Pues puede que por costumbre, tradición, incluso habría alguno que lo achacaría a algún tipo de superstición… pero el caso es que tiene una explicación científica.

Durante el siglo XIX, en llamada colonización del Lejano Oeste (Far West), las caravanas de los colonos debían recorrer grandes distancias por extensas llanuras y territorios vírgenes para el hombre blanco. El desconocimiento de la orografía y sobre todo de lugares donde abastecerse de agua daba especial importancia al traslado de grandes cantidades de agua y, sobre todo, de su conservación. El método de conservación, aunque parezca peregrino, era echar una moneda de plata al agua y a la leche. Según nos cuenta Herodoto, este método de conservación del agua ya era utilizado por Ciro II el Grande de Persia (siglo VI a.C.), que en sus múltiples expediciones de conquista siempre llevaba el agua en grandes vasijas de plata.

Y la explicación científica: la plata es un agente antimicrobiano de gran alcance que impide el crecimiento de los microorganismos que estropean los alimentos y las bebidas. Además, es insípido, sin olor, no es tóxico y sirve para tratar más de 600 enfermedades virales y bacterianas (parásitos, herpes, cándidas…). Incluso se llegó a utilizar el hilo de plata por lo cirujanos por sus propiedades bactericidas.