Durante la Primera Guerra Mundial empezaría a usarse de forma masiva un nuevo tipo de pólvora que sería decisiva en la contienda; se trataba de la «cordita«: más potente, más precisa y sin humo. Solo producía una leve niebla gris azulada y permitía a los francotiradores disparar sin descubrir su posición, no ensuciaba los cañones de fusiles y piezas de artillería, y no oscurecía el campo de visión de quien manejaba una ametralladora. Compuesta por una mezcla de algodón explosivo, nitroglicerina, vaselina y como disolvente un 0,8 % de acetona, es la verdadera protagonista de esta historia.

Chaim Weizmann

Chaim Weizmann

La producción de acetona de la época estaba sostenida por una obsoleta industria química con técnicas de preguerra mediante destilación destructiva de madera, y la necesidad de acetona a escala masiva en la industria militar acaparó la atención del por entonces ministro de Municiones británico, Winston Churchill. Churchill recurrió a Chaim Weizmann, un joven y prometedor químico judío emigrado del Imperio ruso, para que aplicase su técnica de invención propia en la fabricación de acetona basada en la fermentación de maíz por la bacteria anaerobia Clostridium acetobutylicum, familia del patógeno que produce el botulismo. El proceso funcionó durante unos años hasta que la escasez de grano se sumó a la ofensiva submarina alemana que amenazaba con cortar el suministro de maíz norteamericano. Había que sustituir el maíz por un producto autóctono y el método de Weizmann se aplicó con éxito a las castañas. La recolección de castañas se encomendó a escolares. La recogida fue masiva y los diarios de la época recogen cartas de lectores que hablan de vagones de tren llenos de castañas pudriéndose en las estaciones por los problemas del transporte provocados por la guerra. El asunto incluso llegó a una consulta en la Cámara de los Comunes por la sospecha de que alguien se estuviese enriqueciendo con el trabajo de los niños. Ante la pregunta por el uso de las castañas, el asunto se despachó con un «ciertos propósitos» por parte de Winston Churchill.

El emplazamiento de las fábricas era secreto por motivos de seguridad y los escolares enviaban sus paquetes a las oficinas del gobierno en Londres, pero los empleados postales ya sabían que debían ir directamente a las fábricas para su procesamiento. Se había asegurado la producción de cordita y, agradecido, el gobierno concedió a Weizmann acceso directo al secretario de relaciones exteriores británico, Arthur James Balfour. Cuenta la leyenda que Balfour le ofreció, como recompensa por los servicios prestados, lo que él quisiera… Weizmann pidió un estado judío.

Leyenda o realidad, el caso es que el 2 de noviembre de 1917, Arthur James Balfour, envió una carta a Lionel Walter Rothschild, un líder de la comunidad judía en Gran Bretaña, para su transmisión a la Federación Sionista. La Declaración Balfour, que así se llamó, es considerada como el primer reconocimiento de una potencia mundial de los derechos del pueblo judío.

Estimado Lord Rothschild:

Tengo el placer de comunicarle, en nombre del Gobierno de Su Majestad, la siguiente declaración de simpatía hacia las aspiraciones de los judíos sionistas que ha sido sometida al Gabinete y aprobada por él.

El Gobierno de Su Majestad contempla favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y hará todo lo posible por alcanzar este objetivo, quedando bien entendido que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina, ni los derechos y estatus político del que gozan los judíos en cualquier otro país.

Le quedaré agradecido si pudiera poner esta declaración en conocimiento de la Federación Sionista.

Sinceramente suyo,
Arthur James Balfour.

Balfour_declaration

Y para rizar el rizo, el 1 de febrero de 1949, Chaim Weizmann fue elegido el primer presidente de Israel, además de conseguir que el gobierno de Estados Unidos reconociese al recién creado Estado de Israel.