La Compañía Británica de las Indias Orientales recibió el 31 de diciembre de 1600 la Carta real de manos de la reina Isabel I de Inglaterra con la intención de controlar el comercio en las Indias Orientales (India, Birmania, Singapur, Pakistán…).  De sus inicios, meramente comerciales, se pasó al control civil y militar de los territorios en los que se establece – un gobierno virtual -. Incluso llega a tener un poderoso ejército formado por 40.000 británicos  y 200.000 cipayos (soldados locales hindúes y musulmanes), con potestad para declarar la guerra.

Por si fuera poco este expolio económico, se aplicaba la  «Doctrina del Lapso«, mediante la cual aquellos territorios donde el regente fallecía sin un heredero masculino, el territorio pasaba al control de la Compañía Británica. Por este «vulgar» método se anexionaron 12 territorios.

Pero la gota que colmó el vaso y desencadenó la Rebelión de los Cipayos (1857-1858) fueron unos cartuchos.

En 1857 el ejército británico introdujo el fusil Enfield modelo 1853 en el que para introducir los cartuchos debían romperse por un extremo y lo que se hacía habitualmente era morderlos. Comenzó a correr el rumor, nunca sabremos si fue verdad,  de que los cartuchos estaban engrasados con grasa de cerdo y de vaca. Como para los musulmanes el cerdo es un animal impuro y para los hindúes la vaca es un animal sagrado, se negaron a utilizar los nuevos fusiles y los oficiales británicos los encerraron. Al día siguiente, los regimientos de caballería 10º y 20º de Bengala en Meerut, se sublevaron contra sus oficiales. Liberaron a los prisioneros y  atacaron los enclaves europeos de la zona, matando a todo europeos.

El 8 de julio de 1858 se firmó la paz, se disolvió la Compañía Británica de las Indias Orientales y todos los territorios controlados por ésta pasaron al gobierno directo de la Corona británica. En 1877 la reina Victoria es proclamada emperatriz de la India.