Acabo de terminar «Héroes» la novela histórica de Enrique de Diego. Reconozco que me costó engancharme (me parecí­a otra novela más de la Reconquista y culminada con las Navas de Tolosa), pero después de reposar los primeros capí­tulos decidí­ darle una segunda oportunidad. Y la conclusión final es que no es una novela más, si no «la novela de las Navas de Tolosa».

Lo que empieza como las aventuras y desventuras de 4 jóvenes que huyen de su tierra (Monterroso) por un crimen, rápidamente se desgaja en 4 caminos diferentes. Los 4 protagonistas pasan a secundarios (incluso alguno desaparece), cuando lo crees olvidados, vuelven a aparecer. Siendo sincero, al comienzo de la lectura, pensé que la lí­nea de la novela era muy previsible: 4 amigos huyen, se separan sus caminos y vuelven a reunirse para salir triunfantes en la batalla final de las Navas, pero, gracias a Dios, fallé. Desde que se separan los 4 amigos hasta la batalla final, aparecen más de 120 personajes, cada uno con sus venturas y desventuras.

Enrique concede un protagonismo especial a Jiménez de Rada, arzobispo de Toledo, y a Fernando, hijo de Alfonso VIII, en la lucha por conseguir del Papa la proclamación de Cruzada. Hay un pasaje, para mi especial, cuando Jiménez de Rada arenga a los cristianos en la recuperación del sentimiento nacional y la memoria histórica de los godos que nos remonta 500 años atrás que me pone la carne de gallina (parece un polí­tico en precampaña). Recupera el protagonismo de las í“rdenes Militares (Temple y Calatrava).

Se palpa la preocupación de los judí­os de Toledo por la llegada de los ultramontanos, ya que ellos no entienden la coexistencia de las tres culturas (algún dí­a hablaremos de la coexistencia, convivencia, etc) y las de los andalusí­es por los almohades, que perderán todo (aunque sean también musulmanes) y serán utilizados como carne de cañón en la vanguardia.

Hay detalles que desconocí­a, como la infidelidad de la esposa de López de Haro (señor de Vizcaya) con un herrero.

Uno de los cuatro amigos, desaparecido de la novela, reaparece para ayudar a cruzar Despeñaperros a la hueste cristiana cuando estaba casi perdida. Se dice que fue San Isidro, un pastor, un ermitaño, pues no, fue Luciano «el gafe» (jejejeje).

Si hay que poner un pero (¿por qué hay que ponerlo?), serí­a que en la batalla final de las Navas podrí­a haberse recreado un poco más. Es más espectacular la refriega del Temple, ayudados por los calatravos, con una avanzadilla alhomade.

Mi valoración: cómprala, empieza con calma su lectura y luego devórala.

Nota para el autor: Enrique espero que sigas tratando este género, que personalmente me apasiona, y que estés trabajando ya en la próxima. Te lo exigimos desde Historias de la Historia.