego a Denarius. Por tanto, un denario son diez ases y nuestro dinero de hoy en día.

Denario

¿Y qué decir de las monedas, esas piezas circulares metálicas que alegran con su tintineo nuestros bolsillos? Qué recuerdos de nuestra querida rubia… Recuerdos y nunca mejor dicho pues la moneda es eso, recuerdo, memoria. Vamos a verlo.

Nuestra palabra moneda deriva de la madre de las Musas, Mnemósine, divinidad que lleva en su nombre la raíz indoeuropea del recuerdo: *mnem- presente todavía en nuestra memoria. El poeta latino Livio Andrónico utilizó el término Moneta para referirse a la griega Mnemósine. Moneta, es por tanto, la latinización del griego Mnemósine. Posteriormente, esta divinidad fue asociada a Juno, la madre de los dioses y era honrada bajo este epíteto, el de Juno Moneta, en un templo ubicado cerca de la ceca de Roma, situado en la colina del Capitolio, donde actualmente está la iglesia de Santa María en Aracoeli. Por la proximidad entre la casa de la moneda y el templo de Juno Moneta (la que recuerda), el producto de la fábrica se identificó con el lugar.

Hay, sin embargo, una etimología popular (y la más extendida, como casi siempre ocurre) que hace derivar el epíteto Moneta del verbo latino moneo “recordar, advertir, amonestar” desde el participio en femenino de dicho verbo: Monita. Pues según la leyenda, la diosa Juno advirtió de la invasión de los galos a la ciudad de Roma en el año 390 a.C. al hacer que sus gansos sagrados graznasen, despertando así a la guardia que impidió que el Capitolio fuese tomado por los galos enemigos y así salvar la ciudad.

Colaboración de Rubén Ríos Longares