En la década de los 70 eran muy populares las películas en las que las suecas, que hacían turismo en la Costa del Sol, se «prendaban» del latin lover ibérico, pero este feeling entre normandas e ibéricos se remonta al siglo IX.

En el año 844, gobernando al-Andalus el emir Abd al-Rahman II, los vikingos remontaban el Guadalquivir y saqueaban Sevilla. Tras reunir un poderoso ejército andalusí el emir logró derrotarlos en la batalla de Tablada. Para aclarar términos y firmar una paz duradera, el emir envió una embajada a la corte vikinga. A la cabeza de dicha embajada se encontraba el poeta de la corte Al-Gazal, famoso por el hábil manejo de la ironía y por su… belleza (el Antonio Banderas de la época).

Escoltados por una nave vikinga llegaron a «una gran isla en el océano donde había corrientes de agua y jardines […] Estaba cerca de otras islas y del continente […] (¿Groenlandia?)

El rey normando los agasajó con muchos regalos y les brindó un recibimiento por todo lo alto. Al-Gazal agradeció el recibimiento pero advirtió que no se les obligase a inclinarse ante el rey, aduciendo que ellos no lo hacían ante reyes paganos. Así se hizo… pero el monarca normando tenía un as en la manga.

Cuando fueron a entrar en la sala del trono, se dieron cuenta que el dintel de la puerta era muy bajo y la única forma de pasar era inclinándose. El vikingo sonreía pero no contaba con la astucia del andalusí. Ni corto ni perezoso, Al-Gazal se sentó en el suelo y arrastró sus posaderas para pasar la puerta, por supuesto con la cabeza bien erguida. Vista la astucia del poeta, ya no volvió a tratar de humillarlo y pasaron varios días de amena conversación y charla.

Todo parecía ir sobre ruedas pero… la reina también se había maravillado con el embajador, pero físicamente. Al-Gazal le correspondía con halagos y versos pero sólo para corresponder el buen trato recibido y para conseguir información. Los frecuentes encuentros y los regalos recibidos hicieron correr los rumores por la corte. Los compañeros del poeta le advirtieron de que era muy peligroso seguir con ese juego y que zanjase el asunto. Así lo hizo y la embajada abandonó la corte.

Al-Gazal dejó tal huella que la historia del latin lover ibérico fue pasando de generación en generación hasta que en los 70 las nórdicas decidieron emigrar – en modo turista – a la Costa del Sol para buscarlo. El problema es que al que encontraron fue a….

Alfredo Landa.

Fuente: Los Templarios y otros enigmas medievales – Juan Eslava Galán