La gonorrea (del latín gonorrhoea, y este del griego γονόρροια, flujo seminal) es una enfermedad de transmisión sexual que ha acompañado a la humanidad desde la Antigüedad. Hipócrates, Galeno e incluso en el papiro Ebers, un tratado de medicina datado alrededor del 1500 a.C en el que se describen cientos de enfermedades y la farmacopea de la época con más de 700 sustancias extraídas de plantas, describen esta enfermedad y prescriben sus particulares tratamientos. Y hablando de tratamientos y remedios, Juan Eslava Galán en su libro Historia secreta del sexo en España nos cuenta un remedio prescrito por los médicos musulmanes en el territorio de Al-Andalus.

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Las leyes religiosas prohibían la fornicación con animales, si bien se toleraba cuando lo requería la salud del fornicador. Los árabes creían que las enfermedades venéreas se remediaban por este mismo conducto.

Está permitido fornicar con animales hembras cuando se es víctima de la gonorrea, de fuerte inflamación del pene y de otras afecciones que no vayan acompañadas de úlceras o llagas. La experiencia ha demostrado que por obra de esta fornicación el hombre se libra del virus causante de estas enfermedades, sin que el animal pueda contraerlas, pues el virus es inmediatamente aniquilado por el gran calor que reside en la vulva del animal y por las cualidades acres y ácidas de las secreciones mucosas […] Pero esta fornicación debe cesar so pena de contravenir la ley del Islam, en cuanto hayáis recobrado la salud. […] Por el mismo motivo se recomienda el coito con mujeres negras, debido a la mayor temperatura de su vagina.

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Prueba de la cohabitación con animales en esta época -también en otras posteriores como la Fuenteovejuna francesa– es el caso que nos cuenta un médico en tiempos de Abd al-Rahman III:

Pregunté al campesino ¿Qué te sucede?
Replicó: tengo un tumor en la uretra que me oprime y me impide orinar desde hace muchos días. ¡Estoy a punto de morir!
¡Enséñamelo!
El paciente le mostró el pene tumefacto. El médico dijo al hombre que acompañaba al enfermo: ¡Búscame una piedra plana! Fue a por ella y se la entregó.
Este siguió: «Pon el pene encima de la piedra». Una vez que estaba el pene sobre la piedra, el médico le descargó un puñetazo. El paciente se desmayó y al cabo de un momento comenzó a fluir el pus con rapidez, después orinó.
El hombre abrió los ojos y el médico le dijo: ¡Vete! Estás curado de tu enfermedad. Eres un hombre corrompido pues has cohabitado con el animal por su ano y casualmente has encontrado un grano de cebada que se ha incrustado en el agujero de la uretra y ha causado el tumor. Ya ha salido el pus.
El hombre exclamó: ¡Así lo hice!

Yo sólo cuento la historia, no la juzgo ni la interpreto.